Tribuna
Acerca de las elecciones vascas (II)
El constitucionalismo vasco actual cuenta con 8 escaños de 75, entendiendo que nadie considera los actuales escaños del PSOE-PSE como «voto constitucionalista». He aquí el gran reto de Feijóo y Abascal
Ante los apabullantes, aunque esperados, resultados de las pasadas elecciones vascas, busqué un desahogo escribiendo algunas reflexiones en mi habitual Tribuna de La Razón. Se centraron, en primer lugar, en el sobrecogedor despliegue de medios empleados por ETA y el nacionalismo en su conjunto - a lo largo de décadas - hasta lograr una significativa criba del censo electoral vasco en su propio beneficio, incurriendo - sin inmutarse - en flagrantes injusticias, como el terrorismo, la amenaza, la extorsión o el tan activo como mendaz adoctrinamiento y la imposición lingüística, entre otros. En segundo lugar, alcancé a mencionar la habitual estrategia del nacionalismo encaminada a eliminar a su adversario político, a las bravas con el coche bomba o el tiro en la nuca o con el sutil «boca a boca» de la injuria, la difamación, cuando no la calumnia, promovidas desde los batzokis del llamado nacionalismo «moderado». El ejemplo por antonomasia lo representan aquella apuesta constitucionalista, a todas luces, ganadora que apuntaba el tándem Fernando Buesa-Goyo Ordoñez, ambos asesinados por ETA en un escaso lapso de cinco años.
Consciente de dejar muchos cabos sueltos, mencioné -citando a Luis Ventoso- la necesidad de intentar arrojar un poco de luz sobre ese «apabullante ejercicio de ingeniería social y de violencia» que habíamos presenciado. En efecto, según fuentes del propio Gobierno Vasco sólo un 23% de los ciudadanos residentes en el País Vasco desearían su independencia de España. Sin embargo, inmediatamente después los dos partidos independentistas (PNV y Bildu) arrasaron en las elecciones de abril de 2024 con la friolera de 54 escaños frente a los 21 de todos los demás, incluyendo los 12 del PSOE-PSE que ha recibido dos escaños de Podemos y que, según fuentes del propio PSE, la presencia de Sánchez en el País Vasco provoca un desplazamiento de votos hacia de izquierda «abertzale». Es decir, el socialismo vasco está más cerca de Bildu que de cualquier otra alternativa, como bien se ha demostrado en el Ayuntamiento de Pamplona.
En esta sobrecogedora oscuridad, algo de luz se obtiene al considerar que la sociedad vasca ha sido amasada, fermentada y horneada durante décadas, en ausencia del Estado de Derecho, hasta la eficaz política antiterrorista del presidente Aznar y sus estrechos colaboradores, vascos -por cierto, Mayor Oreja y Astarloa, entre otros muchos que incluyen a la Guardia Civil y la Policía Nacional. Este contexto socio-político ha creado, sobre una base del legítimo arraigo a la tierra, un mutismo que encubre un profundo estado de desesperanza y de cobardía, proclive a un comportamiento acrítico que dicho con lenguaje popular podría describirse por «¿Dónde va Vicente?... donde va la gente». Apostando por un poco más de profundidad recordaría «en plural» a Miguel Delibes en «La Mortaja»: «… les suponía un notable esfuerzo pensar; prácticamente se agotaban pensando en la perentoria necesidad de pensar».
Un segundo elemento clarificador aflora al saber que un porcentaje mínimo de los votantes del PNV son independentistas, la mayoría sólo practican el seguidismo de lo que consideran un mal menor frente a Bildu. En absoluto son independentistas, prefieren esa permanente situación de privilegio no reconocido, con un «Cupo» calculado al estilo de las «cuentas del Gran Capitán», la ausencia de aranceles, la posibilidad de veranear en Marbella o en Levante con la cobertura de la Seguridad Social, por poner tres ejemplos. Practican un seguidismo «práctico», cautivo, al estilo de los manifestantes en apoyo al patético presidente Sánchez. Éstos no están de acuerdo con que Sánchez se convierta en un dictador «de libro», como aquellos tampoco lo están con que el PNV cada día se parezca más a Bildu, pero por motivos personales o viscerales le apoyan. Toda una esclavitud.
Siguen persistiendo relevantes cabos sueltos como: el liderazgo/autoría de ETA -Bildu en toda esta estrategia que afecta al conjunto España; el reemplazamiento del vasquismo español en la diáspora por la inmigración o que los votantes; o el desconocimiento de qué es ETA en los jóvenes menores de 25 años. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar antes de agotar el espacio disponible el desprestigio del constitucionalismo vasco, vilmente abandonado por el PSOE-PSE desde tiempos de Patxi López, y penosamente gestionado por el PP de Rajoy y «el plan Nanclares 2» de Fernández Díaz, al dictado de Zapatero y una acomplejada actuación de los entonces líderes del PP vasco que se avergonzaban de lo que eran y lo que habían sido: seguro que Borja Semper habrá sacado alguna conclusión en la dirección correcta. Recuerdo una conversación con Jaime Mayor Oreja, siendo presidenta del Foro Ermua antes de mi exilio a Monterrey (México), que en un ejercicio de «premonición» previó con su habitual exactitud los actuales resultados electorales del País Vasco: «…y el constitucionalismo será marginal, residual» -concluyó-. Así es, el constitucionalismo vasco actual cuenta con 8 escaños de 75, entendiendo que nadie considera los actuales escaños del PSOE-PSE como «voto constitucionalista». He aquí el gran reto de Feijóo y Abascal: sinceramente, Javier de Andrés y Amaia Martínez parecen capaces de afrontar tamaño desafío.
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