Metro de Madrid
Cien años de Metro: La novata, el veterano y 300 nuevos compañeros
Los dos son maquinistas. Él aún recuerda «el sillín de bici» en el que se sentaba. Ella, por ser nueva, es la «correturnos». El vicepresidente de la Comunidad anunció ayer que en 2020 habrá nuevas incorporaciones.
Los dos son maquinistas. Él aún recuerda «el sillín de bici» en el que se sentaba. Ella, por ser nueva, es la «correturnos». El vicepresidente de la Comunidad anunció ayer que en 2020 habrá nuevas incorporaciones.
Eva García peina canas, tiene 49 años y muchos de ustedes habrán pensado que es una de las veteranas de Metro. Pero las primeras impresiones suelen engañar. Es toda una novata y eso se nota en cuanto hablas con ella. En sus ganas, en su forma de contar cómo ha terminado entrando en una de las últimas hornadas de maquinistas del suburbano madrileño. Apenas lleva dos meses. «Entré, concretamente, el 21 de agosto», dice risueña. Se siente orgullosa de formar parte de la «familia» de Metro. Pero le ha costado casi tres décadas reconocerlo. Gran parte de su familia trabaja en la empresa, ninguno a los mandos de un tren, pero sí en otros puestos. «Mi tío, mi padre, mis primos... Siempre me han hablado maravillas de Metro, pero cuanto más me hablaban de joven de la empresa, más me echaba para atrás». Cosas de juventud. Al final sucumbió.
Tras más de 20 años trabajando como profesora de autoescuela, y con su propia empresa durante la última década, «la incertidumbre y la situación de crisis» fueron determinantes para darle un giro a su carrera. «Quería un empleo que me diera seguridad y decidí presentarme a las oposiciones de maquinista». Lo tenía claro. Tenía que conseguir una de las cien plazas que ofertó este año Metro, pero también sabía que no iba a ser fácil. La competencia fue feroz. Se presentaron 11.400 candidatos. Pero ella, como buena profesora de autoescuela y acostumbrada a los exámenes sabía que tenía que apostar fuerte por el tema más compleja del temario: la electricidad. «No tenía ni idea y me quise centrar en eso», cuenta con orgullo por haber acertado en su apuesta. El día que salieron los resultados su nombre apareció en el puesto 90.
Eso sí, ahora, por ser la nueva, también se ha ganado el papel de «la correturnos». Se ha convertido en una pieza para encajar el puzle de horarios. Todo lo contrario que Orencio de la Paz, con 36 años de experiencia.
«A mí me tocó la Lotería», dice convencido este maquinista de 58 años. Como refleja la foto de su tarjeta de empresa, Orencio entró a formar parte de la empresa cuando las imágenes aún se tomaban en blanco y negro. «Tenía la cara más rellenita entonces», dice con guasa mientras mira con detalle la tarjeta donde aparece como empleado número 4.000. «Yo supero el 21.000», apostilla Eva. Él entró como ingeniero de ferrocarriles y se quedó como conductor.
Por sus manos han pasado todos los tipos de trenes que ha ido incorporando Metro a lo largo de los últimos 36 años. Hace el recuento con orgullo porque «los dos de la mili también cuentan». Entró para pasar los dos años de servicio militar y se quedó hasta hoy. «Jamás me he planteado cambiar de empresa». Tanto es así que «mi mujer también trabaja en la compañía, en oficinas». Sólo les separan los horarios de fin de semana.
Mientras Eva comenta como los primeros días el pánico te puede invadir «solo tenemos que ver que los botones verde y rojo funcionen bien, pero la responsabilidad puede», reconoce ella. Para Orencio la cabina ya es casi como su segunda casa. «Cuando entré en 1982, era chiquitita, con un sillín de bicicleta para apoyarte, los frenos funcionaban con aire y era importantísimo conocer el perfil de vía por el que circulabas: las instalaciones y los materiales con los que contamos ahora antes eran impensables». «¿A la cabina la llamábais burladero, no?», pregunta Eva. La palabra le suena de haberla escuchado en casa.
Pero no sólo eso, las condiciones laborales también eran peores. «Solo librábamos un día a la semana y era rotativo», así como las vacaciones. «Para conseguir días en verano tenías que llevar muchos años».
Así, poco a poco los maquinistas se han convertido en uno de los colectivos más relevantes de Metro, tanto por su número, como por las consecuencias de sus huelgas. «En cuanto se retrasa algo el tren o hay alguna avería, siempre hay algún usuario que se acerca a nosotros y nos dice: ‘‘¡Qué, ya estáis de huelga!’’», reconoce Orencio. «Pero la mayoría de veces no es cuestión nuestra, sino de alguna avería», recalca. Tanto Orencio como Eva saben que los viajeros son cada vez más exigentes. «Muchas veces, cuando voy a los mandos de la línea 10, imagino a dónde irán muchos de los que se suben: irán a trabajar, a una cita con el médico o, tal vez, amorosa...». Saben que forman una parte fundamental de sus vidas. «Su puntualidad depende, en muchos casos, de nosotros». «Por eso, añade Orencio, medimos tanto los tiempos. Solo el abrirle la puerta a una persona que llega tarde puede suponer un retraso a la siguiente estación o para el tren que viene detrás». Detalles que los usuarios, que solo piensan (pensamos) en llegar lo antes posible, no caen en la cuenta.
A Orencio le suena el despertador a las 4:20 horas de la mañana. Una ducha rápida, un café y a coger el primer tren que traslada a otros compañeros. Eva, en cambio, aún no tiene rutina, unos días entra a las 7:30, otros a las 14:00, pero no le importa. Eso sí, lo que más les gusta a ambos es cuando un viajero se acerca al espejo desde el que ellos controlan la apertura de puertas y «nos dan las gracias». Lo dicen con una sonrisa. ¿A quién no le gusta que le feliciten por su trabajo?
Su fuerza es mucha y lo va a ser más con las nuevas incorporaciones anunciadas por el vicepresidente de la Comunidad, Ignacio Aguado, ayer. Está previsto que en 2020 se incorporen más de 300 maquinistas. La intención del suburbano es igualar el máximo histórico de maquinistas de 2011, con 2.078. A pesar del anuncio, el sindicato de maquinistas mantiene su huelga de hoy.
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