María Serrano
Alvarno, rivalidad bajo cero
Los hermanos Ailanto reviven la progresía de la Bauhaus mientras otro dúo, el compuesto por Álvaro y Arnaud, se alza con el premio a la Mejor Colección.
Hay diseñadores que se quiebran la cabeza, pulen sus callos y enhebran a destajo, que se reinventan cada temporada. «En moda hacen falta menos quejas y más diseño», se oía estos días en «backstage». Porque algunos no llegan, pero otros no quieren llegar, y se limitan a pasar el rato, aburriéndonos año tras año con más de lo mismo. O con menos. Desde luego no es el caso de Alvarno, ese dúo perfecto y ganador, y no sólo en sentido metafórico: ayer, el equipo compuesto por Arnaud Maillard y Álvaro Castejón se alzaba, por segunda vez consecutiva, con el premio a la Mejor Colección gracias a una propuesta que triunfó sobre la pasarela: una mujer aventurera, con aires mohicanos, que se interna en los gélidos bosques que Rinko Kawauchi retrata con su magistral objetivo. «Nos hemos inspirado en este fotógrafo japonés y en el movimiento Dolly Kei que las niponas rescataron de esta tribu en la década de los 70. Consiste en mezclar tendencias y acumular: acumular capas, tejidos y prendas. Por eso la colección se llama «Mix and no match», porque exhibe exceso de mezclas, de estampados, de colores y de texturas», explica la pareja antes de salir a la sala Mercedes-Benz de Ifema.
En su «first round», Alvarno hace desfilar por una pasarela nevada coronada con esqueléticos árboles que duermen al frío de la hibernación a su exploradora más urbana, ésa que va en busca de nuevas conquistas con vestidos fluidos en terciopelo «devoré» animal, botas mosqueteras en rojo que aluden a una suerte de Caperucita moderna y abrigos voluminizados en tartán convencional. Esta mujer, que luce cresta mohicana pero exageradas joyas y guantes de piel, compite con la frialdad alemana que otro dúo triunfador, en este caso de hermanos, presentaba ayer para el próximo otoño / invierno. Ailanto imaginó cómo vestiría hoy la alumna prototípica de la Staatliche Bauhaus: una mujer fuerte, independiente y muy inteligente, cuya progresía y vanguardismo se transmiten desde un punto de vista formal, pero también ideológico. «Hemos tomado la obra de Gunta Söltz, artista y directora del taller textil de la Bauhaus, y de Anni Albers, creadora que destacó por la experimentación con nuevos materiales para tejer y con coloridos innovadores, y hemos creado «collages» a partir de sus ideas. Los estampados vegetales, que incluyen desde flores a hojas de eucalipto, se mezclan con otros más geométricos inspirados por el constructivismo ruso», explican Aitor e Iñaki Muñoz. Pero la sofisticación de esta alumna aventajada, que combina siluetas lápiz gracias a vestidos lánguidos, petos y pichis («sweet revival») con prendas «oversize», capas con vuelo y abrigos sin mangas anudados a la cintura, tiene poco o nada que hacer con la apache de Arnaud y Álvaro.
«Second round». Los Alvarno sacan la artillería pesada. Continúa el combate con tejidos estructurados con micro relieve, lisos y en «jacquard». La artesanía que desarrollan en su línea de alta costura, Azzaro, se percibía a través de piezas maestras como abrigos desmontables en piel de cabra, lúrex y lana, «bombers» cubiertas de perlas o botas infinitas enriquecidas con joyas y galones, siguiendo la estela de sus abrigos. KO instantáneo para los hermanos Muñoz, a pesar de que sus prendas «avant garde» aderezadas con toques «folk» causarán furor en la nueva tienda que abren en Madrid. Cuestión de empate técnico con Alvarno, que inaugurará su boutique capitolina a final de mes, en la que incluirá una selección de prendas «vintage» y las joyas de Anton Heunis que vimos ayer sobre la pasarela.
Las chicas son guerreras
Otro particular duelo de talentos se desarrolló entre María Escoté y Maya Hansen. Dos de las últimas en sumarse al proyecto oficial de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid comparten casting de modelos, peluquería y maquillaje para abaratar costes (su presencia en el antiguo Cibeles les sale a 1.500 euros por cabeza). Pero no comparten nada más. Si bien es cierto que Escoté ha encontrado la estabilidad junto a su hija Alabama y ha «cedido el paso» a su amadrinado y amigo Juan Vidal –pocos saben que la madrileña le llevó de la mano mientras daba sus primeros pasos en Valencia–, no ha perdido ese espíritu guerrero y esa identidad que la definen y que ayer enamoraron a Bibiana Fernández y Rossy de Palma, que gritaban «¡Lo quiero!» cada vez que veían salir los vestidos hechos con purpurina, los «cropped tops» con el mensaje «I can chance your life, I am that girl», los vestidos tatuaje en colores chicle o las perfectos de cuero atravesadas por el rayo de David Bowie. Maya Hansen, en cambio, arriesgó alejándose de aquello en lo que es maestra, el corsé, para apostar por una colección motera a base de acolchados, calentadores que imitaban las protecciones de los «bikers» y cazadoras de polipiel que no sentaban bien ni a las perfectas modelos. No convenció a nadie, y apostó por salir en moto al ritmo de «Riders on the storm», de The Doors, para cerrar el desfile. Pero no había tormenta que alejara la atención de sus temerarios diseños. Hay carreras que están perdidas antes de empezar.