Entrevista

«El huerto urbano ya no es cosa de hippies»

El sociólogo y experto en soberanía alimentaria, José Luis Fernández 'Kois', publica 'Huertopías' (Capitán Swing), el libro más completo sobre cultivos urbanos en España

José Luis Fernández Casadevante ‘Kois’, Sociólogo, experto internacional en soberanía alimentaria por la UNIA. Miembro de la cooperativa de trabajo asociado GARUA desde 2009 dedicada a impulsar investigaciones, proyectos y procesos formativos relacionados con la ecología social. Miembro del Consejo de Redacción de la Revista Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global. Activista del movimiento vecinal desde hace más de una década, actualmente involucrado en promover proyectos de agricultura urbana como Responsable de Huertos Urbanos de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM).
José Luis Fernández Casadevante 'Kois'NACHO GOYTRE

Si el futuro es distópico, imaginamos plantas trepadoras que escalan por los edificios y se abren paso por entre las grietas del asfalto. Pero, si es próspero, la tecnología se encuentra en un "entorno clínico" e intocado por la naturaleza. «Es un sinsentido; el futuro de las ciudades no puede ser futurista, valga la redundancia. Tampoco se parecerá al fantaseado en las películas de ciencia ficción o al ideado por las grandes corporaciones tecnológicas. Inevitablemente, ese futuro pasará por asumir la agenda del ecourbanismo».

La reflexión la firma José Luis Casadevante 'Kois', un histórico de los movimientos vecinales en Madrid (ahí estaba, mientras se sembraban los primeros huertos en la capital), sociólogo y experto internacional en agricultura urbana. Ahora, también es el autor de Huertopías. Ecourbanismo, cooperación social y agricultura (Capitán Swing, 2025), el libro más completo sobre cultivos urbanos en España.

Su tesis es que la agricultura urbana –huertos comunitarios, zonas de cultivo en escuelas, en cárceles, en los jardines de los hospitales, en las azoteas...– emerge como una herramienta de cambio crucial para hacer sostenibles las ciudades. Algo que «los políticos todavía cuestionan, pero que en realidad comprendimos hace unos años, en la pandemia, y que volverá a ocurrir en los próximos años producto de las crisis que acelerará el calentamiento global».

«No es un acto heroico, pero cuidar un huerto es una forma de asumir compromisos tangibles con un lugar, de responsabilizarnos de un fragmento del mundo».

—¿Qué quiere ser «Huertopías»?

—Quería recopilar los mejores ejemplos que conozco de agricultura urbana en ciudades occidentales y tratar de ofrecer una mirada panorámica sobre este fenómeno ya que muchas veces queda ridiculizado a «unos hippies cultivando». De ahí la aproximación compleja hacia la renaturalización, transformación de sistemas alimentarios o vertebración social entre otros.

—¿Dónde puede ser útil un huerto urbano a nivel social?

—Funcionan con éxito a la hora de ofrecer ciertos servicios a nivel multifuncional, desde huertos en barrios hasta en centros de salud, pasando por prisiones, campos de refugiados, zonas de conflicto bélico, centros de adicciones… La terapia hortícola, todavía no muy desarrollada, también es interesante. Por razones como estas quería sacar a este fenómeno de la mirada reduccionista que a veces se tiene de él.

—¿Consideras que el concepto de la agricultura urbana está atrayendo a perfiles más allá del activismo de izquierdas?

—Llevo años en el movimiento vecinal y puedo asegurar que los huertos son una de las experiencias asociativas más acogedoras que existen. No tienes que llamar a una puerta, no tienes que ir a un local, en el que no sabes que te vas a encontrar al otro lado del umbral. En un huerto urbano, miras a través de la valla, ves a la gente y ves lo que está sucediendo. Si te interesa, te invitan a pasar. Es algo a promover porque es una actividad intergeneracional e inclusiva donde participan todo tipo de perfiles. Se está acabando con estereotipos ya que ofrecen beneficios de manera transversal a toda la población.

—Existen personas que piensan que no hay espacio en las ciudades para los huertos...

—Espacio físico hay más del que parece. Cuando cambias la mirada que tienes sobre la ciudad, aparecen muchas ubicaciones potenciales para situar huertos. Es el caso de Madrid, por ejemplo: va camino de tener 100 huertos comunitarios y, cuando arrancamos, esto era algo prácticamente inverosímil; todos lo veían muy difícil. Hoy, es una política pública muy consolidada y una de las banderas que ondea el Ayuntamiento de Madrid en el Congreso Nacional del Medio Ambiente. El objetivo de «Huertopías» es conseguir espacios para huertos urbanos en el corazón de las ciudades, para poder entenderlas y disfrutarlas de otra manera.

—Cuando imaginamos una distopía, vemos una ciudad tomada por las plantas, pero cuando imaginamos un futuro próspero, aparece ausente de naturaleza. ¿Futurismo utópico y naturaleza son ideas reñidas?

—En el libro planteo que existe una tensión entre la idea del colapso (la naturaleza supera a la civilización) y el solucionismo tecnológico. Cuando creemos que la tecnología resolverá todos nuestros problemas, olvidamos el factor humano, cómo nos vamos a organizar o cómo vamos a convivir. Creo que la tecnología puede aportar a la transición ecosocial, pero no es una condición suficiente por sí sola. Ante esa realidad, la agricultura urbana introduce debates importantes, por ejemplo, sobre cómo entendemos el sistema alimentario.

—¿Qué estrategias prácticas propones a las ciudades para favorecer la agricultura urbana?

—Debemos entender que es necesario acometer un proceso de renaturalización y que algunas ciudades lo están haciendo de forma seria. Pienso en el ejemplo de París, donde están desasfaltando calles, eliminando rotondas, plantando pequeños bosques urbanos, un plan de azoteas verdes… En París saben que dentro de 20 años van a tener el clima de Sevilla. Es decir, se están anticipando y tomando en serio las recomendaciones que el ecourbanismo viene dando hace tiempo. Es normal tener miedo al cambio, pero nuestra vida puede mejorar mucho con él. También dio miedo peatonalizar El Retiro o la calle Fuencarral, cuando ahora nadie querría volver a dejar pasar coches por estos lugares.

—¿Ciudad que sea un buen ejemplo?

—Madrid progresa muchísimo en términos de agricultura urbana: tiene una red escolar de 200 huertos, está adherida a un proyecto pionero de huertos productivos y es una ciudad que presenta avances. Como ejemplo de actuaciones integrales, tenemos que ir hasta Nueva York, donde llevan décadas de trayectoria y directamente hay una concejalía para la Agricultura Urbana que coordina toda la acción: huertos profesionales, comerciales, verticales, escolares, azoteas… Una mirada que potencia las posibilidades de cada tipo de huerto desde un punto de vista estratégico.

—¿Un consejo para 2025?

—Ojalá logremos sembrar semilla de cierta reconciliación, huyamos de los climas de polarización en los que estamos plantados y consigamos, así, tener estrategias comunes para abordar la crisis ecosocial.