Letras líquidas
Afganistán, Irán, ¿Siria?
Es necesario mantener los controles internacionales para que los velos no caigan sobre Siria
Era el 22 de febrero de 2012. El régimen de Bashar Al Asad resistía a duras penas las arremetidas de los rebeldes y sostenía con dificultad su satrapía, mientras a su alrededor la Primavera Árabe cambiaba regímenes. Las revueltas que empezaron en Deraa, siguiendo la estela de Túnez, Egipto o Libia, ponían en riesgo la dictadura familiar, fundada a sangre y fuego por su padre Hafez, y le llevaron a seguir algunas de sus más macabras enseñanzas. La falta de piedad era, sin duda, una de ellas y aquel día del invierno sirio se convirtió en el principio del fin para la libertad de información en la entonces incipiente guerra en Siria: Asad bombardeó la ciudad de Homs, una de las más castigadas, y descargó la ira de sus bombas sobre el maltrecho edificio que hacía las veces de centro de prensa. La mítica reportera británica Marie Colvin y el francés Rémi Ochlik perdieron la vida en aquella ratonera y el conflicto sirio se consagró como uno de los más sanguinarios con los periodistas y, por ello, uno de los más oscuros y secretos. Campo abierto para el terror.
Ahora, más de doce años después de aquel episodio que desencadenó un apagón informativo, comienzan a ver la luz algunas de las barbaridades cometidas por el régimen. Tras la huida del tirano a Moscú, el velo de silencio se va levantando y la comunidad internacional constata lo que, en realidad, siempre sospechó. La rápida e imprevista caída de Damasco ha alterado en tiempo récord el tablero geopolítico, no sólo el de Oriente Próximo, y da inicio a una etapa de absoluta incertidumbre. El gobierno sirio de transición y el liderazgo de Al Jolani abren tantos interrogantes que centrarse solo en uno resulta complicado: desde la reubicación de los poderes en Oriente Próximo a la influencia del cambio en otros conflictos o la gestión de las relaciones con el nuevo gobierno. La Unión Europea, por ejemplo, ha empezado ya la toma de contacto con las nuevas autoridades estableciendo unas condiciones que pasan, por supuesto, por el respeto a los derechos humanos.
Y es en ese punto donde se sitúan las mayores dudas sobre lo que pueda venir. En especial respecto a las mujeres. Aunque los dirigentes se han apresurado a asegurar que respetarán sus libertades no sabemos si es una afirmación al estilo talibán en agosto de 2021 o hay un mayor apego a la verdad. Todavía no ha transcurrido ni un mes de esta nueva era y hay que esperar acontecimientos, pero es necesario mantener los controles internacionales para que los velos no caigan sobre Siria, ni aquel que con su silencio sepultó los desmanes de la dictadura de Asad, ni el que con su tela negra y asfixiante cubre a las mujeres en Afganistán e Irán.
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