Alianza de Estados del Sahel

Voces externas a las juntas militares del Sahel expresan dudas ante sus continuas denuncias de desestabilización

Desde que el capitán Ibrahim Traoré tomó el control de Burkina Faso, ya son seis las denuncias de intentos de golpes de Estado o de desestabilización realizadas por su gobierno

FILE - A mural is seen in Ouagadougou, Burkina Faso, on March 1, 2023. A new report by Human Rights Watch says Burkina Faso’s security forces killed at least 60 civilians in three different drone strikes which the West African nation’s military government claimed were targeting extremists. (AP Photo, File)
Muro de un campo militar en Burkina Faso.ASSOCIATED PRESSAgencia AP

Mali, Níger y Burkina Faso se han convertido en los últimos años en importantes países dentro del panorama geopolítico africano. Las tres naciones sufren el hostigamiento permanente del terrorismo islámico, que se interpreta como una amenaza de condiciones imprevisibles y que busca su expansión en África Occidental, con más o menos éxito. Además, su condición como lugar de paso en lo referente a la inmigración africana con dirección a Europa los vuelve de suma importancia para la UE, mientras que contienen sus territorios importantes minas de oro y uranio que han sido históricamente explotadas por compañías occidentales. A esto, habría que sumarle el auge de tres juntas militares, una por cada país, que accedieron al poder mediante golpes de Estado; juntas militares que han adoptado una ideología abiertamente antieuropea, aunque favorables a Rusia.

Aparezcan o no en el televisor, se diga o no a la audiencia, estos tres países importan. Importan en Madrid, en Paris, en Roma, en Bruselas… y por múltiples razones. El éxito popular de las juntas militares entre poblaciones africanas más allá de los países citados ha abierto la puerta a un cambio de paradigma en las relaciones entre África Occidental y Europa, facilitando la entrada de nuevos socios como Rusia, pero también Emiratos Árabes Unidos, Turquía o Irán. Y no es ningún secreto que estos cambios perjudican, en esencia, las políticas de Francia en el continente africano. También suponen un peligro para gobiernos democráticos de la región que han estado históricamente vinculados a Occidente, como puede ser el caso de Costa de Marfil o Nigeria.

A sabiendas de que las juntas militares del Sahel suponen una amenaza para los intereses de determinadas potencias europeas, cabe a destacar que desde la junta de Burkina Faso se han denunciado en los últimos dos años hasta seis intentos de desestabilización o intentos de golpe de Estado supuestamente frustrados por las autoridades del país. Mali, por su parte, ha realizado tres denuncias del mismo tipo en los dos últimos años.

Fue este lunes cuando las autoridades burkinesas anunciaron haber frustrado una tentativa de desestabilización en el país, supuestamente ejecutada por un hombre que se acercaba a mandos militares con el fin de ofrecerles grandes sumas de dinero a cambio de participar en un golpe de Estado. Según informaron los medios locales, los militares fingieron aceptar el ofrecimiento para reunirse con este “agente extranjero” y luego proceder a su detención. Las imágenes mostraban maletas llenas de billetes de 10.000 francos CFA, que se traducían en varios millones de euros. No hace demasiado, en septiembre de este año, la junta militar de Burkina Faso volvió a denunciar otro intento de desestabilización donde señalaron como responsables a antiguos ministros del país, cargos militares y al expresidente Paul-Henri Sandaogo Damiba, entre otros.

El ministro de Seguridad y de Administración Territorial, Mahamadou Sana, indicó entonces que “personas que residen en la República de Costa de Marfil han participado activamente en una subversión contra nuestro país […]. Estos actores del caos, apoyados por ciertos servicios de inteligencia de las potencias occidentales, están compuestos por diversos perfiles así como por militares y exmilitares […] para participar en tareas de propaganda y desestabilización”. En el mismo comunicado se afirmó incluso que la masacre ocurrida pocas semanas antes en la localidad de Barsalogho, teóricamente ejecutada por yihadistas y que provocó la muerte de 200 civiles, se trataba realmente de un “ataque percusor” que pretendía dar comienzo a este movimiento desestabilizador. Los ejemplos de este tipo, tanto en Mali como en Burkina Faso, se siguen remontando a medida que uno avanza hacia el pasado.

