Comercios centenarios

Un refugio contra la moda rápida: la perfecta imperfección de las camisas Burgos

El comercio centenario Camisería Burgos se dedica a la venta de estas prendas, entre otras, que hacen a medida y a mano, aunque también han incluido una línea a máquina para adaptarse a los tiempos y atraer a un público más joven

La emblemática Camisería Burgos fue fundada en 1906 por Julián P. Burgos y luego adquirida por Santiago Olave. Históricamente y hasta nuestros días, Burgos representa la camisa de calidad y tradición hecha a medida. Reportaje establecimientos centenarios en Madrid.© Alberto R. Roldán / Diario La Razón.10 01 2025
Carmen Álvarez, gerente de la tienda y tercera generación de la familia, mide el pasado 10 de enero una camisa en su tienda de la calle Cedaceros, 2. Alberto R. RoldánFotógrafos

José Antonio Vega, de 63 años, sostiene la tijera y se acerca a la tela recién planchada por Angelica Nenutil, de 30. Los patrones de papel –medidas de los clientes– ya están colocados encima de la mesa y del tejido para empezar a cortar. A la vez, Carmen Álvarez, gerente de Camisería Burgos y tercera generación de la familia, revisa los cuadernos donde tienen anotados los pedidos y sus detalles: aunque también lo tienen digitalizado, hay algunos que es mejor mirar en papel. En este negocio centenario, fundado en 1906, se venden camisas, pijamas, guayaberas, chaquetas y boxers a medida y hechos a mano. Aunque en los últimos años han decidido incluir también el bordado a máquina para «adaptarse a los tiempos» y acoger así a público más joven.

Carmen Álvarez estuvo trabajando durante 18 años en una multinacional en la que llevaba temas de informática. La tienda era propiedad de un señor llamado Julián P. Burgos, de ahí el nombre de la empresa. «Mi abuelo era cortador aquí», relata Álvarez. Y este lo compró en 1906. «Esa era la época dorada de la ropa a medida: había mucho artesano, mucha costurera, mucho cortador, mucho de todo. Ahora el problema es al revés. Antes era un negocio boyante y ahora cada vez es más pequeño», dice.

Por ello, desde que llegó en 2008, en plena crisis económica, ha tenido que «adaptarse a los tiempos». En esos momentos se trabajaba con piezas de tejidas y se compraba mucho metraje. En cuanto a ellos: «Ahora trabajamos también con un taller. Hemos puesto una línea de camisas a máquinas para abaratar el precio. Que haya las dos opciones: el que quiere todo a mano y el que quiere también a máquina. Y eso da entrada a las nuevas generaciones», dice Álvarez, que menciona que se puede hacer el corte a mano y terminarlo a máquina para que el precio baje.

Ahora, cuenta la gerente, vienen más jóvenes. «Empiezan con la camisa de la boda. Pero luego se dan cuenta que los productos de una marca que están hechos en China y ni siquiera están a medida te salen más o menos el mismo precio».

Carmen Álvarez revisa los cuadernos de los pedidos. Al fondo, José Antonio Vega y Angelica Nenutil confeccionan un pijama a mano, el pasado viernes 10 de enero
Carmen Álvarez revisa los cuadernos de los pedidos. Al fondo, José Antonio Vega y Angelica Nenutil confeccionan un pijama a mano, el pasado viernes 10 de eneroAlberto R. RoldánFotógrafos

Y es que la propuesta de Burgos es lo contrario a la moda rápida (conocida también como «fast fashion»). Hacer una camisa a mano requiere un trabajo de 9 horas. Y parte de ese trabajo se realiza en la planta baja, a la que se llega tras descender por una escalera de caracol que tiene los mismos años que la tienda. Abajo: una habitación cuadrada, con una mesa dispuesta en el centro, planchas unidas a enchufes colgantes y el suelo lleno de jirones.

De hecho, también reciben encargos para hacer arreglos: camisas que hicieron hace 10, 15 años y les cambian el puño o el cuello. Y eso que ahora, según Álvarez, «no estamos en una época muy low cost (de bajo precio)». Hoy la situación «ha cambiado un poco: hay gente que prefiere tener tres cosas buenas; que aprecia mucho más la calidad que la marca».

(En la tienda hay imágenes de célebres clientes, como Orson Welles con una guayabera o Adrien Brody con su ropa para la película Manolete; también Andy García, Sharon stone, Penélope Cruz. Y es conocido que allí compraba el actor Cary Grant. «Las últimas que hicimos fueron a Tom Hanks y al equipo de la película «Asteroid City» Wes Anderson, 2023 que rodaron en Chinchón. Les hicimos las camisas y los pijamas»).

«Y es que la gente antes se pensaba que se cobraba más por ser tal sitio. No. Se paga mas por una calidad», dice Álvarez, que tiene unos catálogos infinitos de telas para elegir, como el «Seaisland», un algodón cuya producción proviene de las islas del Caribe, o el algodón egipcio «Giza»

Sin embargo, si bien las nuevas generaciones están descubriendo el negocio –ubicado de la calle de Cedaceros, «antes era una zona horrible, ahora está mejor»–, lo que falta es gente que lo trabaje. «Es muy difícil mantenerlo porque cada vez hay menos gente que pueda hacerlo», explica Álvarez. «Hemos tenido una bordadora hasta hace tres meses que tenía 90 años. Ahora tengo a la hija de una bordadora. Dependes de una persona. A persona le pasa algo y te vuelves loco. Vale, las puedes bordar a máquina, pero no es lo mismo». Desde septiembre está en plantilla Nenutil, que nunca pensó en dedicarse a ello, pero estudió un grado superior de patronaje y moda, empezó a hacer prácticas hace un año y se quedó. Hoy son 4 trabajadores, pero desde que Álvarez llegó se han jubilado 3.

Vega, que entró en el año 1983, considera que algunos «piensan que una camisa a medida te tiene que quedar perfecta». «Te queda muy bien muy bien, pero si te tiene que hacer arruguita te la va a hacer. Tratamos de corregir ese defecto lo máximo posible», explica. «Si vas al Prado y te fijas en un cuadro, siempre va a ver una imperfección», compara. «Hay pequeños detalles que solo se pueden hacer a mano, que no se pueden conseguir a máquina. Y eso es lo que le da valor».