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Sanidad
La oruga procesionaria anda suelta en Madrid: estos son los daños que causa a humanos y animales
Los niños y las mascotas son especialmente vulnerables

La presencia de la oruga procesionaria en localidades como Majadahonda nos recuerda que no sólo los árboles y arbustos salen perjudicados; también, los seres humanos y animales domésticos.
Estas orugas están recubiertas por unos pelillos urticantes que se dispersan y flotan en el aire, produciendo urticarias, irritación en piel, ojos y nariz. Es necesario vigilar estrechamente a los niños para impedir que las toquen.
En lo que respecta a los animales domésticos, hay que ser aún más prudentes. Especialmente con animales curiosos como los cachorros de perro. Y es que estas orugas pueden ser peligrosas para ellos: al chupar o tocar esta hilera en movimiento o a través de un nido que se haya caído, pueden contactar con los pelos urticantes. Los síntomas van de la inflamación de labios, boca y cabeza en general. Si el animal intenta rascarse, babeando exageradamente, es necesario consultar con el veterinario.
De hecho, el Ayuntamiento de Majadahonda recuerda la importancia de evitar la manipulación de las orugas procesionarias, sobre todo por parte de niños y mascotas, especialmente vulnerables a los pelos urticantes y que pueden producir lesiones en ojos, mucosas y piel, en algunos casos de carácter grave. La recomendación es no acercarse a zonas donde se detecte una elevada presencia de procesionaria, extremar las precauciones y avisar a los servicios municipales de Medio Ambiente, que han colocado carteles informativos en los parques. En el caso de zonas verdes privadas, se aconseja a los propietarios que tomen las medidas de control oportunas.
Las orugas procesionarias, de la especie de mariposa Thaumetopoea pityocampa, se refugian durante el invierno en bolsones que tejen en las copas de los árboles. Cuando las condiciones son favorables, y al haber finalizado su desarrollo larvario, bajan al suelo “en procesión” para enterrarse y, finalmente, emerger como mariposa
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