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Historia

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Conor Kennedy, el otro chico rebelde del clan

Lo más cercano a la realeza que hay en Estados Unidos, los Kennedy, son parte de la historia política y social del país, y ahora vuelven a ser noticia gracias a las hazañas de uno de los herederos de la dinastía, Conor, nieto de Robert F. Kennedy y ex novio de Taylor Swift.

Conor, que ha llamado la atención sobre sí mismo tras su pelea en Aspen. larazon

Lo más cercano a la realeza que hay en EE UU, los Kennedy, son parte de la historia política y social del país, y ahora vuelven a ser noticia gracias a las hazañas de uno de los herederos de la dinastía, Conor, nieto de Robert F. Kennedy y ex novio de Taylor Swift.

La calamidad persigue a los Kennedy, quizá la única saga totémica en un país que nació alérgico a la aristocracia. Lo más parecido que hubo en EE UU a las grandes familias europeas, los Kennedy han sido dios y el diablo, emperadores y áulicos, alcaldes y presidentes, estrellas y mártires, en un periplo que con frecuencia termina antes de tiempo en el cementerio. Como en América nunca tuvieron reyes, genealogías heráldicas, príncipes y zarinas, inventaron sus héroes a partir de un metal distinto. Los Kennedy no podían ser más improbables. Eran irlandeses, y los primeros nativistas despreciaban a los pelirrojos de la Isla Esmeralda. Los acusaban de papistas, zarrapastrosos, borrachos y sentimentales. Luego llegaron Edgar Allan Poe, Francis Scott Fitzgerald, James Gagney, John Ford, Bing Crosby, Spencer Tracy, Walt Disney y Bruce Springsteen para aclarar las cosas. Pero una cuestión es el escenario y otra el poder, y aunque desde hace más de un siglo los departamento de policía y de bomberos de las ciudades del Este han sido siempre patrimonio suyo, no hubo revulsivo más crucial que la llegada a la presidencia de John Fitzgerald Kennedy. Su asesinato, y el de su hermano, el fiscal general Robert, bautizan con sangre la aceptación de lo irlandés en los palacios, para reaparecer, una vez muertos, como santos laicos y ejemplos supremos del sueño sesentero y su espantosa resaca. De alguna forma parecía como que los guapos, inteligentes y sinuosos Kennedy habían sido un espejismo, un sueño, una alucinación fruto de la lozanía política de aquel tiempo. Nada más lejos. Desde Joseph P. Kennedy, patriarca del clan, que fue embajador en Londres con Roosevelt, y el primer Kennedy en hacerse rico, es imposible leer la historia de América, y del partido Demócrata, sin encontrarles.

Entre accidentes de tráfico y siniestros aéreos la dinastía Kennedy ha sobrevivido a todo, incluso a sí misma. No hay año en el que uno de sus vástagos no ocupe una cartera política o aparezca en los diarios por un lío. El último en adornar con su jeta las portadas del quiosco ha sido Conor Kennedy, nieto de Bobby. Lo metieron preso el otro día en Aspen, refugio de gente guapa y gran escaparate del dinero en las montañas Rocosas, después de pelearse en un bar. El chico, que fue novio durante unos minutos de Taylor Swift, tiene 22 años y es ecologista. El «Aspen Times», periódico local, da cuenta del incidente. Según le ha afirmado el sargento Rick Magnunson, a eso de la 1:30 de la mañana un oficial, el agente Andy Atkinson respondió a una llamada de emergencia. Cuando el policía llegó al bar Bootsy Bellows observó a dos individuos peleándose. Uno de ellos, Kennedy, arrojó al otro al suelo y comenzó a golpearle con los puños en la cabeza. Atkinson agarró a Kennedy y «caímos al suelo, donde intentó empujarme y levantarse. Le sujeté los brazos y le di la vuelta gracias a la ayuda de un transeúnte». Según el «USA Today», Conor ha sido acusado de conducta desordenada. Un cargo que podría reportarle una pena de un año de cárcel y una multa de 2.650 dólares. Dice el periódico que no es la primera vez que Conor acaba con los grillos puestos. Ya fue arrestado a las puertas de la Casa Blanca, en compañía de su padre, la actriz Daryl Hanna y otros treinta activistas que protestaban contra la construcción de un controvertido oleoducto en Dakota del Norte.

En defensa de su hijo

El padre de Conor, Robert Kennedy Jr., ha declarado que su hijo se limitó a defender a un amigo, homosexual, al que habían insultado en el bar. Cuenta que fueron dos los tipos que acosaron al chico y que al salir del bar les esperaban para reanudar las vejaciones. «Conor siempre ha reaccionado contra el acoso», comentó Kennedy Jr., «lamento mucho que el incidente derivase en un altercado en el que tuvo que intervenir la policía. A Conor no le gusta la atención que está recibiendo por culpa de todo esto». El abogado del joven, Matt Ferguson, explicó que «múltiples testigos del incidente han declarado que los dos hombres asaltaron a Conor Kennedy después de que éste les respondiera por hacer dirigido insultos homófobos y amenazas contra su amigo».

Conor Kennedy es hijo del hijo de Bobby Kennedy y de Mary Richardson, que se suicidó en 2012. Aspen tampoco trae buenos recuerdos a los Kennedy: allí murió, al estrellarse contra un árbol mientras jugaba al fútbol americano subido a unos esquís, Michael, hermano de Robert Kennedy Jr. y tío de Conor. Tenía 39 años. Robert ha lamentado que la pelea de su hijo implicara a la policía del lugar, de la que guarda un fantástico recuerdo: «La policía de Aspen ha sido extraordinaria con mi familia. Cuando se mató mi hermano, estuvieron en la escena y nos trataron con una amabilidad que mi familia nunca olvidará».

Normal que los más fantasiosos del lugar aludan a una maldición. Desde que Joseph Kennedy Sr., padre de John Kennedy, autorizó que le practicaran una lobotomía a su hija Rosemary, la suya es una saga truculenta. Joseph Kennedy Jr. murió en un accidente de avión. Ted Kennedy estuvo a punto de matarse en otro siniestro aéreo en 1964. David A. Kennedy, hijo de Robert y tío de Conor, falleció en 1984 en Florida a consecuencia de una sobredosis. John Kennedy Jr., hijo del presidente, falleció en 1999, junto a su esposa y su cuñada, cuando la avioneta en que viajaban se estrelló en el Atlántico. A esto pueden sumarle infartos y condenas de cárcel, acusaciones de violación y francotiradores durante la II Guerra Mundial, y luego sazonarlo con las especias de una prensa que valora como piezas de caza mayor las andanzas, desventuras, éxitos y catástrofes de uno de los apellidos más ilustres, polémicos y envidiados de EE.UU.

Los Kennedy nacieron con una cuchara de plata y no es posible escribir la historia de América sin su concurso, pero en el trayecto entre Harvard y Washington D.C., los lujosos arrabales de Westchester y Hollywood, los hoteles de lujo y el tanatorio, se dejaron la piel y media dinastía. Acaso se trate del tributo humano que cobra el destino a los elegidos. Aunque hay que reconocer que no tiene el mismo prestigio morir en plena lucha por los derechos civiles, el mismo año que MLK y Malcom X, que ser arrestado por ir borracho de madrugada. De JFK a su sobrino, Robert Jr., que cree que las vacunas causan autismo, y de ahí a su hijo, Conor, los Kennedy degeneran.