Barcelona
Borja Sémper, el «it boy» del PP
El presidente de los populares de Guipúzcoa representa a una nueva generación de políticos: jóvenes, guapos y sin complejos
Cae la noche en San Sebastián y un joven seductor, un tanto descarado y consciente de su atractivo, comienza la eterna búsqueda. «¿Me presentas a tus amigas?», pregunta con picardía. Le gusta fumar, le gusta salir, le gustan los gintonics y las noches con sus colegas. Sabe lo que hay por lo que ha dejado atrás –una ex mujer que, por otro lado, le dio el mayor regalo de su vida: su hijo–, pero mira esperanzado al futuro. «El ahora es lo que cuenta», repite a menudo. Él es el adalid de una generación a caballo entre dos mundos, pero con mayor presencia en éste: luce un tatuaje en la muñeca, dice alto y claro lo que piensa y aquello que le quita el sueño y es muy activo en las redes sociales. Pero además de todo esto, Borja Sémper es un político que preside el PP de Guipúzcoa, con todo lo que ello supone. Y si lo más insólito de uno es que parezca una persona, Sémper desborda humanidad y naturalidad por cada poro, y a sus 38 años representa esa «savia nueva» sin complejos, sin tapujos y que expone en el escaparate de la palabra y de la obra tanto sus ideas como sus pasiones.
Encantado de haberse conocido –un poco como todos los políticos y un mucho como todos los jóvenes del gremio–, Sémper se ha convertido en el «it boy» del Partido Popular. Dicen que junto a Pedro Sánchez («Míster PSOE») y Alberto Garzón (el «divi-político» de IU) conforman el triángulo de oro de la política española: jóvenes, guapos y, lo más importante, con las ideas muy claras. En parte, y cada uno en su ámbito, han devuelto la esperanza a los votantes en una clase política que en ocasiones no ha sabido cumplir con las expectativas de la población, pero a la vez –y en esto Sémper es un maestro– han sabido conectar con los sectores más jóvenes. El popular se hace «selfies» con todo aquel que se lo pide con una sonrisa –si uno observa sus «social media» aprecia que es experto en estos autorretratos modernos, aunque una fiel seguidora le acusó en una ocasión de llevar siempre consigo un paparazzi–, acude a debates, está en la radio, en la televisión, concede entrevistas, interactúa con todo el que esté abierto al diálogo y nunca se esconde. En definitiva, es un político «accesible» en el sentido más verdadero de la palabra, un chico normal que practica la nueva política de calle: no quiere estar en el despacho, sino dejarse conocer, que veamos que es familiar, un «padre molón». Esta normalidad con la que vive y piensa hace que uno pueda saber que entre julio y septiembre ha estado en Tarifa, Biarritz, Barcelona, Madrid, Capri y Pisa, entre otros lugares –un verano completo del que ha publicado numerosas e interesantes instantáneas en su cuenta de Instagram, red a la que es adicto–; que le gusta el arte, la arquitectura, la fotografía, la música y el cine (con una clara predilección por rubias como Marilyn Monroe, Scarlett Johansson, Naomi Watts o Jessica Lange); que practica «running», «spinning» y surf junto a su hijo –ambos acuden a clases en la Concha–, o que es un presumido nato: utiliza cremas, acude con asiduidad a la peluquería para mantener esos rizos tan sexys, pone atención en su vestuario y cuida con mimo esa aparentemente desaliñada barba de tres días.
«Smoking kills, but I like it»
Y además de todas las virtudes de este treintañero criado en Irún, si uno atiende a su faceta más frívola percibe enseguida que se trata de un seductor empedernido que se graba cantando en el coche «Una noche loca» (sí, el «hit» de Enrique Iglesias), comparte fotos de besos y mordiscos y tuitea que «la única forma de hacerlo es a ciegas» acompañando tan sugerente frase de una foto suya... en la cama. Gafas de sol, camisa semi abierta y un eterno cigarrillo en la boca –uno de sus grandes vicios junto al «mourinhismo»: no hay día que no escriba «smoking kills, but I like it» (fumar mata, pero me gusta)– han conseguido que sea incluido en más de una lista de «más elegantes», «más atractivos», «políticos y seductores» y le han granjeado una extensa lista de fans que, quizá, se convertirán en convencidas votantes el día de mañana. Está claro que la vida de los políticos empieza a interesar, y mucho, a los ciudadanos, y ellos lo saben. El «Sálvame» de Pedro Sánchez esta semana se ha convertido en el ejemplo perfecto.