La columna de Carla de la Lá
Morir cómoda y sin perder el estilo
Y luego está la vertiente social y estética del fenecimiento, amigos, la muerte puede ser un verdadero festival, un bodorrio, el evento de nuestras vidas, la gran kermesse en compañía de nuestros allegados ¿se lo han planteado?
Y luego está la vertiente social y estética del fenecimiento, amigos, la muerte puede ser un verdadero festival, un bodorrio, el evento de nuestras vidas, la gran kermesse en compañía de nuestros allegados ¿se lo han planteado?
Pero ¡Qué inmadura y qué grosera es la muerte! ¡Siempre con la barbilla levantada, incapaz de contemporizar, de ceder, de retractarse!... pendiente de tener en todo caso la última palabra ¡la perra gorda! Miren que es pesadita, pero yo, ya me conocen, no soy ninguna hipócrita y cuando la conozca se lo diré.
Mi padre dice que “la muerte sólo es triste cuando amas”; ay amigos, la despedida de esos afectos de quienes nunca hubieras deseado separarte. Materia tuya y de tu corazón ...
Sin embargo, esto también lo dice mi padre en su elevadísimo testamento filosófico De veritas Vitae: “La muerte es la más firme de todas las evidencias”, parte fundamental del ciclo biológico, y rebelarse contra la madre naturaleza es necedad, tenemos que aceptarla, es más, abrazarla con gozo.
Y luego está la vertiente social y estética del fenecimiento, amigos, la muerte puede ser un verdadero festival, un bodorrio, el evento de nuestras vidas, la gran kermesse en compañía de nuestros allegados ¿se lo han planteado?...
Me encantan los funerales igual que todos los demás misterios del universo ... A mayor abundamiento, los cementerios, me resultan encantadores parques, llenos de belleza, equilibrio y serenidad contemplativos.
Lejos de los ruidosos parques de los vivos, en el cementerio jamás Se sentirán amenazados por las pelotas que ruedan ni los frisbis que vuelan en todas direcciones, jamás tendrán que protegerse de las erráticas bicicletas manejadas por individuos aún más confusos, ni de los patinetes, patines o triciclos, ni se chocarán con un sudoroso runner.
En el camposanto, las refriegas y quejidos de los niños (y de sus padres), no les sacarán a empellones de sus elevadas o perversas ensoñaciones, a lo sumo escucharán respetuosos lamentos, elegías henchidas de autenticidad; los pocos menores que encontrarán en el cementerio, descansan el sueño eterno acostaditos en simpáticos nichos adornados con sus fotos y grabados con retóricas interpelaciones, como cariñosas regañinas a los propios niños e indirectamente al mismo Dios “¿Por qué tan pronto, hijo mío?”
Como fiel amante de la filosofía que soy, las exiguas respuestas que en pleno siglo XXI nos ofrece la ciencia no me satisfacen ni me confortan. Por eso, desde siempre, me ha fascinado la literatura de misterio, el cine de terror y una buena conversación al respecto. El otro día, sin ir más lejos, paseando a Butler con mi encantadora asesora de seguros:
- Sandra: Carlita, ¿y no te interesaría un seguro de decesos? Con tu infinita juventud sale baratísimo..
- Ah sí??
- Sandra: Sale estupendo y te lo incluye todo, sólo tienen que llamar a un telefonito el día que te marches y fuera.
- Pagaría lo que fuera por morir dignamente. No quiero acabar en un hospital...
- Sandra: Te entiendo no son nada hospitalarios.
- Y que a los 15 segundos de mi última exhalación, entre sin llamar, un tipo con un IPAD, que obligue a mis hijos a elegir entre 50 modelos de ataúd, coronas y diseños para esquelas y a redactar la de su querida madre, aún caliente y presta a abrir los ojos.
- Sandra: ¡Qué horror!
- Es horrible... pero tampoco quiero morir en casa y que venga la funeraria a recogerme con guantes de latex y a llevarme al frigorífico en una bolsa de la tintorería, que es lo que hacen. Y al tanatorio..
- Sandra: Me temo que en España el tanatorio es obligatorio. Creo que velar en casa está prohibido.
- Ay Sandra, yo quiero morir apropiadamente, como Alejandro Magno, transportado 1000 km a hombros por los mejores médicos de la época, para mostrar que ante la muerte la medicina nada puede hacer, hasta su tumba, de oro puro.
- Sandra: si no te gustan los tanatorios, te recomiendo morir en un pueblo pequeño, que tienen manga ancha con los velorios caseros.
- Lo malo es que vivo en el centro de Madrid... En fin, tendré que alquilar una casa de campo para la ocasión, como en mi segunda boda... ¿Y qué me dices de los ataúdes? No necesitamos uno de 25.000 dólares, de bronce macizo y bañado en oro como el de Michael Jackson pero ya sabes que la armonía es importante para mí.
- Sandra: A ti te pega un arcón, Carlita, en vez de caja, que son más anchos y señoriales.
- Luego hacen más delgada... ¡estupendo!
- Sandra: Tienen doble apertura y van forrados en terciopelo.
- Adoro el terciopelo y eso sin duda me precipita a morir en otoño, mi estación favorita. Apunta en rosa.
- Sandra: Este seguro te incluye dos coronas de flores.
- Tendrás que traerme el catálogo, Sandra, no me vale cualquier cosa. En cuanto al estilismo, quiero un buen traje, sandalias de tacón, manicura y pedicura... quiero morir con pelo cardado como Aretha Franklin. Bien maquillada y con un óvalo facial impecable, mimado por las manos mágicas de la Doctora Lopez Marín.
- Sandra: Eso no será un problema...
- Si es necesario me muero 20 minutitos antes. Y si no que esperen ¡Las mujeres de leyenda llegamos tarde! Sabrás que Elizabeth Taylor, solicitó que su cuerpo llegara 15 minutos después de lo previsto a su sepultura...
- Sandra: ¡Bien! ya sólo nos falta conducir el cuerpo y la incineración...
- Quiero ser enterrada en un precioso panteón: ¿eso lo cubre el seguro?
- Sandra: Puedes comprar un panteón o una coqueta lápida.
- ¿Comprar dices..puff...? Te garantizo que el que me gusta no puedo pagarlo...
- Sandra: También puedes alquilar uno magnífico por 10 años.
- ¡¡¡Perfecto!!! Llevo toda la vida de alquiler. Un momento Sandrita ¿Y qué pasa después?
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