Toros
José Ortega Cano: «Desde que salí de la cárcel tardo más en calentarme»
José Ortega Cano / Torero y empresario.. Desde que salió de la cárcel se ha dedicado a reinventarse: tiene una ganadería, concesionarios de coches y talleres, y hasta ha vuelto al ruedo con 62 años. «Sólo sé trabajar», asegura
Desde que salió de la cárcel se ha dedicado a reinventarse: tiene una ganadería, concesionarios de coches y talleres, y hasta ha vuelto al ruedo con 62 años. «Sólo sé trabajar», asegura
«No puedo decir nada porque tampoco lo sé. No tengo ni idea de que sea verdad que mi hijo José Fernando vaya a ser padre». De esta forma tan enigmática contestaba José Ortega Cano a LA RAZÓN en cuanto se conoció la noticia de que su hijo y su novia, Michu, le harán abuelo. El diestro y empresario aún no se lo cree del todo o, quizá, quiere ser cauto y prefiere esperar a que pasen las semanas para hacerse a la idea y pronunciarse al respecto. Tampoco ha comentado sobre la supuesta recaída de su primogénito, que ha tenido bastantes problemas con las drogas. Lo que sí es una realidad es que su cuerpo de torero tiene 38 cornadas por asta. Le han dado la extremaunción tres veces y hace nueve años que no se ponía un traje de luces, hasta la corrida del pasado 16 de julio en Benidorm.
–Maestro, ¿le hace ilusión ser abuelo?
–No tengo ni idea de que sea verdad que mi hijo vaya a ser padre. Es cierto que él está viviendo con esa chica en Cádiz, pero le ruego que no me pregunte por ese tema, o si me gustaría ser abuelo, porque no quiero pronunciarme.
–¿Ve a sus hijos salir adelante?
–Sí, los veo estupendamente. José Fernando va más lento porque es una cosa que lleva tiempo. Hay que darle libertad; es mayor de edad, tiene 24 años, y debe ir poniendo de su parte con las malas compañías, no tomar nada de alcohol, ni otras sustancias y llevar una vida bonita en la que se vea arropado por toda su familia, por todos sus primos, y tanto por su tía Gloria como por mí.
–¿Está saliendo?
–Está intentándolo, a él le gusta mucho el tema de la informática y en algún negocio mío, concretamente en uno de venta y taller de coches, le hemos puesto un horario y lo está cumpliendo. Ahora en verano se ha ido un tiempo a Cádiz con su novia, pero le veo bien.
–¿Qué le pasó a José Fernando? Porque lo tenía todo...
–Quizá fue cuando perdimos a Rocío Jurado que me vino una depresión muy grande y, a lo mejor, fueron las amistades que él tenía en ese momento. Es algo que hemos hablado muchas veces entre nosotros.
–¿Gloria Camila es todo lo contrario?
–Se trata de una niña con gran corazón y una buena persona de carácter fuerte, que es útil para que la vida no la coma. A mí me adora y en algún momento me pone firme y le tengo que decir: «Gloria, mide un poco tu talante». Es una niña estupenda que vive independiente, en Sevilla, donde está terminando un módulo para saber llevar un negocio porque ella tiene su propia tienda de ropa.
–Insisto, ¿cuál es ese momento en el que usted cree que se equivocó con José Fernando?
–Hay que entender que puedo tener fallos porque soy humano. Además, cuando Rocío falleció yo no quería vivir. Me hinché a beber alcohol porque era la única manera de evadirme de mí mismo. Eso fue una puñalada más fuerte que la cornada de un toro. Ahora, Dios me ha permitido salir de todo eso, y creo que Rocío –que me quería muchísimo y yo a ella–, desde donde esté, me está ayudando. La siento, porque soy un hombre muy creyente y pienso que ella está protegiéndonos. Tanto a mí como a José Fernando y a Gloria.
–E incluso, ¿también protege a su actual mujer?
–Así es, estoy seguro de que Rocío me ha puesto a Ana María en el camino.
–Se los ve felices, e incluso ya tienen un niño en común...
–Sí, y no sucede nada, pero a mí me gustaría pasar por la iglesia. Porque en mis interiores está el matrimonio por la fe. Ella puede porque es soltera y yo, viudo.
–Nos contó recientemente que piensan casarse cuando usted termine de pagar sus cuentas con la Justicia y que no lo harán en el extranjero. ¿Podría ser en su finca?, ¿tiene capilla allí?
–No tengo, pero se puede hacer. Había una muy bonita en la finca de La Yerbabuena, que es donde nos casamos Rocío y yo, pero ahora en la que tenemos se puede hacer una ermita pequeñita y coqueta.
–¿Cómo se llama su finca actual?
