Cataluña
Diplomacia catalana
Por razones que no viene al caso comentar pero derivadas de la publicación de mi libro, «En Toga de Abogado», he tenido últimamente bastante contacto con un español que ha desarrollado toda su vida profesional en Estados Unidos. Trabajando básicamente como «free lance», ha asesorado a muchas empresas americanas, y, a una edad ligeramente superior a la mía, ha conseguido amasar lo suficiente para vivir el resto de sus días y poder pagar a sus hijos unos buenos estudios, que luego ya espabilarán ellos como nosotros nos espabilamos en su momento.
Firme partidario del sistema americano, auténtico federalista donde el orgullo de lo cercano se une al orgullo de la patria común los Estados Unidos, me explica que hay mucha más diferencia entre un texano y un neoyorquino que entre un vasco y un andaluz, pero que allí la gente cede el asiento al veterano de guerra que luce orgulloso sus medallas en el pecho.
Aunque lo que menos entiende y caricaturiza con mucha gracia es el afán de los independentistas de crear una diplomacia catalana. Según sus palabras, si a un norteamericano se le ocurriera plantear que Florida o Carolina del Sur tuvieran embajadas en el exterior, acabaría subido a un cajón en un parque cercano y la gente tirándole monedas como mínimo.
También me da otro interesante argumento. Cataluña no será independiente porque no hay cultura de defensa y es que los independentistas ven un militar y les entran todos los males. Me dice: «Ten en cuenta José María que los ejércitos son el gran peaje que las naciones importantes han de pagar a la comunidad internacional para mantener el equilibro. Sin un Ejército potente al que pueda recurrir la ONU o la OTAN no eres nadie». «Mientras los independentistas sean anti-militaristas tranquilos, su diplomacia se caerá en un saco». A lo dicho.
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