Madrid

El último capítulo de la Librería Romo

Pasamos con su dueña las últimas horas antes de cerrar sus puertas, después de 40 años como el alma literaria del barrio de Prosperidad

Los carteles en color fosforito y los precios bajos hacen presagiar que el cierre está cerca. Es el último día de la Papelería Librería Romo. Una mítica del barrio de Prosperidad, donde desde hace 40 años vecinos y madrileños han podido adquirir libros y materiales escolares. Gema, su actual propietaria, tenía 16 años cuando empezó a trabajar allí. Acababa de terminar el colegio, tenía claro que no quería estudiar y un cartel en la puerta de la por entonces recién estrenada librería del barrio –que decía «se busca dependienta»-, llamó su atención. Jamás imaginó que esas cuatro paredes la verían crecer, casarse, madurar, tener hijos… y darle una segunda familia. Sus clientes y vecinos del barrio. «Antes no había bazares ni internet, todo el mundo acudía a comprar a las tiendas del barrio. Los niños venían a por regalos de cumpleaños, libros, cosas que necesitaban para el colegio…», cuenta nostálgica a este periódico. Una experiencia de 34 años que le ha permitido vivir todo desde la evolución del mercado hasta el cambio en los hábitos de compra y del barrio. «Prosperidad se ha rejuvenecido y la gente joven ya quiere que con un clic le lleven las cosas a casa. Todo ha cambiado, esto se ha perdido y es una pena».

Señala los dos últimos años como los más duros de su vida, de caída y metiendo dinero en un negocio que no estaba funcionando. «Cuando mi jefe se jubiló y me traspasó la tienda, hace 14 años, se seguía vendiendo. Traje cosas nuevas, le di un lavado de cara… pero la situación ya era insostenible», reconoce. Fue el pasado mes de octubre cuando tomó la decisión, después de una mañana en la que solo hizo un par de fotocopias. «Para eso había quedado la librería, para impresiones y copias. Llamé a mi ex jefe, que sigue siendo el dueño del local, y le dije que esto no podía seguir así. Pero me pidió que esperase a que pasaran las Navidades porque siempre vendíamos más...». Durante meses se aferró a ese sentimiento de que pronto la situación cambiaría, pero la realidad le abrió los ojos. Aún recuerda los años en los que podían facturar hasta 100.000 euros y esos comienzos de curso en los que la trastienda estaba hasta arriba de paquetes con libros y materiales con el nombre de cada niño. «Ha habido septiembres que he abierto a las ocho de la mañana y he salido a las nueve de la noche, pero daba igual, porque había venta y trabajo. Ahora no vendemos nada. Lo que tienen que pedir lo hacen por internet. Pero lo que no se puede es estar aquí matando las horas. Porque después vienen los vencimientos, los impuestos, la cuota de autónomos…», suspira y añade. «¿Y qué hacemos? Pues irnos».

Gema Cañas, propietaria de la librearía papelería Romo
Gema Cañas, propietaria de la librearía papelería RomoJavier Fdez.-LargoFotógrafos

En el último año son 60 las librerías que han cerrado en la región y este año ya van diez. «Conozco muchos casos en los que los libreros están aguantando porque les queda poco tiempo para jubilarse, pero yo soy todavía joven, tengo 50 años y creo me queda mucho por hacer». Para ella, el Plan ACCEDE no está ayudando a parar esta situación. «Se supone que se creó para beneficiar a las pequeñas librerías pero no nos está beneficiando nada. Se permite entrar a editoriales y distribuidores que ofrecen mejores precios y servicios con los que no podemos competir y eso nos está matando», asegura. En su caso han sido más de 80 las ofertas a las que se ha inscrito para suministrar libros y ninguna se la han concedido. «Tengo un colegio a 20 metros al que surte un distribuidor de Málaga. No tiene ningún sentido». Por otro lado, este plan hace que libros se recojan en los colegios lo que evita que los padres vayan ya a las librerías. «Antes, cuando venían a por los libros ya aprovechaban para llevarse los forros, los cuadernos, rotuladores.... ahora se dispersan». Pero las librerías son mucho más, lugares que a todo el mundo le gusta. «Conozco a mis clientes y ya sé lo que les gusta. Me piden recomendaciones de libros, les pregunto y me preguntan por mi familia... todo eso se va a perder». Antes todas sus estanterías, ahora vacías, estaban llenas de libros de infantil y juvenil y el resto las dedicaba a novedades para adultos. «Este año he vendido tres libros de juvenil y pocos más de adulto. El barrio está cambiando y nos hemos vuelto más cómodos».

En las últimas horas son muchos los clientes que se han desplazado para despedirse y desearle lo mejor a su librera de confianza. También para ayudarla en la liquidación. «Tengo muy buenos clientes y muchos han venido después de muchos años porque me han visto en los medios y me querían ayudar». Confiesa que además ha habido alguna lágrima y sorpresas que le han dedicado por su atención y dedicación estos años. A todos ellos ya les ha indicado dos puntos de venta cercanos donde pueden seguir comprando y donde serán bien atendidos. «Me preocupa especialmente la gente mayor, que no se defiende en internet y que ahora me dicen que dónde irán. Les he recomendado un par de colegas que sé que les atenderán igual de bien». Lo que no ha vendido lo donará a un colegio en La Torre, una pedanía de Valencia afectada por la DANA. «¿Para qué quiero yo cuadernos, rotuladores, archivadores, pinturas...? Ellos lo necesitan y creo que no hay mejor manera de cerrar esta etapa que ayudando a una zona olvidada que está tratando de salir adelante».

Gema Cañas, propietaria de la librearía papelería Romo
Gema Cañas, propietaria de la librearía papelería RomoJavier Fdez.-LargoFotógrafos

Son varias las ofertas de trabajo que le han llegado en los últimos días, la mayoría por parte de sus clientes. «Ahora mismo no estoy buscando nada. Necesito parar y asimilar todo lo que ha pasado. Es un cambio muy grande, esta es mi vida, pero lo afronto como el cierre de una etapa y el comienzo de una nueva que estoy segura

de que será igual de buena», confiesa. En cuanto al local, en un primer momento le propuso al dueño un nuevo traspaso, encontrar a alguien que como ella mantuviese el apellido Romo en el barrio. «Pero no quiere, piensa que esto hay que pararlo. Una vez lo venda supongo que harán una casa, como está pasando con muchos locales. Lo que está pasando en Prosperidad ya ha pasado en otros barrios», asegura.

A la pregunta de si volvería a ser librera, su respuesta es un contundente «sí». Su intención ahora es formarse y quizás probar en un sector nuevo, aunque no descartaría una buena oferta en una librería. «Si no es así, seguiré entrando cada vez que vea una. No hay nada que me guste más que el olor a libro nuevo».