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A pesar del...

Asombrosa «Top Gun: Maverick»

Un film cuyo protagonista no encaja en absoluto en los cánones cínicos y descreídos de la corrección política contemporánea

El asombro rodea a Top Gun: Maverick, empezando por los 36 años transcurridos entre la primera versión y la secuela, y por conservar el mismo protagonista, que supera hoy los 60 años. Llama la atención también que estuviera nominada a seis galardones en los Oscar, incluyendo a la mejor película –finalmente ganó el de mejor sonido–. Titus Techera, director de la American Cinema Foundation, escribió en la página web del Acton Institute: «Cruise no fue nominado como mejor actor. Al parecer, la Academia no desea recompensarlo por desempeñar el mismo papel durante décadas. Es un gran error. Este era el momento adecuado para premiar una carrera extraordinariamente exitosa». En esta oportunidad, además, Cruise ha obtenido un apreciable beneficio económico en tanto que co-productor, puesto que la película ha tenido excelentes resultados en taquilla, tanto en Estados Unidos como en Europa y muchos países del mundo.

No es una gran obra de arte, pero está bien hecha, bien actuada y es entretenida. Se dirá que no es original: unos americanos muy buenos deben neutralizar desde el aire a unos extranjeros muy malos que están preparándose para fabricar la bomba atómica en un sitio que, como ironizó John Anderson en el «Wall Street Journal», suena como que es Irán, pero parece Suiza.

Quizá lo más sorprendente es el respaldo popular, y el de la Academia, a un film cuyo protagonista no encaja en absoluto en los cánones cínicos y descreídos de la corrección política contemporánea. Es un patriota interesado en hacer las cosas bien en su trabajo, mucho más que en medrar. El superior de Maverick, el contraalmirante Cain (Ed Harris), expresa su desdén diciéndole: «Deberías ser ya un almirante, o un senador. La gente como tú está en vías de extinción». Esto es precisamente lo que el público no está dispuesto a creer. En cambio, está preparado para reconocer a una persona con principios, un tipo imperfecto, sin duda, pero honrado, individualista, rebelde, y receloso ante las burocracias y el Gobierno. Es un héroe más bien a la antigua. En el mundo actual, como se burló Anderson, las autoridades no habrían destruido la planta de uranio destinada a elaborar armas atómicas, sino que le habrían rogado tímidamente al país villano que no lo hiciera, mientras le enviaban miles de millones de dólares en ayuda al desarrollo.