Reforma constitucional
Del sentimiento al disparate
Si la nación fuera un sentimiento como dice el recién elegido secretario general del Partido Socialista, Pedro Sánchez, lo que está pergeñando el independentismo catalán sería no sólo fomentarlo, sino conducirlo hacia un régimen totalitario, a imagen y semejanza de los que ya conocimos en Europa en el siglo pasado.
Afortunadamente, la gente va reaccionando al disparate. Ayer conocimos una encuesta que sitúa en un 61 por ciento a los catalanes que no son partidarios de la independencia. Nada como dar a conocer el futuro de esta nueva República para que se dispare el número de los que se oponen a ella... y eso que era un sentimiento.
Porque por muy repetidos que sean los argumentos, los ciudadanos no pueden comprar que la Generalitat conceda títulos de jueces, que controle a la prensa o que decida quienes deben tener o no la nacionalidad catalana. Ese estado totalitario tiene unos perfiles muy claros y la separación de poderes y la libertad de información son algo más que una prueba del algodón para detectar lo que no es otra cosa que un golpe de Estado. Si a ello sumamos lo podrida que está toda una clase política por problemas de corrupción o de simple delincuencia, completamos un retrato imposible de aceptar, incluso por aquellos que, sentimentalmente, estuvieron de acuerdo con ellos.
Pero hay algo más en esta escalada. El intento de amedrentar a todos los que no estén de acuerdo con ellos. En el País Vasco hubo asesinatos, extorsiones, ostracismo. Pero había una violencia física que llevó a muchos a huir del terrorismo de ETA.
Otros resistieron en silencio. Muchos callaron por cobardía. En Cataluña hay otra forma de violencia. Ya han empezado las amenazas, nada veladas por cierto. Por eso, ahora es el momento de que el Estado, el Gobierno, ampare y defienda a sus ciudadanos. Frente a los que pretenden mermar los derechos individuales sólo cabe defender la libertad. Y es que sin libertad no se puede vivir.
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