París
Un joven ex banquero para pilotar las reformas
Tras salir escarmentado de su decisión de nombrar en abril a un ministro díscolo y crítico con las directrices del Elíseo, François Hollande se ha decantado por el más previsible Emmanuel Macron, un ex banquero de 36 años en las antípodas del histriónico y soberbio Arnaud Montebourg. Frente al izquierdismo proteccionista de su antecesor, Macron se define como un liberal partidario del libre mercado y del saneamiento de las cuentas públicas. Es decir, la mejor opción del presidente de la República para poner en marcha desde Bercy (sede del Ministerio de Economía y Finanzas) el Pacto de Responsabilidad, que ofrece 40.000 millones de euros en rebajas fiscales a las empresas a cambio de que creen empleo. Saludado por la patronal gala, los sindicatos ven en el nombramiento «la aceleración hacia la línea neoliberal».
Sin experiencia política y ajeno a las luchas internas del Partido Socialista, Macron, hijo de dos médicos de Amiens, se trasladó a París con 16 años antes de estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Sciences-Po y graduarse en la Escuela Nacional de la Administración, vivero de la clase dirigente y de los altos funcionarios franceses. Su corta y exitosa carrera financiera se desarrolló en el aristocrático banco de inversiones Rothschild. Su exitosa gestión de una OPA de Nestlé sobre una filial de Pfizar (valorada en 9.000 millones de dólares) le hizo un hombre rico.
En 2012, interrumpe su carrera financiera tras ser llamado por Hollande parar ser secretario adjunto para asuntos económicos en el Elíseo, un puesto en el cobra una décima parte que en Rothschild. Su estrecha relación con el presidente socialista se remonta a 2006, cuando fueron presentados por el asesor económico Jacques Attali, que vio pronto el potencial de este joven brillante y ambicioso. Asesor de Hollande desde 2010, Macron apoyó al dirigente socialista en las primarias de 2011 y redactó junto a Michel Sapin el programa electoral con el que ganó las presidenciales en mayo de 2012. Como asesor económico de la presidencia, el «cerebro derecho de Hollande», como le bautizó «Le Monde», ha influido en el giro económico del Gobierno socialista, que en un comienzo se limitó a subir los impuestos a las rentas más altas con la esperanza de que el crecimiento redujera por sí mismo el déficit público y el desempleo. Decepcionado por no haber sido llamado a integrarse en el primer Gabinete de Manuel Valls, Macron dejó su cargo en julio pasado. Sin embargo, no ha tenido que esperar mucho tiempo a que su mentor le volviera a llamar en un intento desesperado por salvar su mandato.
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