Historia

Merecido homenaje a Fuentes Quintana

Fuentes logró alcanzar una verdadera coordinación de todos los grupos –de derecha, centro e izquierda–, en los Pactos de La Moncloa, ya que los sacrificios forzosos habrían de exigirse a todos los españoles

Este pasado 16 de enero tuvo lugar, en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, un homenaje a la memoria de Enrique Fuentes Quintana. Conviene recordar, en estos momentos de fuertes tensiones económicas, políticas y sociales –similares a la crisis de finales de 1973, salpicada, a partir de 1975, de fuertes novedades sociales y políticas–, el papel de Fuentes Quintana, y abordar las soluciones con tino.

Fuentes Quintana enlazó la solución, con sanos planteamientos –al revés de lo que ahora sucede–, alejados de acudir al remedio fácil del incremento de la demanda efectiva. Concretamente, cuando el 4 de julio de 1973 llegó al poder como Vicepresidente segundo y Ministro de Economía, ofreció –y pudo verse por televisión–, su programa de política económica. Lo glosé casi inmediatamente en Arriba, el 8 de julio de 1997, indicando que «Fuentes nos hablaba de que el Gobierno … no quiere ocultar los esfuerzos y sacrificios colectivos que serán necesarios para superar las actuales dificultades económicas y que, forzosamente, caerán sobre los españoles. Son obligados los costes de la ordenación de la economía». Como señala Ricardo de la Cierva en su análisis El penúltimo secreto de La Moncloa: los Pactos, fuimos varios economistas –Joan Trullén, Manuel Varela Parache, José Luis García Delgado y yo mismo–, los que, con Fuentes Quintana nos habíamos ocupado de aquella novedad naciente que constituyeron los Pactos de La Moncloa, en los que el profesor Fuentes Quintana fue, por su autoridad reconocida por todos los grupos de la derecha, el centro y la izquierda, el director de orquesta para que la concertación económica y social se conseguirse por consenso.

Así, Fuentes logró alcanzar una verdadera coordinación de todos los grupos –de derecha, centro e izquierda–, en los Pactos de La Moncloa, ya que los sacrificios forzosos habrían de exigirse a todos los españoles.

Esta acción significaba dos cosas: por un lado, que, para salir de la crisis económica, el camino era el marcado por Milton Friedman, en su ensayo de 1967 El papel de la política monetaria –que, por cierto, convergía con el Informe Mcraker de la OCDE–, abandonando, radicalmente, el norte de Keynes y Myrdal, que desde las tomas de posición de Wigfors se habían convertido en una especie de doble estrella polar de la socialdemocracia, y por haberse convertido ya Marx en esqueleto. Incluso se veía cómo despuntaba en el cielo la estrella Ajenjo, que se debía al peso creciente a causa de la reconsideración de los planteamientos de la Escuela de Viena y sus derivaciones sobre el mundo político y social –gracias a instituciones, como la famosa Mont Pelerin Society–, lo cual suponía un violento giro a la derecha.

Por otro lado, era preciso conseguir, de parte de las organizaciones de las izquierdas –tanto partidos como sindicatos– un grado notable de paz social y una clara contención salarial. Para que se aceptasen tantas concepciones, fue preciso ofrecer, como compensación, la herencia de la recién esfumada Organización Sindical Española. Simultáneamente, era necesario que no se redujese el gasto público y que no desapareciese el estado del bienestar. Para ello, se reactivó el llamado proyecto tributario Monreal-Fuentes Quintana, para poder dar la impresión, a las fuerzas de izquierda, de que, aparte de los activos sindicales previos, algo más habían logrado.

Por tanto, en conjunto, ese Pacto fue una operación contra la ideología fundamental de la izquierda. Sin embargo, al observarse a corto plazo, se sintió como una operación progresista anticapitalista. Véase lo que Víctor Márquez Reviriego señala en su obra Apuntes parlamentarios, el 3 de marzo de 1979, donde recoge cómo Carrillo señaló que así «UCD comenzó a deslizarse hacia la derecha, acabando por sumarse a Alianza popular»; y Ricardo de la Cierva, en su libro El penúltimo secreto de La Moncloa: los Pactos, nos dice: «Los ministros de tendencia liberal … se oponen cada vez más abiertamente a la tendencia favorable a los Pactos de Fuentes Quintana y Abril Martorell».

Vinculado con todo eso, surgía la necesidad de tratar el tema de la energía y las centrales nucleares. Todo un problema, pues, como el propio Fuentes me contó, Suárez, en un debate en Consejo de Ministros, había decidido cortar ese avance hacia las centrales nucleares, por considerar que tendría consecuencias de pérdida electoral para el Gobierno que presidía.

Como Vicepresidente, comprendió, por supuesto, que había de exigirse a los españoles el rechazo al incremento del gasto público, evitando sacrificios momentáneos. El huir de esta política traería, sencillamente, un caos social político y económico.

Todo eso tuvo lugar en el inicio de la Transición, pero ante la realidad española que contemplamos ahora parece evidente que el mensaje de Fuentes Quintana que nos envía desde su sepultura en su amado Carrión de los Condes, permanece.

Juan Velarde Fuertes es catedrático y economista.