Patrimonio Nacional
La Casita del Labrador, como la vio Carlos IV en Aranjuez
Cuando comenzaron las obras, en febrero de 2021, los expertos comprobaron la gravedad de la situación
La casita del labrador, un palacete que hizo a finales del siglo XVIII el rey Carlos IV en Aranjuez para ir de veraneo, se estaba resquebrajando peligrosamente por la humedad que se comía la madera de sus cimientos pero, hoy los trabajos de Patrimonio Nacional le acercan a su esplendor perdido.
Situada a la vera misma del río Tajo, los equipos de vigilancia del edificio neoclásico dieron las primeras alertas en 2017: las fisuras empezaban a crecer. Para cuando llegó el temporal de nieve "Filomena", cuatro años más tarde, la actuación se hizo imprescindible, ya que por algunas grietas se veía el piso de abajo.
Se declaró un expediente de emergencia y empezaron las obras de recuperación; menos de tres años después, la restauración de la estructura está casi terminada y la casa, "una joya única" del patrimonio arquitectónico español, ha logrado afianzar las estructuras, recuperar sus suelos y bóvedas y salvar su exquisita decoración.
Según ha explicado la arquitecta Mayte Domínguez, una de las directoras de las obras de rehabilitación del edificio que hoy acompañó a EFE en una visita por el edificio en obras, bajo el terreno donde se decidió levantar el palacete pasaba una ría del Tajo, lo que hacía al suelo sumamente inestable.
"Cada vez que el río se desbordaba, se inundaba, y la cimentación de la época, que se sujetaba sobre maderas -igual que ocurre en Venecia, apunta Domínguez-, no estaba preparada para ello".
Cuando comenzaron las obras, en febrero de 2021, los expertos comprobaron la gravedad de la situación: "Todo estaba mucho peor de lo que esperábamos, y nos daba miedo lo que pudiera pasar", señala Domínguez.
Se sacó el mobiliario, se protegió y se guardó, y se cubrieron con grandes plásticos las paredes enteladas con seda: el palacete, cuenta Domínguez, era una joya única en la que el rey no escatimó en absoluto, tuvo los mejores pintores y decoradores de la época y los más modernos materiales. Como los innovadores suelos de porcelana dura, cuya fórmula hubo que ir a buscar a París.
Para conservarlos, detalla a Efe Martín Madrid Guerra, arquitecto técnico y también director de obra, se numeraron cada una de las pequeñas plaquetas decoradas (cuatro mil en total) para asegurarse de volver a colocarlas correctamente.
La operación de cimentación empezó apuntalando los muros agrietados y poniendo nuevos pilotes, atados con "un cinturón" en algunas zonas a 15 metrosde profundidad, y cambiando el peso del edificio a otros puntos más seguros.
La fachada noroeste, la más afectada por ser la más cercana al río y la más antigua -fue allí donde se empezó la edificación-, había sido recubierta por ladrillo y piedra en la última restauración del edificio en los años sesenta del siglo pasado.
A pesar de que esa es la imagen de la casita que recuerdan los ribereños, en el diseño en origen de Isidro González Velázquez estaba enfoscada en color amarillo, y así fue su aspecto durante los primeros años; lo testifica un cuadro de Fernando Brambilla.
"A Carlos IV le encantaba Aranjuez, le encantaba venir a cazar y estar en esta casa", asegura la arquitecta, que reconoce este trabajo como uno de sus retos profesionales. "No hemos llegado a descubrir por qué salieron las grietas, o mejor dicho, por qué salían en determinados momentos, por qué ahora y no veinte años antes", comparte Domínguez.
Madrid Guerra fue el técnico responsable de controlar cada milímetro que se abría o la dirección de las grietas. Afortunadamente, hoy se dispone de sensores de todo tipo -medidores de fisuras, láseres que vigilan la inclinación de los techos- que ayudan a adelantarse al deterioro, explica el técnico.
Este verano se espera que estén terminadas las obras de refuerzo de la estructura; será entonces el momento de los equipos de restauradores y, aunque es difícil asegurar una fecha, la intención es "recuperarlo cuanto antes" para el pueblo de Aranjuez.
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