Al Qaeda
Muerte en el balcón
Sabían que el líder de Al Qaeda, como cada mañana al levantarse, saldría al balcón a contemplar la aurora
El FBI ofrecía una recompensa de hasta 25 millones de dólares por información que condujera directamente a la detención o condena de Ayman Al Zawahiri, el líder de Al Qaeda. A pesar de ser uno de los terroristas más buscados del mundo, Al Zawahiri sobrevivía a una persecución implacable desde 2001. Y pudo viajar hasta el Afganistán de los talibanes en 2022. Allí se escondió en uno de los mejores barrios de la capital afgana, en Sherpur.
Las agencias de Inteligencia de EE UU distribuyeron su descripción física, aunque ya era conocido por su protagonismo en vídeos propagandísticos de Al Qaeda. Recordaron todos los nombres y motes a los que respondía Al Zawahiri: Abu Muhammad, Abu Fatima, Muhammad Ibrahim, Abu Abdallah, Abu al-Mu’iz, El Doctor, El Maestro, Nur, Ustaz, Abdel Muaz… El FBI insistía también en los ojos oscuros y la tez oliva del yihadista egipcio que amenazaba a Occidente tras unas gafas redondas. Pero lo que llevó a su muerte fueron las costumbres de este experimentado terrorista de 71 años.
En Washington lograron identificar a la mujer de Zawahiri y a su hija. También confirmaron la presencia en Kabul de sus nietos. Cada vez que la esposa y su hija salían de la casa, evitaban volver por el mismo camino. Demostraban gran pericia en las técnicas para evitar ser seguidas.
Sin embargo, desde que en la Administración Biden se aseguraron que Zawahiri vivía en Kabul en abril de este año, el líder de Al Qaeda nunca abandonó su residencia. Pasó sus últimos meses en una cárcel de cemento pintada de rosa claro y en la que apenas se escuchaban ruidos. El recinto estaba rodeado con alambre de espino, aunque en su interior había árboles. El yihadista, que había resistido durante años en las remotas montañas de Musa Qala, en la provincia de Helmand, entretenía ahora sus días en una villa de tres plantas.
El egipcio pasaba largas horas en el balcón de la casa. Salía a diario a su minúsculo mundo exterior y se quedaba observando desde la terraza del edificio. Biden no dudó al dar la orden para aniquilar a Zawahiri. Sabían que el líder de Al Qaeda, como cada mañana al levantarse, saldría al balcón a contemplar la aurora. A las 6:18 am, hora de Kabul, un drone le disparó un misil Hellfire.
Ya avisó el escritor Thomas Mann, enemigo de la monotonía, de que «sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos».
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