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La Paz

La autopsia confirma que La Veneno murió por una caída accidental

La «musa» de Pepe Navarro en los 90 falleció ayer a los 52 años después de tres días en coma inducido

La Veneno en una imagen de archivo larazon

La vedette Cristina Ortiz Rodríguez, conocida artísticamente como La Veneno, murió de una caída accidental, según consta en la autopsia practicada tras el fallecimiento.

La vedette Cristina Ortiz Rodríguez, conocida artísticamente como La Veneno, murió de una caída accidental, según consta en la autopsia practicada tras el fallecimiento.

Fuentes cercanas a la investigación han asegurado a Efe que la causa de la muerte de la artista, que falleció ayer en el hospital de La Paz de Madrid, fue una caída previa en su domicilio del barrio de Tetuán de la capital.

La caída le provocó un fuerte golpe en la cabeza determinante para su fallecimiento después de ingresar el sábado, 5 de noviembre, en La Paz, inconsciente y donde permaneció en coma inducido hasta ayer.

La Policía abrió diligencias, aunque la autopsia ha sido determinante.

Una mujer sensible y tierna

Tras su aspecto imponente, Cristina Ortiz, La Veneno, la transexual más mediática de España, se escondía una mujer sensible y tierna. Nada hacía suponer hace menos de un mes, cuando la entrevisté, que ese sería nuestro último encuentro. Cristina falleció ayer de madrugada en la Unidad de Cuidados Intensivos del madrileño Hospital de La Paz, donde fue ingresada por urgencias el pasado sábado tras sufrir en su casa un fuerte traumatismo craneal. Las hipótesis sobre las causas de aquel dramático percance son varias. Se ha llegado a decir que fue por una paliza derivada de un ajuste de cuentas, un intento de suicidio o un desmayo tras la ingesta masiva de alcohol y ansiolíticos. Los resultados de la autopsia disiparán las dudas. Después, será incinerada, tal y como era su deseo.

«Tengo miedo de que me pase algo», me confesó cuando nos vimos en octubre. Se refería, sin duda, a que algunos de sus antiguos clientes, cuando ejercía de prostituta, se sintieran excesivamente molestos porque sus iniciales aparecían en la biografía que La Veneno había publicado ese mismo mes y que tituló «¡Digo! Ni puta ni santa». En ella se daban pistas sobre personajes de «altura», entre ellos, políticos, futbolistas y actores. Cristina sentía verdadero temor a las consecuencias.

La fallecida parecía haber resuelto su parcela sentimental con un hombre mucho más joven que ella. Se llama Alín y es rumano. Se conocieron hace cuatro años en los alrededores de la Puerta del Sol, donde ambos se prostituían. Cristina se encaprichó de este veinteañero y se lo llevó a su casa. Lo que Alín no sabía es que su pareja pensaba abandonarle, tal y como ella me confesó en aquel último encuentro: «Estoy harta de esta relación. No me conviene nada. Mi novio se droga y no me gustan sus compañías. Es mejor estar sola que mal acompañada. Tengo 52 años y mucha vida por delante. No necesito depender de nadie». Pero él insiste en que tenían planes de irse juntos a Rumanía y de tener un hijo, cosa improbable porque Cristina tenía muy clara la idea de romper con este hombre, al que hace tiempo compró una casa en su tierra.

Fue Alín quien la descubrió tendida en el sofá de casa en muy mal estado. A su lado, botes de pastillas y una botella de alcohol. Él no tiene móvil, por lo que tuvo que bajar a un bar para llamar al 112. Una ambulancia se llevó rápidamente a la accidentada a La Paz, donde le hicieron un primer reconocimiento y detectaron el traumatismo craneal. Tras pasar por el quirófano, decidieron mantenerla en un coma inducido, pero no ha sido posible salvarle la vida. Una de sus hermanas confirmó el triste fallecimiento.

«No quiero ni verlos»

Horas antes, desde el hospital, se pusieron en contacto con la madre de Cristina para informarle de su gravedad. Llevaban años sin verse. La Veneno me reconoció que sus padres la echaron de casa cuando era un adolescente y una mujer encerrada aún en el cuerpo de un hombre. Jamás les perdonó. Sus palabras demostraban el dolor causado: «No quiero saber nada de mi familia. Tan sólo tengo trato con una de mis hermanas. Al resto no quiero ni verlos». Y se ha muerto sola, con la única compañía de los médicos y enfermeras de la UCI.

Como ya contamos en este diario, agentes de seguridad del centro sanitario echaron a sus hermanas, aseguran desde el hospital, cuando éstas intentaban fotografíar a la paciente, quizá con el ánimo de comercializar las imágenes. Ese era el pago fraternal a una vida llena de sombras y de desencuentros familiares.