Jorge Vilches
Un país al servicio de Sánchez
Los sanchistas piensan que todas las instituciones son parte de su Gobierno, también la Corona
Es falso que Pedro Sánchez quiera resolver el «encaje» de los nacionalistas en España. Difícilmente puede solucionar el rupturismo catalanista quien da la razón a los golpistas y culpa del «proces» a los constitucionalistas. No se engañen: el sanchismo no viene a arreglar la «cuestión catalana», lo que podría ser una demostración de patriotismo, sino a asegurar su poder. Con este objetivo Sánchez está poniendo el país y la democracia a su servicio personal.
La campaña orquestada por sanchistas y podemitas para indultar a toda costa a quienes apoyan su gobierno es la prueba de la tentación totalitaria del ejecutivo socialcomunista. Para culminar esta estrategia han desarrollado un plan con cuatro puntos.
El primero, tan evidente como insultante, es apelar a las emociones diciendo que no es la hora de «la venganza o la revancha» para referirse a la aplicación de una sentencia firme. Es la argumentación de la ignominia que prepara, esperando encontrar el auxilio de sus intelectuales orgánicos para convencer al electorado socialista. No se trataría de un perdón, sino de un «echar al olvido», como están haciendo con ETA, para normalizar el pacto con el golpismo. Esa sería la España «sin hipotecas» de la que habla Iván Redondo.
El segundo, ligado con el primero, es culpar a los populares de lo que ocurrió en Cataluña. Lo dijo Carmen Calvo: no fue un golpe contra el Estado, sino contra el PP. Esto permite al sanchismo deslegitimar una vez más a la oposición, su crítica a los indultos y a la connivencia con el independentismo, y reforzar el Pacto del Tinell, aquel nada con el PP, todo contra el PP.
El tercero es un nuevo ataque a la separación de poderes. Los sanchistas piensan que todas las instituciones deben ser la prolongación de su Gobierno, incluida la Corona. No aguantan a los jueces independientes o que les contradicen. De ahí su empeño en meter mano en la elección del órgano judicial, tanto como la resistencia del PP a que lo hagan y la reprimenda de la Unión Europa a Sánchez.
El cuarto, vinculado al anterior, es la apelación a la «voluntad política». Jaume Asens, portavoz de Podemos, señaló que «el tiempo de los jueces como guionistas de la política ha terminado», y que empezaba el suyo, el de quienes quieren saltarse la ley, las sentencias y la separación de poderes para satisfacer a los rupturistas que aseguran su mayoría parlamentaria. Esta izquierda piensa que una mayoría circunstancial elegida en una votación ordinaria otorga el derecho a un poder constituyente que dé la vuelta al sistema.
Esto último es lo más preocupante. Hannah Arendt señaló hace décadas que la apelación a la «voluntad política» para saltarse el Estado de Derecho, las instituciones democráticas, los protocolos jurídicos y el espíritu de concordia, es una demostración de autoritarismo. La idea de que la «voluntad» otorga legitimidad para prescindir de la ley es el argumento de los tiranos. Esa «voluntad» va a permitir que junto al indulto a los golpistas se instale una «mesa de diálogo bilateral», y que venga un nuevo estatuto para Cataluña que contemple lo que el Tribunal Constitucional no permitió en 2010. El conjunto es una victoria nacionalista en toda regla. Mostrarán la sumisión de Sánchez, la guerra entre los poderes del Estado y su debilidad, y que tienen razón en exigir la independencia.
España no se merece caer en la tiranía, en este retorcimiento de la ley y el espíritu de la democracia liberal para sostener a Sánchez en la Moncloa. El país no está a su servicio, sino al revés.
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