Historia

Los corrales de comedias de Madrid y su rara contabilidad

Hasta tres entradas pagaba todo aquel que quisiera ver un espectáculo en aquellos tiempos del Siglo de Oro

Los corrales de comedias de Madrid eran similares a este de Almagro
Los corrales de comedias de Madrid eran similares a este de AlmagroGUILLERMO CASASFestival de Almagro

Diversión y entretenimiento. Eso eran los corrales de comedias en el llamado Siglo de Oro de la dramaturgia española. Más allá del archiconocido de Almagro, reliquia de un pasado literario glorioso, en la Villa y Corte también se asentaron unos cuantos espacios «de la cultura», que algunos dirían hoy en día, pero que en aquellos tiempos eran más de diversión, risas y algún aprendizaje moral.

Lo cierto es que funcionaron entre la segunda mitad del siglo XVI y el primer cuarto del siglo XVIII, siendo algunos de ellos convertidos en teatros que han llegado a nuestros tiempos. Nuevas instalaciones en los viejos corrales. En sus tablas -el lenguaje actual está lleno de guiños a ese pasado-, se representaron obras de autores fundamentales de la literatura española del Barroco. Nombres como Lope de Rueda, Lope de Vega o Calderón de la Barca están íntimamente ligados a estos espacios.

Aquellos grandes autores teatrales bebieron de los llamados cómicos de la legua, que iban por los caminos de los reinos de entonces con sus historias y mensajes, divertidos y aleccionadores. Aunque todo aquello cambió cuando la Iglesia consideró la posibilidad de utilizar «ese medio» para dar eco a sus enseñanzas.

No fue casual que dos cofradías, dos hermandades religiosas de inspiración gremial, se dedicaran a controlar la explotación de los primeros corrales: la de la Pasión o Santa Pasión, constituida en 1565, y la Cofradía de la Soledad, establecida el 21 de mayo de 1567. Los corrales madrileños fueron también, ventajas de estar en la Corte, consecuencia, al menos en su aspecto administrativo, de la autorización decretada por Felipe II en 1565 para establecer con carácter permanente en Madrid unas cofradías que dispusiesen de edificios para la representación de comedias.

Los corrales, con todo, no fueron nunca un gran negocio, de ahí que ya en 1574 se uniesen las dos grandes cofradías con permiso real, Pasión y Soledad, para la explotación comercial de varios corrales de comedias en diferentes corralas de la ciudad con cierta tradición dramática. La cofradía de la Pasión puso en marcha tres corrales preparados para el teatro, dos de ellos en la calle del Príncipe, el corral de la Pacheca y el Corral de Burguillos, y otro en la calle del Sol.

Pero nada es eterno. Y menos en el mundo del espectáculo. Pasado un tiempo, y ante las continuas crisis económicas que rodeaban a los corrales de comedias en Madrid -y en otros lugares del país-, el rey ordenó que el ayuntamiento de la Villa se hiciese cargo de los corrales, les asignara una subvención fija y los arrendase en subasta pública.

El dinero -o la falta de él, mejor dicho- y las subvenciones siempre han rondado, a la vista está, al mundo del espectáculo. Cuando no había éxito se necesitaba buscar la ayuda de «protectores» para sacar adelante la función. De ahí la «mala fama» que en aquel entonces acompañó a los actores y titiriteros. Siempre atentos a buscarse el favor del poderoso. Y no era para menos a tenor de la difícil y complicada manera de «vender» las entradas que había por aquel entonces en los corrales. Algo que se mantuvo durante tiempo. Así, la complicada contaduría del corral de comedias se desarrollaba de la siguiente manera: todo espectador que quisiera reservar asiento en bancos o gradas debía pagar una triple entrada. Lo debía hacer, por un lado para la compañía de actores. Otro de esos pagos era para el arrendador del corral, y por último, para la reserva de asiento. Una reserva de asiento que hoy en día todos pagamos... pero ya incluido en el cómputo final. Cabe apuntar también que los arrendadores facilitaban a los autores o directores una cantidad a cuenta. Todo para que pudieran cubrir parte del montaje del espectáculo y la compra de textos. El vil metal siempre tras las musas.