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Ramón Langa: Seducir por el estómago

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Ramón Langa: Seducir por el estómago
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El besugo todavía se le resiste, pero en cuestión de vichyssoise y steak tartar la cosa está dominada

El besugo todavía se le resiste, pero en cuestión de vichyssoise y steak tartar la cosa está dominada

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Vichyssoise al golpecito de nata

Ingredientes:

-Caldo

-Puerros

-Mantequilla

-Nata líquida

Elaboración

-Por un lado vas haciendo el caldo con un poco de morcillo, por ejemplo. Que se haga con calma. En otra cazuela picas tres o cuatro puerros, lo más blancos posibles. Le añades un poco de mantequilla y lo unes al caldo. Lo pasas todo por la batidora y, después le das un golpecito de nata líquida. Lo guardas en la nevera y... ¡a comer!

Langa no conquista sólo con su voz, sino que también lo hace con técnicas culinarias. Para él, la gastronomía tiene diversos objetivos: el disfrute del buen comedor, el deleite del amante de la cocina, el desarrollo de la creatividad... y por su puesto poder de seducción. «Recuerdo que una vez, cuando era muy joven, le pedí a mi padre que me prestara 200 pesetas para invitar a cenar a una chica con la que estaba saliendo. Él me dijo, ‘‘Toma mejor 1.000, que con unos buenos centollos la conquista es más segura’’. Yo aprendí la lección», cuenta a carcajada limpia.

«Una cita elegante requiere de una buena cena, ya sea en casa o en un restaurante. Es una buena estrategia de seducción», reconoce. Ramón Langa, que acaba de levantar el telón del Teatro Reina Victoria de Madrid con la sexta temporada de «La cena de los idiotas», asegura que tiene tiempo para todo, que su profesión ocupa buena parte de su vida, pero no toda. La cocina es una de las estancias preferidas de Langa. «Paso mucho tiempo en ella, no sólo cocinando, sino también leyendo, escuchando música, descansando... Es algo que he heredado de mi familia. Me gustan las cocinas amplias, luminosas, como las que había antiguamente en los pueblos. La cocina es vida, es el calor, es el horno, ese olor a intimidad...», subraya.

Aunque es exigente consigo mismo y dice que no podría definirse como chef, el caso es que no se le da nada mal este arte. Entre sus platos más socorridos del verano se encuentran la vichyssoise y el steack tartar. Pero en invierno también se atreve con el cocido. Hay pocas cosas que se le resistan en la vida. «Bueno, lo cierto es que los guisos no se me dan demasiado bien, y los pescados... tampoco. El besugo a la espalda es algo muy delicado que no consigo rematar», dice a modo de autocrítica. También tiene sus fobias. No soporta los callos, «pero sí su salsa, que está deliciosa untada con pan», explica.

Pero claro, después vienen los remordimientos de conciencia porque todos llegamos a una edad en la que el metabolismo natural no trabaja las grasas de igual modo. Para evitar que aparezcan más michelines de la cuenta, Langa le da duro al deporte. «Desde niño me ha gustado hacer todo tipo de ejercicio. Y si a veces me paso con la comida, aprieto un poco más y punto. Por ejemplo, recientemente estuve en A Coruña y me metí entre pecho y espalda una buena mariscada. Casi acabo en urgencias –exagera–. Así que los tres días siguientes tuve que cuidarme un poco con la comida», dice.

También se controla con el alcohol, aunque le cuesta, «porque cuesta decir no a un buen vino tinto». «El marisco lo acompaño siempre de un buen champán francés», relata.

Rebuscando en el árbol genealógico, las raíces gastronómicas de Langa están quizá en la suegra de su madre. Sí, no piensen que es algo enrevesado. Su madre se casó muy joven y fue la madre de su esposo (padre de Langa) quien la introdujo en el mundo de las recetas. Era vasca, así que el resultado fue inevitablemente espectacular.

Mi restaurante favorito

«La Bombi, en Santander, con la mejor sopa de pescado del mundo, y el hostal restaurante La Mira de Gredos, en Hoyos del Espino (Ávila), son mis preferidos».