Medio ambiente

Jeremy Rifkin: «El ciclo del agua se ha vuelto impredecible. La hidrosfera nos está llevando a la extinción masiva»

El sociólogo estadounidense habla con LA RAZÓN sobre cómo pecamos al creer que podíamos dominar la hidrosfera, que ahora se retuerce en forma de diluvios. En su libro «Planeta Aqua», invita a repensar la sociedad en torno a una economía azul

Jeremy Rifkin
Jeremy RifkinFundación Rafael del Pino

La coincidencia quizá no lo sea tanto, pero esta entrevista tiene lugar un día antes de que una de las DANAs más virulentas de la historia de España descargara en Valencia. Tras preguntarle acerca de la situación climática en Europa, Jeremy Rifkin se reclina sobre el asiento de su despacho y realiza una pausa al otro lado de la pantalla, desde su Estados Unidos natal: «Las inundaciones, las sequías, las olas de calor, los incendios forestales... toda la infraestructura se ha derrumbado. Y toda la cosmovisión que tenemos, se ha derrumbado con ella», afirma. Por siglos, hemos creído que vivíamos en un planeta terrestre, cuando, en realidad, vivimos en un planeta de agua. «Toca reconstruir la sociedad, la forma en la que nos organizamos económicamente, cuáles son nuestros valores y cómo debe ser nuestra cultura», manifiesta.

«Planeta Aqua» (Paidós, 2024) llega a las librerías para advertirnos de que «hemos juzgado mal la verdadera naturaleza de nuestra existencia y a qué debemos nuestra fuente de vida». Por siglos, hemos creído que vivíamos en un planeta terrestre, cuando, en realidad, vivimos en un planeta de agua. Eso nos ha hecho pensar que podíamos dominar todas las aguas del planeta para nuestro beneficio. Ahora, la hidrosfera nos advierte que debemos adaptarnos a ella en lugar de intentar doblegarla. En el libro, propone un cambio profundo: ver el agua como una fuente de vida en lugar de un simple recurso.

Aunque confiesa que la mayoría del tiempo «no se siente escuchado» por empresarios ni políticos, lo cierto es que Rifkin ha sido el arquitecto de muchas de las políticas que configuran la Unión Europea. El pensador estadounidense lleva señalando desde los años 70 la necesidad de reimaginar el futuro para alcanzar un modelo de vida sostenible. En los 2000 aterriza en la Comisión Europea y en el Parlamento. Desde entonces, ha asesorado a diferentes mandatarios como con Ursula von der Leyen.

Con sus libros «La Tercera Revolución Industrial» (Paidós, 2011) y el «Green New Deal Global» (Paidós, 2019), Rifkin sienta las bases del Pacto Verde europeo y del Green New Deal estadounidense. Ahora, propone abrir paso a un «Acuerdo Azul». En esta línea, sugiere que el próximo paso en la historia humana sea renombrar nuestro planeta como Planeta Aqua y promover una Economía Azul que complemente la Economía Verde.

—¿Cuál es la visión central de Planeta Aqua?

—Lo hemos olvidado, pero en 1972, la famosa foto de la «Tierra» tomada por la misión Apolo 17, mostró un planeta azul no uno verde. Este cambio de perspectiva es clave para entender la crisis ambiental que vivimos. Con toda probabilidad vamos a perder en torno al 50% de todas las especies que habitan en la Tierra en las próximas ocho décadas. La última vez que tuvimos una extinción de esa magnitud fue hace 65 millones de años. Tenemos unos 11 años para transformar completamente la civilización y aprender a vivir de otra manera en este planeta.

—¿Cómo llegamos a esta crisis?

—Todo se remonta a hace 6.000 años, en Mesopotamia, cuando las civilizaciones empezaron a tratar el agua como un recurso utilitario en lugar de una fuente de vida. Siguió con la creación de canales; comenzó lo que llamo «civilización hidráulica urbana» que alcanzó su apogeo en el siglo XX, con megaproyectos como la presa Hoover o las Tres Gargantas. Hoy, estas infraestructuras están al borde del colapso, y el ciclo del agua, alterado por el cambio climático, se ha vuelto impredecible.

—¿Cómo afecta el cambio climático a la hidrosfera?

