Pandemia
El ritual hace un año era simple: tomar unas cañas, luego cenar y después ir a un Karaoke pasadas las doce de la noche. Tan simple y complicado ahora. En diciembre de 2019, los dueños de En-tono se las prometían muy felices. Tres socios invirtieron alrededor de 200.000 euros para que su karaoke diese con la tecla del éxito empresarial. Un lugar de 160 metros cuadrados en los alrededores de Cuzco con el mejor sonido y que también fuese un local multiusos. Recién abierto, casi sin que le saliesen los dientes, se convirtió en uno de los sitios de moda de la ciudad para los amantes de hacer sus pinitos como cantantes o, simplemente, reírse ante las notas discordantes que salían de sus cuerdas vocales. La cuestión era pasárselo bien... hasta que llegó la pandemia. «Desde enero ya estábamos haciendo planes de contingencia porque ya en ese mes algunos artículos de revistas científicas escribían sobre la Coviv-19 y su incidencia más allá de China. De ahí que cerrásemos por responsabilidad, antes de las recomendaciones de la Comunidad de Madrid y el decreto del estado de alarma por parte del Gobierno». explica Fernando Echevarrieta, uno de los socios de En-tono.
Recuerda que en esos pocos meses en los que funcionaron a toda máquina,«llenábamos el aforo, de 100 personas; a lo que había que sumar una pequeña sala para celebrar fiestas de cumpleaños. Los sábados contratábamos hasta a cinco personas entre camareros y un vigilante de seguridad». Los picos más altos de facturación, que eran los sábados, se ingresaban hasta 3.500 euros, suficiente para equilibrar otras jornadas con menos afluencia. «Venían a cantar, sin cobrar, simplemente para divertirse, Noelia de «Operación Triunfo», otro chico del «talent» y un ganador de «Gran hermano . El público se volvía loco». ¿Qué más se puede pedir a un negocio que además tiene el gancho de personajes populares que no piden un cheque por adelantado para frecuentar el local?
Es fácil ser previsor si uno se lo propone y más aún si se encuentra con una ayuda inesperada y casi altruista. «Tuvimos la suerte de que pudimos negociar con el casero y nos bajó el alquiler casi un tercio. Por cierto, no entiendo cómo la mayoría se niega a llegar a un acuerdo con sus arrendatarios porque es mejor cobrar algo, aunque sea menos. Si cierra el negocio se queda sin ingresos...», explica.
Durante el confinamiento tenían claro que había que volver a lo grande y con todas las medidas de seguridad sanitarias: máquinas con luz ultravioleta para desinfectar las salas, amonios cuaternarios para limpiar, generadores de ozono... Una nueva inversión y el 6 de julio, la Comunidad de Madrid permitió abrir a los locales de ocio nocturno con límite de aforo y distancia social. Pero su cuenta corriente ya estaba temblando «porque un karaoke, por su propia naturaleza, no puede tener terraza». También la sala para 27 personas se quedó inutilizada. Eran demasiadas para un espacio tan limitado.
La cosa parecía que podía mejorar cuando se permitió que se pudiesen reciclar en restaurantes. «Pero no era tan sencillo. Como no tenemos cocina, si un cliente no avisaba de que iba a venir con unos amigos pedimos «catering» a un obrador y servimos platos de comida fría, tablas de embutidos, compramos una máquina para hacer brochetas...». ¿Cómo reaccionó la clientela? «Pues muy mal. Hemos tenido días que no hemos facturado ni un euro, lo que no nos había pasado antes del coronavirus. Si un día ingresamos 200 nos damos con un canto en los dientes. Apareces un martes por aquí y puede haber dos personas que no cenan, se toman una copa y se van. Los viernes viene más gente, pero doce como mucho».
También se han encontrado con la incomprensión ante las medidas sanitarias que deben de cumplir. «Alguna vez se ha querido celebrar una fiesta de cumpleaños de unas diez personas y los clientes no entendían que era imposible, por la normativa, que estuviesen juntos en la misma mesa. Les proponemos que estén en dos y no quieren, algún día hemos tenido algún conflicto».
Pero la madre de todos los problemas es por parte de aquellos que quieren cantar sin mascarilla. «Por más que se les explique que el virus se transmite por aerosoles, muchos pasan. Entiendo que vienen aquí a tomarse algo y cantar. Nos dicen que le pongamos la caperuza, pero no puede ser».
Recientemente, se ofrecían las estadísticas a nivel nacional de un colectivo en el que nadie había reparado. Y quisieron dar la nota. Son simples números, pero detrás de cada uno de ellos había empresarios y personal. Según los datos que proporcionó la Asociación de Productores y Empresarios de Karaoke (APEK) pedían un plan de choque para que, después del cierre definitivo del 25 por ciento de los 400 locales en toda España, la falta de medidas no se lleve por delante a un 75 por ciento.
Con todo, Echavarrieta es optimista: «Ahora mismo tenemos pocos gastos por lo que he comentado: el alquiler es más bajo. Además, no tenemos empleados, es un socio el que está en la barra y los gastos fijos se pueden solventar. Sin embargo, dan 2021 por perdido. «Esperamos remontar en 2022 con un poco de suerte».
La Navidad, a fondo perdido