El derbi de Champions

Recuerdos de sanitarios
«Tras el primer caso en Pozuelo, comenzaron a multiplicarse las llamadas para traslados hospitalarios. Ahí nos dimos cuenta de que no eran casos aislados», recuerdan Ana Díaz y Carlos Méndez, miembros del equipo de Riesgo NRBQ (nuclear, radiológico, biológico y químico) del Summa 112. Este servicio de Emergencias, hace cinco años, vivió la pandemia desde la primera línea. Hasta entonces solo tenían experiencia en casos puntuales de ébola o gripe A, por lo que habituados a otro tipo de amenazas biológicas, activaron el máximo nivel de seguridad desde el principio. «Esto explica que no hubiese ningún contagio entre nuestro equipo», cuentan orgullosos. Así, desde los primeros traslados llevaron a rajatabla los protocolos, vistiendo con trajes EPI en cada actuación. Estos trajes aumentan hasta el extremo la temperatura corporal, llegando a generar lo que se conoce como estrés térmico en los profesionales. Por ello, insisten en la importancia de formar a sanitarios para este tipo de emergencias, ya que no solo consiste en cuestión de conocimientos de virología, sino también de preparación física. En los cursos que imparten en universidades como la Carlos III, persisten en la importancia de aprender a retirarse correctamente los trajes EPI (equipo de protección individual), ya que hacerlo incorrectamente es una de las principales causas de contagio entre el personal sanitario.
«En los días previos al confinamiento, cuando entrábamos en los hospitales con los EPI nos miraban como si estuviésemos locos. Pero aun así, nos negábamos a pasar cerca del resto de pacientes, siendo conscientes de los posibles riesgos». Según advierten estos profesionales, «cuando aún no se conocen muchos datos del posible virus o bacteria es cuando más precauciones hay que tomar, hasta que al menos se sepa con seguridad su canal de transmisión». Como ejemplo del sacrificio que hicieron todos los profesionales sanitarios, asegura, que aunque se respetaran los descansos mínimos, muchos extendían sus turnos obligatorios para dar apoyo a servicios especiales como este.
Pero más allá de su jornada profesional, cuando volvían a casa la pandemia no desaparecía. «Mis dos hijos eran menores y mi madre tenía más de 70 años. Me sentía mucho más desprotegida y preocupada que en el Hospital, sobre todo por el miedo a contagiar a mi madre», confiesa Ana. Por si fuera poco, su marido, también sanitario, daba positivo en pleno confinamiento. «Desde entonces, empecé a dormir en mi despacho. Aún me duele cuando recuerdo que estuve meses sin poder dar un beso a mis hijos», rememora. Aun así, desde este servicio aclaran que se habilitaron habitaciones de hotel para sanitarios.
Cinco años después, reconocen pensar que «somos un país que olvida muy rápido. Cada vez son menos los que ponen el codo, en vez de la mano, cuando van a estornudar y el gel hidroalcohólico ha desaparecido de muchos espacios». Además, aseguran que «culturalmente somos un país en el que nos cuesta mucho prevenir, somos más de actuar y reaccionar cuando ya ha llegado la catástrofe». A pesar de todo, aplauden que en ningún momento hizo falta más material sanitario y de protección, ya que contaban con el inventario suficiente. También se muestran orgullosos del que el Summa cuente con esta unidad especializada que no existe en casi ninguna provincia, mientras que en Madrid se lleva apostando por ella desde mucho antes de la pandemia.
Al mismo tiempo, este servicio está preparado para trabajar en solidaridad con otras regiones en caso de emergencia sanitaria grave. Además de casos como pandemias o fiebres hemorrágicas como el ébola, estos equipos también son avisados cuando se van a manipular grandes cantidades de productos químicos como el cloro. Incluso, durante algunos de sus traslados más recientes han llegado a utilizar cápsulas de aislamiento de última tecnología.
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