—La hidrosfera terrestre nos está llevando a una extinción masiva mientras busca un nuevo equilibrio. De ahí los inviernos con nevadas históricas, los huracanados otoños con inundaciones extremas o las devastadoras sequías veraniegas, que causan estragos en los ecosistemas, infraestructuras y la sociedad. A medida que aumentan las temperaturas por las emisiones de gases de efecto invernadero, por cada grado adicional, la atmósfera absorbe un 7% más de agua de ríos, mares y suelos. Esto crea eventos extremos: lluvias torrenciales, diluvios y olas de calor que devastan ecosistemas y causan enormes pérdidas humanas y económicas.

—¿Cómo podemos reconfigurar nuestra relación con el agua?

—Debemos ver el agua como una fuerza vital, no como un recurso. Durante milenios, hemos alterado ríos y cuencas para expandir nuestras ciudades y poblaciones, pero ahora estamos pagando el precio. La hidrosfera se está «resilvestrando» y escapa a nuestro control, lo que exige una visión completamente nueva de la infraestructura y la gestión del agua. Esto significa que las infraestructuras creadas para manipular el agua deben ser replanteadas. Europa, particularmente, es el continente que más rápido se está calentando, y está en alto riesgo climático.

—¿Qué papel juegan Europa y España en esta situación?

—Europa, y España en particular, enfrentan un calentamiento acelerado y fenómenos climáticos extremos como sequías, incendios forestales, riadas e inundaciones. La Agencia Europea de Medio Ambiente advierte de una crisis climática sin precedentes en los próximos 20 años. España podría volverse un clima desértico para 2050, pero también tiene la oportunidad de liderar una «economía azul», que complemente el Pacto Verde europeo.

—¿Qué propone?

—Necesitamos una revolución conceptual. En vez de ver el agua como un recurso, debemos considerarla una fuente de vida. Esto implica transformar nuestras infraestructuras hacia sistemas descentralizados, como la recolección de agua en techos, la depavimentación, la infraestructura verde para permitir la infiltración de agua a los acuíferos y redes de agua distribuidas que soporten sequías y olas de calor. Además, debemos adoptar una gobernanza biorregional como una alternativa a los Estados nación para gestionar ecosistemas. Ya hay ejemplos. Ocho estados de EE UU y dos provincias canadienses comparten los Grandes Lagos en gobernanza biorregional. ¿Y sabes cuánta agua hay ahí? El 20% de toda el agua dulce superficial del planeta. China tiene ocho biorregiones. Europa tiene una: Francia y España tienen la única biorregión. Es Occitania, los Pirineos, las Islas Baleares… Sois los únicos.

—¿Cómo se relaciona esto con la tercera revolución industrial?

—Esta tercera revolución industrial es digital, descentralizada y sostenible. Hoy, millones de personas generan su propia energía solar y eólica. Del igual forma, pronto veremos micro-redes de agua que permitan a las comunidades recolectar, almacenar y gestionar el agua sin depender de sistemas hidroeléctricos masivos. La descentralización es clave para reducir nuestra dependencia de infraestructuras centralizadas, propiedad de empresas que no tienen asegurado su lugar en el futuro de aquí a 40 años (por eso Meta o Google ya no están en Silicon Valley, están por todo el mundo porque los recursos son globales).

—¿Cómo será la relación entre humanidad y agua en el futuro?

—Necesitamos un cambio de paradigma. Si reconocemos que vivimos en un planeta acuático y tratamos el agua como una fuente de vida, podemos reducir los efectos de esta crisis y desarrollar un «Pacto Azul» que complemente el Pacto Verde. España y Europa, que ya enfrentan los efectos de la crisis hídrica, tienen la oportunidad de liderar este cambio. Mientras escribía el libro la Unión Europea comenzó a contemplar un acuerdo azul. Están empezando a decir «eh, necesitamos un acuerdo azul porque el agua no está ahí cuando la necesitamos».

Debemos repensar cómo usamos y compartimos el agua; desarrollar infraestructuras que se adapten al cambio climático en lugar de intentar dominarlo. Somos parte de un todo. Todo está conectado. Ahí es donde tenemos que ir si queremos mantener nuestro pequeño experimento en el universo. Porque, por mucho que busquemos agua en otros lugares, de momento, solo la tenemos aquí, en nuestro planeta y en nuestro cuerpo.