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Andalucía

Columnas en blanco

La Razón La Razón

A Julio Camba le tocó cubrir la Primera Guerra Mundial como corresponsal en varias capitales europeas. El escritor gallego contaba entonces desde Berlín que no había periódicos locales en los que no aparecieran diariamente textos en blanco a causa de la censura. A veces, comentaba, eran páginas enteras llenas de titulares más o menos sugerentes que los linotipistas se veían obligados a vaciar por mandato gubernamental. La gracia de Camba consistía en afirmar que los columnistas censurados eran quienes disfrutaban del mayor fervor del lector, a quien le bastaba leer el título, recrear el contenido de la pieza vacía y fantasear con la mejor columna de la jornada. Con la labor de los embajadores de España ha pasado algo similar en los últimos meses. Mientras la abyecta propaganda de la Cataluña más supremacista y vocinglera inundaba los medios de comunicación del mundo, las embajadas de España repartidas por el planeta se limitaban a escribir textos en blanco a sus enlaces institucionales, como aquellos artículos vacíos y con titulares de la Gran Guerra. Y no ha sido, como les ocurría a los periodistas de entonces, debido a una censura de última hora. Nada de eso. Ha tenido que deberse, si no se hace difícil comprender la mudez diplomática, a la inacción del ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, a quien pudo vérsele casi tartamudear en un canal de televisión extranjero cuando erupcionó el volcán, incontrolado, del 1 de octubre pasado. El ministro jerezano, quien ha estado de gira por Andalucía, debe apresurarse en traducir los artículos racistas publicados en los últimos años por Joaquim Torra, presidente de la Generalitat, y repartirlos por las cancillerías del mundo. Las columnas de Torra no eran precisamente en blanco. Iban escritos con el negro del luto aldeano.