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Manuela Carmena: «Hablar y escuchar... para unir Madrid y Barcelona como sea y para siempre»

La ex alcaldesa de Madrid se desmarca de Colau al apelar a cuidar la democracia con «respeto a nuestras normas y reglas»

Manuela Carmena, entrando en el Consistorio junto a Ada Colau, Jaume Collboni, Ernest Maragall y otros dirigentes municipales larazon

La ex alcaldesa de Madrid se desmarca de Colau al apelar a cuidar la democracia con «respeto a nuestras normas y reglas»

Manuela Carmena se sumó ayer a la lista de pregoneros de la Mercè que reivindican a la clase política diálogo. Músicos, periodistas, filósofas y actrices que en los últimos años han desfilado por el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona para abrir las fiestas de la Mercè con un pregón al que se le pide mambo, emoción y valentía, también reclamaron en su día a los políticos que hablen y escuchen. Lo probaron con música, a gritos, con una sonrisa y a través de poemas, por aquello de que más apaga una buena palabra que caldera de agua. Pero en vez de conseguir zurcir con palabras las heridas entre Barcelona y Madrid, parece que han logrado el efecto contrario, la falta de diálogo se ha extendido hasta convertirse en epidemia.

Los políticos han dejado de hablarse y de escucharse. Y como consecuencia el próximo 10 de noviembre, España celebrará elecciones generales por segunda vez en siete meses y cuarta vez en cuatro años, cifras inéditas en Europa que obligan a toda una generación de política a sentarse en el diván del psicoanalista.

El pregón de Carmena, «madrileña por los cuatro costados, de madre madrileña y nieta de unos pasteleros de la calle Toledo», fue menos emotivo que el de sus antecesores. Porque su primer beso no fue como el de Leticia Dolera, en un portal del barrio de Sants. Tiene menos recuerdos ligados a la ciudad, aunque vivió dos años, en los sesenta, cuando ella y su marido fueron represaliados de la universidad de Madrid . Ella hizo los exámenes que le faltaban en Valencia y ya como licenciada en Derecho, viajó a Barcelona, donde su marido estudiaría los dos últimos cursos que le quedaban de Arquitectura.

De la Barcelona tardofranquista, Carmena guarda un especial recuerdo de Pura, una mujer de la «Bomba», una barriada de chabolas, a la que defendió como abogada después de ser detenida en una celebración del Día del Trabajador en Torre Baró. Recordó a Pura, que aprendió a leer en la cárcel copiando etiquetas de los botes de conserva y a otros campesinos andaluces sin futuro que como ella, encontraron en Barcelona la patria y el pan.

Tanto Carmena como la alcaldesa, Ada Colau, reivindicaron los Derechos Humanos, la Barcelona diversa, construida con inmigrantes y recordaron a «los hombres, mujeres y niños que mueren al borde de las asesinas fronteras del mar y los muros». Lo hicieron ante la tripulación del Open Arms, invitados «VIP». Los pregones tienen que ser incómodos y esta reflexión se coló como una piedra en el zapato de Pedro Sánchez y la Unión Europea.

Carmena tampoco tiene la prosa de Javier Pérez-Andújar, ni se hace preguntas que no dejan a nadie indiferente como la que hizo la filósofa Marina Garcès hace dos años: «De todo lo que vivimos, qué es lo que realmente importa». Ella es juez y como juez habló de leyes. Y aquí se desmarcó de su «amiga» Colau.

La alcaldesa arrancó el acto del pregón subrayando «la triste ausencia de Quim Forn –en prisión preventiva a la espera de la sentencia del 1-O–». Y mientras Colau llama a la movilización si la sentencia del «procés» es condenatoria, Carmena insta a cuidar de la democracia con inteligencia y respeto a nuestras normas y a nuestras reglas. La ex alcaldesa de Madrid, habló de «Españas diversas, con esencias nacionales propias, que han de respetarse y valorarse desde sus diferentes identidades». Reclamó empatía, urgió a hablar y escuchar, y confesó que está empeñada en «unir como sea y para siempre» Madrid y Barcelona. Pero, eso sí, respetando las leyes.

¿Y la fiesta? ¿Dónde está? También habló de fiesta. No recomendó ningún concierto, pero dio un buen consejo «que la fiesta permita la eclosión de todas nuestras emociones, que nos permita vernos con los ojos de los demás, que anude los desgarros y pensemos que la verdad es poliédrica».