Arte, Cultura y Espectáculos
Mario Vaquerizo: “La esencia del rock también está en Mari Trini o en Manolo Escobar”
Con Cuentos para niños rockeros, el mánager y artista retrata a sus grandes ídolos de cara al público infantil
Mario Vaquerizo (Madrid, 1974) no necesita presentación. Resulta imposible describir en pocas líneas su aportación a la música, la cultura o la televisión en nuestro país en las últimas décadas. El libro que acaba de publicar, no obstante, sí que requiere concreciones: Cuentos para niños rockeros es una serie de perfiles de las grandes figuras musicales de la segunda mitad del siglo pasado, adaptados y configurados por Vaquerizo al público infantil. ¿Y qué tiene Lola Flores de rockera para aparecer en el libro? ¿Qué pinta Mozart en esta selección? El mánager y artista responde convencido a la pregunta que más le formulan: todo reside en la esencia. Él mismo es la prueba. Tanto ímpetu, verborrea y pasión le pone a la entrevista en persona que propone continuarla posteriormente por teléfono para acabar de explicar detalles. “Es que soy periodista también”, admite para justificar un gesto que, por inusual y poco común en personajes de su talla, vale la pena reconocer, resaltar y agradecer.
-Iba a preguntarle por su salud, pero veo que está hecho un chaval.
-No, hombre, no. Un chaval... No. En diciembre me dio un dolor agudo en la espalda y en el hombro. Resultó ser una artrosis degenerativa, y me la estoy tratando. Me puse en manos de fisios, a hacer pilates, y ya estoy mejor. Pero ya no soy un chaval.
-Bueno, lleva veintitantas entrevistas hoy... Y ahí sigue.
-Veintiuna. ¿Pero sabes qué pasa? Que cuando haces lo que te gusta... Esto es trabajo, pero no cansa.
-¿Escribir le ha ayudado a superar este bache?
-No. Escribir me ayuda a pasármelo bien. Los problemas de salud no me los soluciona la escritura. Yo me he puesto en manos de la medicina y los buenos profesionales. Sí que es cierto que la escritura, en este caso, me coincidió con esa fase aguda de dolor, y me ayudó un poco a paliarlo. No podía moverme, ir al gimnasio o trabajar. Me dediqué a documentarme. Escribir me gusta. Lo hago desde que terminé Periodismo, pero no es algo vocacional. Mi vida no es escribir; mi vida es cantar, actuar, salir en televisión, hacer programas de radio... Ser yo mismo es lo que me hace sentirme bien, y llevo haciéndolo mucho tiempo.
-Disfruta escribiendo, pero este libro es un encargo. ¿Ha sabido hacerlo suyo?
-Si no lo hubiera hecho mío no lo hubiera escrito. Nunca había pensado en escribir para niños. Hay cosas que si no me las proponen no se me ocurriría hacerlas. Esta es una de ellas. Pero también agradezco ser una persona sin prejuicios y siempre abierto de orejas de cara a nuevos proyectos. Soy muy feliz al ver el resultado. En él está el sello Mario Vaquerizo.
-¿Se ha mordido la lengua a la hora de abordar el sexo, las drogas y el desenfreno rockero de cara a un público infantil?
-No. Yo explico que Amy Winehouse se metió en una espiral de autodestrucción, pero no porque fuera rockera, sino porque era autodestructiva de por sí. Hablar a los niños de la espiral de excesos no es incitar para nada. Basta con que lo escondas para incitar más todavía. Lo he mostrado todo tal y como es. Pero he lanzado también un mensaje de que no hay que creer en los clichés: Sid Vicious no está en el libro porque no me parece un rockero, sino un gilipollas (con perdón). Se creyó esa ecuación tonta de “sexo, drogas y rock and roll”. ¿Dónde llegó? A ningún lado. Se magnifica al Club de los 27 por los excesos, y ese es un camino que nunca me ha interesado. Blondie ha sabido jugar a todo, pero se ha dado cuenta con el tiempo de que lo que le gusta es hacer canciones con su grupo y hacer giras con su exmarido. O mi amigo Fabio McNamara, que se dio cuenta de que eso no llevaba a ningún lado. Y no hay un mensaje moral: yo soy el primero que cree en el sexo, en las drogas y en el rock and roll, pero no creo en la gente que interpreta un papel a través de todo eso.
