El quinto año

Mañana se cumplen cuatro años de la elección como Papa de la Iglesia católica del argentino jesuita Jorge Mario Bergoglio. El que eligió ser llamado Francisco entra pues en el quinto año de su pontificado. Sin que sepamos los designios de la Divina Providencia sobre su permanencia en el llamado solio pontificio cinco años son ya un período importante para ser considerado. El 2017 marca, por lo tanto, una segunda etapa.

Lejos de mí la tentación de profetizar, pero creo que entramos en un tramo fundamental para valorar su acción desde diversos puntos de vista. Veamos por ejemplo el de los viajes que realizará en los próximos meses. El primero, a Fátima el 13 de mayo con ocasión del primer centenario de las apariciones marianas. Anunciado por diversos medios de comunicación el que tendrá como meta Egipto (y tal vez Sudán del sur) «está en estudio», según un comunicado de la Sala de Prensa de la Santa Sede. Se hará pues. Hace pocos días se confirmó la visita a Colombia entre el 6 y el 11 de septiembre una vez consolidado el proceso de paz. Para cerrar el ciclo viajero, por fin, India y Bangladesh le esperan en los últimos meses del año. Como se ve, las periferias geográficas y existenciales siguen teniendo su preferencia.

Ya dentro de la misma Iglesia Francisco atacará una nueva fase de su iniciada reforma de la Curia Romana; éste es el objetivo con el que se reúne cada tres meses en el Vaticano con el llamado «C9», el consejo de nueve cardenales que le ayudan en el gobierno de la Iglesia y en las reformas internas para desburocratizar y agilizar su centro de decisiones. Es aquí donde surgen algunas resistencias a las que él mismo parece dar una importancia menor de la que les concedemos los medios de comunicación, pero que están ahí vivitas y coleando.

Por fin, me atrevería a anunciar un cuarto consistorio para el nombramiento de nuevos cardenales. Con los que reciban la púrpura, el colegio cardenalicio que elegirá a su sucesor lo compondrán eclesiásticos que comparten sus opiniones y análisis para devolver a la Iglesia una mayor autenticidad evangélica y evangelizadora.