–Pues fíjate qué cosa más curiosa, se llama La Moheda. Cuando fui a verla me sorprendí y me dije: «Pero si la finca se llama Mohedano».
–¿Su mujer no se queja con tanta presencia de Rocío en sus vidas?
–No, porque sabe que yo soy fiel y en realidad ya son otras vidas; lo entiende. Además, ella es más fan de Rocío que yo y hablamos bastante de ella.
–Maestro, ¿qué se hace en el rostro, que parece que se ha quitado años?
–Hombre, me echo mi cremita, pero la clave es que llevo una vida natural y duermo bien, descanso, hago ejercicio y estoy feliz. Creo que la felicidad da vida.
–¿Sólo crema?, por favor, dígame el nombre.
–(Risas) A veces me olvido de los nombres y compro otra. Es igual, la primera que cae, ésa es la que me doy todos los días.
–Habla de negocios, ¿cuántos tiene?
–Yo soy un luchador. Tengo una ganadería para carne con cerdos y vacuno, concesionarios de coches, soy empresario taurino y apoderado de Morenito de Aranda y de Uceda Leal. Date cuenta de que mi padre era frutero y vivíamos en el puente de Vallecas. Desde los trece años vendía churros y fruta en la calle y luego me iba al colegio. Había que buscarse la vida y, por eso, yo sólo sé trabajar.
–Durante su carrera como torero, lo cornearon treinta y ocho veces y muchas de ellas lo llevaron cerca de la muerte. Cuando le daban la extremaunción, ¿se enteraba de que le daban por muerto?
–Sí, yo escuchaba al cura y, de alguna manera, me rebelaba, pero estaba tan grave que nadie se enteraba. Dios y la vida me han concedido continuar. Hay toreros que no podemos dejar esto nunca, una cosa es que te retires momentáneamente, pero he seguido poniéndome delante de una becerra.
–¿Por qué volvió a torear?
–Fundamentalmente porque me gustaba el cartel, que hice yo, y Morante y José Mari Manzanares han sido muy generosos conmigo. Además, a mis hijos no les había dado tiempo a verme y había muchos aficionados jóvenes que tampoco porque llevaba nueve años fuera de los ruedos.
–¿Y tanto esfuerzo para una tarde?
–Pues sí. Únicamente toreé ese día en Benidorm y fue un éxito. Sentir que saqué todo lo que tengo dentro para dar lo máximo de mí en el ruedo, es el mayor regalo del mundo.
–¿Cómo sale después de 18 meses en la cárcel en los que estuvo pasando revista a su vida?
–Con otra mentalidad. Salió otro Ortega Cano, uno que le da a todo mucha importancia y que piensa bien las cosas antes de hacerlas. Salí de allí bastante más tranquilo que cuando entré. No es que antes me enfadase mucho, pero alguna vez me he calentado por mi amor propio, de mi sangre. Ahora, en cambio, tardo más en calentarme.
–¿También toreaba en su celda, practicaba pases?
–No (risas), ahí podías matar el tiempo de alguna manera leyendo, escribiendo o pensando. No he toreado, aunque sí he hecho flexiones.
–Todos nos preguntábamos qué hacía en la cárcel, porque durante los permisos que le concedieron y ahora tiene muy buen aspecto.
–(Risas) He hecho más flexiones que en toda mi vida. En ese año y medio hice 1.500 abdominales y 500 flexiones con las piernas. He salido de allí físicamente muy mejorado.
–Señor Ortega, es algo más que flexiones, ¿qué se ha hecho que se le ve tan rejuvenecido?
–(Risas) El pequeño, que ya tiene tres años, nos ha devuelto la alegría a todos en la casa, a mis hijos y a mi mujer. Nos hace felices, duerme con nosotros en la cama, en medio de los dos. Ana María ha cambiado de talante; es cierto que tampoco la conozco desde hace mucho tiempo, pero ahora está estudiando diseño de moda, y le va fenomenal, y eso favorece la estabilidad. Y se refleja en la cara.
–¿Es el hijo que compensa los sinsabores?
–Es un crío muy feliz. Recuerda a la madre en algunas cosas de la forma de ser, pero a mí se parece en todo; hasta tiene los mismos huevos grandes que me llegan hasta la rodilla. Los dos tenemos los huevos «colganderos». Todo se hereda (risas).
¿Mar o montaña?
El torero es un hombre de campo más que de palmeras, sol y playa. Sus fincas han sido siempre sus refugios, por lo que prefiere las vistas y la calma de la montaña para pasar los días más calurosos del año. Ahora vive con su pareja, Ana María Aldón, en la finca La Moheda en la localidad de Navalvillar de Pela.