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Trump saca músculo económico en Davos
El presidente presume de reforma fiscal y asegura que «no ha habido mejor momento que éste para invertir en EE UU». Rebate las acusaciones de proteccionista pero defiende los aranceles y aspira a imponer sus reglas
El presidente presume de reforma fiscal y asegura que «no ha habido mejor momento que éste para invertir en EE UU». Rebate las acusaciones de proteccionista pero defiende los aranceles y aspira a imponer sus reglas.
Donald Trump se presentó ayer en Davos (Suiza) con una peculiar rama de olivo. El inquilino del despacho Oval no abjura de sus principios, pero pretende demostrar que lo bueno para EE UU es bueno para el resto del mundo. «América primero no significa América en solitario porque lo que hace crecer a América beneficia al resto del mundo», sentenció. Dentro de esta lógica, si bien no defendió el multilateralismo, sí invitó al resto de los líderes del mundo a seguir su ejemplo y poner en primer lugar a su país como modo de conseguir el bien general. Un mensaje conciliador (al menos para los estándares de Trump) que, sin embargo, sigue inquietando a los analistas. Richard N. Hass, presidente del «think tank» Council on Foreign Relations no pudo mostrarse más pesimista tras escuchar el discurso de Trump: «Davos demuestra que Emmanuel Macron (presidente de Francia) y otros en Europa tienen una visión para hacer esfuerzos comunes, pero no la capacidad y Trump tiene la capacidad de liderar, pero no acepta esta visión. El resultado es malo para Europa, EE UU y el mundo».
En el considerado templo del multilateralismo y la globalización, el mandatario quiso demostrar que no es un león tan fiero como lo pintan. Pero eso no significa que vaya a dar marcha atrás en sus propuestas. Más bien todo lo contrario: presentó su primer año de presidencia como un cúmulo de éxitos. Doce meses después, parece que América vuelve a ser «great again» (grande de nuevo), tal y como prometió durante su campaña. Su política, dice, funciona y no va a cambiarla. Por eso, defendió «unos mercados abiertos y libres» pero también «justos» y con «beneficios recíprocos». Su llegada a Davos vino precedida de la imposición de aranceles a las importaciones de lavadoras y paneles solares, lo que amenaza el comercio con Canadá, México y China. Pero para Trump es esencial «un comercio justo y recíproco» ya que «sólo así podemos tener un sistema que funcione» y «no tolerará más el robo de la propiedad intelectual» y otros abusos como el dumping, (la venta por debajo del precio de producción,) las subvenciones o la planificación estatal.
Pero más allá de postulados políticos sobre los límites de la globalización y el libre comercio, el discurso de Trump tenía un fin principal: camelar a las empresas para que inviertan en EE UU. El nuevo presidente es ante todo un empresario y acudió a Davos a vender el «made in America». La primera parte de su discurso estuvo jalonada con constantes datos sobre el buen rumbo de la economía estadounidense. «No ha habido mejor momento que éste para invertir en EE UU. Vengan, estamos abiertos a los negocios», aseguró ante un auditorio repletó de hombres de negocios. «No podemos tener un comercio libre y abierto si algunos países explotan el sistema a costa de los demás. Apoyamos el libre comercio, pero éste tiene que ser justo y recíproco porque al final un comercio injusto socava a todos nosotros», insistió durante su alocución.
También se jactó de haber evitado un descalabro bursátil. «Si hubiera ganado mi adversaria, Hillary Clinton, la bolsa no habría subido un 50%, desde la elección sino que probablemente hubiera bajado ese porcentaje».
Pero el panorama luminoso puede verse oscurecido. Mientras Trump contaba las bondades de la economía, se hizo pública la primera estimación de la Oficina de Análisis Económico de EE UU sobre el PIB interanual en el cuarto trimestre (2.6%). Los expertos habían previsto una cifra del 3%, por lo que estos datos quedan por debajo de lo esperado. La directora gerente del FMI, Christina Largarde, alertó ayer en Davos de posibles nubarrores. «La reforma fiscal de Trump será positiva en el corto plazo, pero puede entrañar riesgos serios», aseguró la directora gerente a la vez que señaló con preocupación las «excesivas desigualdades» que van en aumento. Según el mandatario, una vez aprobada la reforma fiscal, el crecimiento anual de Estados Unidos podría alcanzar el 4 % anual, algo de lo que dudan muchos analistas dado el envejecimiento de la población y la escasos avances en productividad en los últimos años. En su última actualización de sus «Perspectivas Económicas Globales», presentadas esta semana, el Fondo Monetario Internacional (FMI) elevó el crecimiento estimado para Estados Unidos, la principal economía mundial, al 2,7 % este año y 2,5 % el próximo aupado por los recortes de impuestos.
A pesar de la euforia desatada en las empresas estadounidenses por la rebaja fiscal puesta en marcha en EE UU, esta reforma ha contribuido a seguir emponzoñando las relaciones a ambos lados del Atlántico. Los ministros de Economía y Finanzas de las cinco principales economías de la UE, entre ellos España, enviaron en diciembre una misiva a Washington en la que mostraban su preocupación por la posible discriminación que estas nuevas medidas podrían conllevar para las empresas y bancos europeos, sin obtener todavía una respuesta.
Dentro de su lógica de tender la mano, Trump también mencionó aquellos temas de política exterior prioritarios para Washington: pidió incrementar la presión sobre Corea del Norte, mayor gasto en Defensa del resto de los países de la OTAN, mano dura con Irán y mensaje optimistas sobre la labor de la coalición internacional que lucha contra el Estado Islámico que ha recuperado «casi el 100 % « del territorio que «esos asesinos controlaron en Irak y Siria».
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