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Medio Ambiente

Las 200.000 toneladas de basura que se comieron a un hombre en Coruña

El vertedero de Bens, que se derrumbó en 1996 arrasando coches, lanchas, un poblado de 300 vecinos , un puerto y a un jubilado que nunca apareció, no sirvió de lección para Zaldibar

Basura acumulada en el vertedero de Bens que se derrumbó en 1996 / TVE
Basura acumulada en el vertedero de Bens que se derrumbó en 1996 / TVElarazon

Poco antes de las diez de la mañana del 10 de septiembre de 1996 los coruñeses quedamos sobrecogidos por un fuerte estruendo seguido de un penetrante hedor putrefacto que envolvió durante meses a la ciudad de la Torre de Hércules. Un monte de San Pedro que crecía día a día con kilos de basura se derrumbó. Las miles de toneladas de mierda, con perdón, llegaron hasta el mar llevándose a su paso un poblado, decenas de coches y de barcas, el islote de San Pedro, el puerto de o Portiño, y lo peor de todo, a Joaquín Serantes, un coruñés del que nunca se encontró el cuerpo.

A la periodista Elvira Álvarez, entonces redactora jefe de la cadena Cope en Coruña, y una de las primeras personas en llegar, lo que más se le quedó grabado fue el olor que duró durante semanas: “La gente iba con pañuelos cubriendo la nariz empapados en colonia, por la radio era indescriptible el hedor tan penetrante que nos envolvía”.

El derrumbe fue una historia anunciada porque desde la década de los 70 en una vaguada en cuyo fondo estaba el poblado de O Portiño cientos de camiones vertían cada día los desperdicios de los vecinos de la ciudad y de los 400.000 más que vivían entonces en el área metropolitana de la capital herculina.

Las capas de porquería sin ningún tipo de compactación se entremezclaban con tierra y conformaron, sin que nadie tomara cartas en el asunto, una montaña de 200.000 toneladas que sobrepasaba la altura del propio monte de San Pedro.

El Ayuntamiento era consciente de la situación pero miraba un poco de perfil. Unos cuatro años antes había propuesto destinar una partida para construir un muro de contención de la zona, algo del todo insuficiente, e incluso había solicitado ayudas a Europa para el cierre del vertedero de Bens.

Poco meses antes del derrumbe de desechos, un incendio en la porquería acumulada desestabilizó el terreno y aceleró un derrumbe que era ya casi inminente. Los periodistas que entonces relatábamos lo que ocurría a diario en la ciudad más elitista de Galicia contamos al mundo entero una noticia que abrió informativos de televisiones europeas. Casi no había móviles, las redes sociales ni existían, los fotógrafos y cámaras fueron los transmisores de las imágenes de la vergüenza: una ciudad que presumía de cosmopolita y nunca se había preocupado de su “mierda”.

Día tranquilo

El día que los desperdicios decidieron caer por toda la ladera era una jornada que se tornaba tranquila en Coruña, en cuanto a noticias se refiere. “Era un día que no había nada en la agenda de noticias. Yo estaba tomándome un café en un bar de la Plaza de Lugo con un periodista de la Agencia Efe y diciendo que no había nada para contar ese día. De pronto lo llamó su mujer, que trabajaba en la Ser, y le dijo que se iba al Portiño porque había un derrumbamiento. Nosotros fuimos también. La Policía Local no nos dejó pasar en una rotonda, bajamos del coche y notamos el horrible hedor, fuimos andando y nos encontramos el panorama desolador”, matiza la redactora jefe de la Cope a LA RAZÓN.

La entonces ministra de Medio Ambiente, Isabel Tocino del PP, después del suceso quiso dejar claro que la responsabilidad fue del Ayuntamiento, regido por el socialista Paco Vázquez. “Se veía venir” señaló en una comparecencia junto al presidente de la Xunta, Manuel Fraga, y se negó a declarar a Bens como zona catastrófica.

Todos los políticos se “pasearon” por la ladera del Monte de San Pedro para dar su versión de los hechos y ofrecer soluciones. Los periodistas también asistíamos a estas puestas en escena. El olor a putrefacto se hizo cotidiano hasta en los lugares más recónditos de la ciudad. Ni las mejores mascarillas de las que ahora se rebuscan para combatir el coronavirus eran capaces de quitar de la nariz de los coruñeses el “perfume” penetrante.

Una excavadora removiendo la basura del vertedero de Bens, Coruña, en busca del hombre sepultado / RTVE
Una excavadora removiendo la basura del vertedero de Bens, Coruña, en busca del hombre sepultado / RTVElarazon

Para Álvarez una de las cosas también impactantes fue ver a las semanas la playa llena de restos de la basura que cayó. “La playa del Portiño estaba llenas de plásticos de lo que había caído, fue una imagen que nunca olvidaré”.

Los primeros días y semanas los esfuerzos se centraron en buscar el cuerpo de Joaquín Serantes, el único desaparecido, que a la postre no era de los 300 vecinos del poblado, sino que iba al puerto a diario a sentarse a leer el periódico y hablar con los pescadores, ese día decidió lavar su coche. Serantes, trabajador de Radio Nacional, estaba jubilado. Se removieron miles de las aproximadamente 200.000 toneladas de basura y fue imposible encontrar restos humanos, solo de algunos animales que seguramente estarían ya entre los desechos. La familia y amigos de Serantes se lamentaron de los hechos y culparon al consistorio de que su hermano y esposo hubiese muerto “sepultado entre mierda”.

Como medida de urgencia se realizaron trabajos de contención de la basura para que dejara de caer al mar, lo que unido a las fuertes indemnizaciones a los afectados, supusieron elevados gastos para el Ayuntamiento.

Fue el desastre medioambiental más grande de la era pro ecologismo. Hasta el mítico Francisco Vázquez se convirtió a la corriente verde y de la mano incluso de Greenpeace buscó fórmulas ecológicas para tratar los residuos. No se quiso apuntar al Plan de la Xunta de incinerar e ideó un sistema de sellado a través de creación de biogás que se aprovechó para la producción energía en una planta de cogeneración en Nostián.

Pulmón verde

Una inversión de 18 millones de euros transformó al mayor vertedero de Galicia en un parque verde de 600.000 metros cuadrados que se convirtió en el pulmón de la ciudad más al noroeste de la Península. Las miles de toneladas de porquería enterradas respiran a través de un centenar de pozos de desgasificación por donde expulsan el metano producido por la fermentación de la basura.

Un desastre ecológico que fue el punto de inflexión para levantar conciencias sobre el tratamiento de los residuos más sostenible, pero del que a pesar de haber ocurrido hace 23 años otras localidades, como Zaldibar, no aprendieron nada y están ahora en la misma situación.