-¿Se ha dejado a alguien en el tintero?
-Me he dejado a Alice Cooper, a Rocío Jurado, a Jim Morrison y a Marifé de Triana. Sé que es una marcianada, pero para eso escribo yo el libro. Otro hubiera elegido a otros cincuenta rockeros. El verdadero rockero es el que hace en todo momento lo que siente y lo que quiere, y no busca el reconocimiento en los demás, sino en uno mismo. Por eso también está Alaska y Nacho Canut. Lo fácil para ellos hubiera sido que siguieran como Dinarama, pero no les apetecía. Esto implica que les echen de la casa de discos, que estén diez años sin sacar disco, pero no dejan de hacer nunca lo que piensan. Sacan ellos sus discos y se los autoeditan. Para mí esa es la esencia del rock. Y eso también está en Mari Trini o en Manolo Escobar.
-Vivimos en la era del trap y la autogestión. ¿Son rockeros también los artistas del panorama actual?
-Me encantan. C. Tangana es un rockero. Rosalía es una rockera. El rock no es ser underground. Mick Jagger es uno de los mejores rockeros y es mainstream. No tengo el concepto de la autenticidad en el underground. Quien diga eso se engaña a sí mismo. Vengo de actuar con Ms Nina y con King Jedet, y son unos niños que me parecen auténticas estrellas. De todas formas, no seamos talibanes. En radiofórmula ahora solo se escucha trap y reggaeton, pero siempre ha pasado lo mismo. Vete a hablar con los Led Zeppelin y el rock sinfónico de mediados de los 70: canciones largas con mucha guitarra... Hasta que llegan los Ramones con cuatro acordes. Los Ramones son los nuevos traperos. Son los traperos del punk del 77.
-¿En qué momento se encuentra la industria discográfica?
-Dando bandazos. Ha sido devorada por internet y el cambio tecnológico que nos está volviendo locos a todos. Estoy a favor del avance, pero creo que la industria no ha sabido reinterpretarse.
-Usted se muestra en la introducción como un niño diferente.
-Tampoco diría diferente. En el prólogo trato de explicar que el rock no es llevar una chupa de cuero. Me pongo de ejemplo porque me siento un niño rockero y un señor mayor rockero porque en todo momento he hecho lo que he querido. No pretendo hacerlo ver de forma negativa ni victimista. Yo era un niño diferente, pero como todos lo hemos sido en algún aspecto. Pero sin drama ni tristeza. Fui muy feliz. Prefería ver Aplauso antes que jugar a las chapas, y así lo hice. Todos diferentes e iguales a la vez.
-También le influyó mucho la Súper Pop, que hoy los niños ni conocen.
-¡Pero tendrán otras cosas, cariño! Tienen blogs, tienen stories... La música sigue existiendo. Lo único que ha cambiado es la forma de comunicarnos. Antes solo consumías música por radio o televisión; hoy es precisamente por donde menos se escucha. Todo a través de teléfonos móviles o aplicaciones. Los niños ya no llevan las pegatinas de la Súper Pop en la carpeta, pero comparten stickers por WhatsApp. Cambia el soporte, pero no la esencia. No hay que tener esa visión nostálgica del “todo tiempo pasado fue mejor”.
-¿Algún artista le ha agradecido su aparición en el libro?
-Silvia Superstar... Y porque es amiguita (ríe). Tengo mucho contacto con gente que sale aquí, pero soy muy pudoroso. No les he querido ni mandar el libro. A Alaska le gustó mucho porque fue la primera en leerlo. A Fabio McNamara también le gustó su capítulo. El resto no me ha dicho nada. Pero te digo una cosa: el reconocimiento no está en que me lo digan; yo estoy muy contento porque sé que lo he hecho de puta madre.
-Y a las Nancys... ¿Cuándo las veremos en Eurovisión?
-Me lo propusieron una vez y dijimos que no. Pero no me importaría. Lo que se hace ahora en Eurovisión es lo que hacemos las Nancys desde que nacimos: voz en directo y música grabada. Somos unas candidatas perfectas, pero tenemos cada una nuestro trabajo. Es una serie de responsabilidades que por profesionalidad y por respeto no podemos asumir ahora mismo. Pero el concepto Nancy cada vez encaja más en Eurovisión.
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