Guerra Civil
Ante la situación que vivía el país -represión, bombardeos, hambre, enfermedades- el gobierno republicano pensó en la posibilidad de evacuar a los niños a países aliados o neutrales. Es la primera vez en la historia que un gobierno decide evacuar a los niños para alejarlos de los escenarios bélicos o de una muerte segura. No era una solución fácil, pues el coste de este éxodo era muy elevado. Sin embargo, la idea cobró efectividad cuando cayó el frente del Norte. Fue el gobierno vasco el que organizó una serie de expediciones de niños al extranjero. A ellos se unieron otras comunidades cuando vieron peligrar a sus niños por las ofensivas del ejército nacional.
Para entender cómo se llegó a esta situación debemos tener en cuenta una cosa. El futuro de cualquier país radica en las personas que, con su esfuerzo, lo hacen crecer. El contingente humano muerto en los campos de batalla o como consecuencia de la represión fue muy alto. El futuro de España dependía de los niños. El gobierno republicano, cuando tomó esta decisión, creía que ganaría la guerra. Si los niños continuaban muriendo el futuro sería desolador. Con esta iniciativa, una vez ganada la guerra, el porvenir estaba garantizado. Si en un primer momento se marcharon como evacuados, al perder la guerra se convirtieron en exiliados políticos.
Los países que acogieron niños españoles fueron: Inglaterra, URSS, México, Francia, Bélgica, Suiza, Dinamarca, Holanda, Suecia y Noruega. En el mes de septiembre de 1936 se evacuaron los primeros niños a Francia. El mes anterior este país había cerrado sus fronteras. Pese a no querer intervenir en el conflicto bélico, no negó la entrada de los niños.
Estas evacuaciones consideradas oficiales, recibieron el apoyo de organizaciones políticas, sindicales y humanitarias. Las instituciones políticas siempre tuvieron muy claro que esta situación era provisional. La guerra no duraría mucho tiempo. Una vez conseguido el objetivo, esto es, la victoria, los niños volverían.
Cuando las poblaciones quedan bajo el gobierno nacional pedían a los países anteriormente citados que repatriaran a los niños. Casi todos estuvieron de acuerdo. ¿Por qué? Con el paso de los meses, Europa reconocía la legitimidad del gobierno de Franco. La República iba perdiendo repercusión internacional. Era lógico, pues, que los denominados países aliados aceptaran esta petición.
Muchos de aquellos niños que ahora eran reclamados habían perdido a su familia. Llegarían a un país diferente, solos, y deberían empezar desde cero. Por eso es por lo que dos países se negaron a repatriarlos. Estos fueron México y la URSS. También estaba el factor político. Ambos países no reconocieron la legitimidad del régimen franquista. La URSS colaboró militarmente con el ejército republicano y México se convirtió en el idílico destino de muchos exiliados españoles a partir de 1939.
Durante la Guerra Civil fueron evacuados de España 34.037 niños. A esta cifra debemos sumar aquellos que se exiliaron con sus padres en 1939. En total salieron de España, por una u otra circunstancia, cerca de 70.000 niños.
El gobierno republicano creó sus propias colonias para proteger a los niños. En septiembre de 1937 había 564 colonias repartidas por toda la denominada zona republicana. En total albergaban 45.248 criaturas. Las colonias se dividían en dos clases: 158 eran colectivas y 406 de régimen familiar. Cada colonia tenía un director responsable, varios maestros y personal auxiliar. Con el avance del ejército nacional fueron reconvertidas en campos de refugiados. Las instaladas en Valencia y Cataluña perdieron esta condición y sirvieron de antesala hacia el exilio francés.
Si bien es cierto que se ha hablado mucho sobre la Guerra Civil, pocas han sido las obras dedicadas a los niños del exilio. Ellos sufrieron una guerra que no entendían. Fueron apartados de sus padres y trasladados a un país extranjero. Allí empezaron una nueva vida. Esta no fue fácil. Si bien es cierto que recibieron educación, aprendieron un nuevo idioma, no tuvieron carencias alimenticias, fueron tratados con afecto y mimo, les faltaba lo fundamental: sus padres.
Para estos últimos la guerra no fue un camino de rosas. Muchos murieron en el frente, o fueron represaliados, o los encarcelaron, o tuvieron que exiliarse. En definitiva, muchos españoles nunca jamás volvieron a su lugar de origen. Teniendo en cuenta todas estas circunstancias, muchos de estos niños exiliados decidieron quedarse en el país de acogida. En España ya no los quedaba nada. Allí, al menos, formarían su propia familia.
Otros volvieron. Se marcharon de su país como niños y tenían una visión utópica de sus padres. Los años habían pasado. Ni sus padres ni ellos eran las mismas personas. Se conocieron de nuevo. Muchos no aguantaron la presión y volvieron al país que los había acogido. Los que se quedaron fueran considerados, por el régimen franquista, como exiliados políticos. Partieron de España como evacuados y ahora eran desafectas al régimen. La vida tiene estas contradicciones. Y no es sólo esto. Al drama personal hemos de añadir el de una dictadura, la II Guerra Mundial, la persecución nazi, y la omisión de un pasado y su propio olvido. Sus vidas quedaron marcadas por una guerra civil y por muchas frustraciones personales.
Muchos lloraron durante años la muerte de sus seres queridos. Algunos salieron adelante, otros no. Habían dejado atrás una guerra civil. Los niños, cuando volvieron, tuvieron que empezar de nuevo. A todos ellos les une un pensamiento: no los dejaron ser niños.