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Casa Real

La depresión de Mette-Marit

Las críticas y su eterna crisis matrimonial han hecho mella en la princesa, cuya popularidad está bajo mínimos a las puertas de convertirse en reina de Noruega

La depresión de Mette-Marit larazon

La princesa Mette-Marit vuelve a estar una vez más en el ojo del huracán. En sus 16 años como princesa noruega ha sido más juzgada que alabada y más cuestionada que respaldada. Su supuesta y casi permanente crisis matrimonial, los problemas de salud que tantas veces le han apartado de sus obligaciones institucionales y la depresión de la que desde hace años entra y sale de manera intermitente, patente los últimos tiempos hasta el punto de que se muestra ausente durante los pocos actos a los que asiste, han desgastado enormemente la imagen de la futura reina noruega.

A pesar de la gran popularidad que consiguió acumular por ser la primera princesa plebeya del milenio, lo cierto es que poco queda de la concepción de «Cenicienta moderna» que el pueblo tenía de ella hace casi dos décadas. Destacó en gran medida su conferencia ante Naciones Unidas, siendo la primera de la Familia Real de Noruega en hacerlo en su historia y su apoyo a las investigaciones contra el SIDA. Poco queda de aquella princesa.

El pueblo noruego –uno de los más monárquicos de Europa, con casi un 90% de respaldo a la institución– no sabe si la princesa será capaz de asumir sus obligaciones como reina. De hecho, según las últimas encuestas, tan solo un 5% considera que Mette-Marit es quien «mejor representa al país».

Imagen muy desgastada

El problema llama con fuerza a las puertas del palacio real de Oslo. La abdicación de Harald está cada día más cerca y reforzar la imagen de la que pronto sustituirá a Sonia como reina consorte urge más que nunca. En este punto, encaja a la perfección el fichaje de un nuevo director de comunicación de la Casa Real, relevo institucional que no hace sino confirmar los presagios de que uno generacional se avecina en el país escandinavo, en la misma línea de los producidos en Bélgica, Holanda y España.

La salud del monarca empeora al mismo ritmo que la impopularidad de la polémica Mette-Marit. Su agenda es tan irregular como sorprendente. A comienzos de 2016 su número de actos era muy superior al de la media de sus homólogas europeas. Sin embargo, en el último trimestre sus actividades no sólo han disminuido en número sino también en calidad. Ya prácticamente no tiene agenda en solitario, ya que las últimas apariciones sin más acompañante que sus asesores han minado aún más si cabe su imagen.Los expertos lo tienen claro: hay que frenar la tendencia y revertirla. Por ello, sus últimos actos oficiales los ha compartido con su marido o con su suegra, la reina Sonia, quien poco a poco le está pasando el relevo de su agenda. Una estrategia casi a la desesperada por mejorar su imagen.

Sus depresiones, debidas en su mayoría a las fuertes críticas que recibe, sus problemas de salud y sus salidas de tono constantes –como la idea de llevar a sus hijos a la escuela privada, en un país en el que ni la monarquía lo hace– deben ser aplacados si la Familia Real desea que la transición se haga de la manera más sosegada posible.