Ya se dijo al inicio de la pieza que los países del Sahel tienen una gran importancia estratégica y que el cambio de rumbo propiciado por las juntas militares puede considerarse perjudicial para Francia. Conociendo el historial de los galos en lo que se refiere a golpes de Estado en África durante la segunda mitad del siglo XX, no parece descabellado que París tenga algo que ver con los intentos de desestabilización que denuncian los militares africanos. Sin embargo, el elevado número de denuncias realizadas en los últimos años, añadido a la falta de pruebas ofrecidas en cada una de estas ocasiones, hace que muchos empiecen a pensar que algunos de estos intentos de desestabilización no son tal… sino formas de descargar responsabilidades en agentes externos cuando las juntas militares son incapaces de copar sus fracasos, como ocurrió en Burkina Faso tras la masacre de Barsalogho.

El periodista senegalés Azil Momar Lô, de la organización Africa Check (destinada a la verificación de información en el continente africano) ya explicó para LA RAZÓN en lo referente a estas denuncias de desestabilización, concretamente al referirse a las denuncias de Níger sobre la ubicación de bases francesas instaladas en Benín, que “en Africa Check hemos procurado verificar muchas veces esta información, sea por medio de vídeos o de imágenes que nos han sido presentadas, pero estas imágenes son siempre falsas o sacadas de contexto”. Y esta es una copla que se repite. Las juntas militares denuncian, las denuncias pueden interpretarse como verídicas en el marco histórico de Francia en África… pero no están siendo capaces de aportar las pruebas que demuestren la veracidad de sus afirmaciones.

El gobierno maliense incluso denunció en una carta dirigida a Naciones Unidas en agosto de 2022 que Francia provee de armamento a los yihadistas que actúan dentro de su territorio. Una grave acusación que, sin embargo, tampoco vino acompañada de las pruebas necesarias para considerar su veracidad. Negar o afirmar una verdad en este ámbito se ha convertido en una condición subjetiva; y esta incertidumbre beneficia por un lado a las juntas, que no sienten la necesidad de probar sus acusaciones, pero las perjudica en lo que respecta a su credibilidad en el ámbito internacional. Incluso cuando afirman poseer pruebas, tampoco las muestran.

La única voz en Mali que ha pronunciado estas dudas de forma pública fue Issa Kaou N´Djim, invitado al programa Reunión de Ideas que emite el canal de televisión maliense Joliva TV News. El invitado puso en duda las alegaciones hechas por el gobierno burkinés en lo referente al intento de desestabilización denunciado este lunes, calificándolas de montaje, precisamente debido a la falta de pruebas aportadas en este caso y los anteriores. Como respuesta a estas declaraciones, el gobierno burkinés envió una petición formal al gobierno maliense para “que reserve cualquier acción que considere oportuna para la difusión de este programa que es la antípoda de las relaciones fraternales y de la lucha del pueblo de la AES por la dignidad y la independencia de nuestros Estados”.

Pasaron menos de 24 horas entre esta queja y la detención de Issa Kaou N´Djim, aunque se espera que Mali no tenga el mismo trato que se tiene en Burkina Faso con los opositores políticos (donde decenas han sido reclutados de forma forzosa para combatir contra el yihadismo). El destino que aguarda al colaborador del canal de televisión es ahora incierto. Lo único seguro es que las juntas militares del Sahel continúan denunciando intentos de desestabilización ejecutados por agentes extranjeros, que podrían interpretarse como verídicos, pero que no consiguen aportar las pruebas concluyentes que garantizarían su credibilidad.