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Nueva York

El último canto del cisne

La princesa napolitana Marella Agnelli se casó con el magnate de Fiat en 1953: su colección de arte, sus clásicas villas y sus modernos apartamentos se recogen ahora en un polémico libro

«Marella Agnelli: The last swan». Iris Murdoch. Editorial RIZZOLLI. 51,50 euros larazon

Se puede incluir en la categoría de biografía, autobiografía, libro de decoración, arquitectura o incluso de ricos y famosos. Glamurosa. Seductora. Atractiva. Marella Agnelli transporta al lector con el libro «Marella Agnelli: The last Swan» («Marella Agnelli: El último cisne») a un viaje por sus casas y jardines. El título lo edita la casa Rizzoli, y llegará a las librerías el 14 de octubre. Con diez residencias entre Turín, Roma, Milán, Nueva York, St. Moritz y Marrakech, enseña su mundo a través de clásicas villas, pero también de apartamentos ultramodernos. Un cuento de hadas de amor y desamor a través de los interiores y jardines de sus propiedades. Fue de niña cuando se dio cuenta de la importancia de estos lugares, cuando vivía en su casa de Florencia. De adulta, se ha convertido en una parte fundamental en su vida mejorarlos, cambiarlos, hacerlos crecer. Respiran y viven como cualquier ser humano. No sólo con los espacios verdes. También con las casas en las que vive. La de Marraketch es la que más se acerca a su idea de felicidad.

Princesa napolitana, Marella Caracciolo di Castagneto se convirtió en Marella Agnelli cuando se casó con Gianni Agnelli, el magnate de Fiat en 1953. Entonces cambió una vida conservadora por el mundo de yates, coches rápidos y fiestas. Aun así, hay que remontarse a su época de Nueva York, cuando fue ayudante del fotógrafo Erwin Blumenfeld, para entender su estilo innato. Fue, además, colaboradora de «Vogue» en los años 50 y 60. También aparecía en las páginas de estas revistas para las que escribía y trabajó con los mejores artistas y diseñadores de la época, con los que utilizó sus residencias como paleta de colores para sus pruebas y experimentos. Fue con el legendario diseñador italiano Renzo Mongiardino, que trabajó en su apartamento de Nueva York junto con un joven Peter Marno, y con el arquitecto italiano Gae Aulenti, que construyó sus casas en Turín y Marrakech. De esta forma, creó una serie de extraordinarias casas y jardines, llenos de elegancia atemporal, arte e ideas decorativas. Y ahora nos deja llegar a ellas a través de este tomo que ha realizado con su sobrina Marella Caracciolo Chia, periodista de diseño de la revista «Architectural Digest».

Conocida como «el cisne», apodo que le puso el fotógrafo Richard Avedon cuando le tomó el emblemático retrato en 1953, Marella Agnelli destaca por ser una de las grandes bellezas del último siglo. También la llamaba así el escritor Truman Capote. Pero le rompió el corazón cuando la invitó a comer en 1970 y ella descubrió que tenía más «cisnes». Más mujeres. Fue en una comida que dio en el restaurante chic Colony de Manhattan. Allí estaban todas, y Marella quería ser especial. Luego vino el capítulo de su novela «Answered Prayers» en la revista «Esquire» en 1975, donde Truman expuso todos sus secretos. La vida de otros. Las cosas que se podían decir y las que no. Comentarios que ella le había hecho. Pensamientos que le había confiado. Ella le intentó avisar... pero no sirvió de nada. Y entones Capote se convirtió en un paria. De esta forma, se acabaron las vacaciones con el autor en el Mediterráneo. Iban en un yate, «Sylvia», específicamente diseñado para los cruceros. Su marido, Gianni, amaba navegar, una pasión que compartió con el presidente John F. Kennedy: se convirtieron en grandes amigos tras su aterrizaje en la Casa Blanca. Pasaron horas juntos en la costa de Newport observando la Copa América en 1962. Tenían grandes ideas para construir un yate que fuese perfecto y rápido, y así nació el «Azurra».

En su apartamento de Nueva York de Park Avenue destaca un retrato que firma Tamara de Lempicka. La ciudad neoyorquina era el sitio donde solía estar en noviembre para irse después a esquiar a St. Moritz, donde se recluía hasta marzo. Y en verano, en la Riviera francesa. Grianni solía llevar hasta allí a sus hijos, Edoardo y Margherita, en viajes sorpresa. Les avisaba en el último minuto y dejaban Turín, y en menos de una hora estaban saltando al agua desde un helicóptero. A Marella no le gustaba tanto como a ellos, pero siempre saltaba. Después se puede echar un vistazo a Villar Perosa, la casa familiar de los Alpes. Los niños y Marella iban con las cuñadas del icono. Era su lugar desde mediados de agosto hasta septiembre: Gianni solía unirse a ellos por las noches a la hora de la cena. Iba desde Turín. Exactamente igual que su abuelo en su época de senador en los años 30 y 40.

Más arte del que podían apreciar

Ya en los 60, Giani y Marella poseían una importante colección de arte contemporáneo. Lo malo era que no sabían muy bien qué hacer con las piezas. ¿Dónde ponerlas? Por eso crearon sus hogares a partir de las obras de arte. Hicieron que las viviendas girasen en torno a su colección. Corso Matteoti en Turín tenía que ser minimalista. Villa Bona era un lugar libre, donde Marella se refugió. Luego, a principios de los 70, compraron un apartamento en Roma. Era la capital y Gianni tenía que estar ahí. Sus hermanos vivían allí. También sus amigos. Era una ciudad donde debían tener, por lo menos, un apartamento. Y al final hicieron de su hogar la quinta planta de un palacio del siglo XIX, uno de los edificios más altos de la ciudad. Fue en los años 70 cuando empezaron a pasar más tiempo en Nueva York. Andy Warhol les hizo una serie de retratos e inclusó les retrató con su Polaroid después de pedirles que se pusieran unos jerseys negros. Estuvo durante la sesión muy concentrado, y entonces se dieron cuenta de que no tenían ni idea que hacer con las obras de los artistas que descubrían poco a poco. Eran Jasper Johns, Robert Rauschenberg, Tom Wesselmann, Frank Stella o Robert Indiana. ¿Qué ocurrió? Le tuvieron que pedir al arquitecto Gae Aulenti que diseñase un apartamento en Milán específico para esta colección.

El «enfant terrible» de FIAT

Una cosa es el mundo de los glamurosos Agnelli, la familia italiana que forjó el imperio Fiat en 1899 y que hoy es lo más parecido a una monarquía en esa república, y otra el de su rebelde benjamín, Lapo Elkann. Sin embargo, tras años abonado a la polémica (con problemas con las drogas y romances de altos vuelos), el mediático empresario e icono de estilo se significa con el éxito de su marca, Italia Independent Group, ya presente en 70 países, alejado del imperio familiar.