Comercios centenarios
Desde 1887, Curtidos Villaverde vende artículos únicos en Madrid para el trabajo en cuero
Cuenta con herramientas difíciles de encontrar en ningún otro sitio
Entrar a Curtidos Villaverde es un viaje al pasado. No llegan los whatsapps ni las llamadas: no hay cobertura en el interior de este comercio que funciona desde 1887 en Madrid. Y es que cuando se construyó, se utilizó hormigón y hierro para la estructura entre el primer y segundo piso, ya que en la parte de arriba estaba la fábrica de cortes. Pero ese aislamiento no es el único recuerdo de una época pretérita. Dentro del negocio, que se dedica a vender artículos para el trabajo en cuero, algunas estanterías se han convertido en guardianas del tiempo: preservan y muestran calculadoras mecánicas, colección de cremas de calzado antiguas. Para más inri, su gerente ahora, Fernando Villaverde, de 60 años y cuarta generación de la familia, estudió Historia Medieval. Con el auge de las grandes superficies y la importación, resiste en la capital gracias a la alta especialización, aunque, según asegura Fernando, acaban de recuperar el nivel de ventas previo a la pandemia.
¿Y venden lo mismo que vendían en 1887? Sí pero no. Es la respuesta que suele dar Fernando cuando le preguntan. «Tienes que matizar: sí pero no. Por ejemplo, ¿Seguimos vendiendo hebillas? Sí, pero las hebillas ahora son de zamac. El zamac no existía en esa época», precisa Fernando. «También pasa con la cremallera, que la vendemos para calzado, para botas. No existía la cremallera, pero hay otras cosas que existían para cerrar las botas, como las polainas, que son botoncitos pequeños», dice Fernando.
Es posible que este negocio centenario funcionara antes de 1887, pero en esa fecha es cuando hay documentación. El bisabuelo de Fernando comenzó el negocio. Al morir, lo continúa su mujer, ya viuda y con nueve hijos. Al menor de estos, Cesareo, abuelo de Fernando, le encargan liquidar la empresa. «Pero él ve que siguen llegando cartas, que la empresa se seguía moviendo. Y toma la decisión de seguir con la compañía», relata Fernando. Hay otras fechas clave. En 1974 se convierte en Sociedad Anónima, época en la que Fernando empieza a pasarse por el local, y en 1992 se jubila el padre de Fernando. Poco tiempo después muere y es Fernando quien asume la gerencia. «He pasado por todos los puestos de la empresa», dice.
Fernando bromea con que al asumir este puesto se le presentó una «opción o una trampa». Y dice que se le cayó el pelo «literalmente». Y es que Fernando vivió en la misma calle Colegiata donde está la empresa, pero no le gustaba. «No había ruptura. Me llevaba la empresa a la cabeza. Ahora, en el transporte se produce un corte y desconecto». Cree que en su gestión hay dos momentos trascendentales.
El primero ocurre a principios de los años 90 del siglo pasado. En esa época, desaparecen gran parte de los clientes. «Se empiezan a producir importaciones de Extremo Oriente, China para productos manufacturados en cuero: cinturones, bolsos… Ahora es muy difícil que encuentres cosas que estén hechas en Europa», señala Fernando. Eso cambió el negocio. «Recuerdo un cliente nuestro, Samsonite. Después de esto: nos empieza a comprar una hebilla para poner en los tarjeteros de las maletas. ¿Con qué fin? Poner el sello de “hecho en Europa”. Entonces, ahí se produce una primera «convulsión». «Y tenemos que reinventarnos y buscar clientes porque no nos bastaba». Entonces, se abren al mercado del pequeño artesano.
En este camino, Fernando cree que han conseguido –son cuatro empleados hoy– distinguirse. «Percibimos que nos hemos especializado muchísimo. Nuestro fuerte, que nos hace que sigamos abiertos, es también nuestro punto débil. Nos hemos especializado tanto que nuestro mercado se ha ido constriñendo». Y es que, según Fernando, su política es la de buscar el resquicio para especializarse, hasta el punto de llegar a tener herramientas que no tiene nadie por buscarlas en países como Francia o Alemania.
El segundo momento es la pandemia. «¿Y qué pasa? Estos pequeños artesanos en mercadillos, en el Rastro. Y todos sus clientes desaparecieron. Y nos quedamos sin clientes otra vez». Este tiempo «ha costado mucho». Pero ahora dice haber recuperado el nivel previo a la pandemia. «Ahora están volviendo otros artesanos. Han cambiado las cosas pero para que sigan igual».
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