Día mundial del refugiado
De refugiada a fisioterapeuta: la increíble historia de Muna el Hakim
A sus 23 años, esta refugiada siria ha pasado de ser una paciente de un centro para amputados en Turquía a la fisioterapeuta. «Era mi sueño y lo he logrado»
Con apenas 23 años, la refugiada siria Muna el Hakim ya ha experimentado un fatídico accidente que le dejó sin su extremidad inferior derecha, una cruenta guerra en la que perdió a su hermano y por la que tuvo que huir a otro país, adaptarse a una nueva vida e idioma, una pandemia y un potente terremoto que devastó el sur de Turquía. Una mochila similar a la que cargan los desplazados forzosos de todo el mundo que ya ascienden a más de 108 millones, según las últimas cifras de Acnur.
En 2003, Hakim, con 3 años, estaba jugando con sus amigos en Hama, Siria, y al cruzar la calle, fue atropellada por un coche. La operaron inmediatamente, le amputaron de rodilla para abajo y pusieron una prótesis. Hakim fue creciendo y anualmente le cambiaban la pierna ortopédica. Hasta que comenzó la guerra en 2011 y se volvió imposible reemplazarla.
El conflicto en Siria cambió sus vidas y acabó con la vida de su hermano, lo que les provocó un gran sufrimiento. En 2013, volviendo del instituto se le rompió su prótesis. Ya no había opciones para Hakim, por lo que sus padres decidieron abandonar el país y poner rumbo a Turquía. Al igual que su familia, millones de sirios optaron por el país vecino para huir y encontrar refugio sin tener que realizar la peligrosa y mortífera ruta por el Mediterráneo hacia Europa.
De hecho, Turquía es el país que más refugiados alberga del mundo, según las cifras de la ONU: 3,6 millones de personas, la mayoría sirias, han pedido asilo oficialmente. El 80% de los sirios en Turquía vive por debajo del umbral de la pobreza y depende de la ayuda humanitaria para sobrevivir. Aunque es un auténtico reto, el sistema turco hace todo lo posible para intentar que los sirios se integren, ofreciendo por ejemplo, educación gratuita a los menores.
Hakim y su familia se establecieron en Gaziantep, a unos 300 km de su antiguo hogar. Allí se enteraron de que en el sur de Turquía había un centro creado por el Proyecto Nacional Sirio de Prótesis (NSPPL, por sus siglas en inglés), respaldado por la ONG Relief Internacional, y financiado por la Dirección General de Protección Civil y Operaciones de Ayuda Humanitaria Europeas, que prestaba servicios sanitarios especializados a los refugiados sirios con lesiones físicas y discapacidades. Acudió al centro, donde le atendieron. Le hicieron una prótesis nueva, de cero, diseñada y horneada allí, le enseñaron ejercicios fisioterapeúticos para fortalecer los músculos y que todo encajara mejor. «Si no me hubieran ayudado no podría haber ido a la escuela, no podría haber estudiado, haber vivido mi vida». Lo cierto es que hoy resulta prácticamente imperceptible –si la propia Muna no te muestra la ortopedia– averiguar que carece de media pierna derecha.
Los primeros días en el colegio fueron duros. En clase, la mayoría de los alumnos eran turcos. «El primer día no entendí ni una palabra del lenguaje», recuerda. Así que esa misma tarde comenzó a ponerse vídeos en Youtube en turco, «así fui aprendiendo el idioma y ya no me costó tanto los siguientes días».
Cuando acabó el instituto, Hakim lo tenía claro, «quería ser fisioterapeuta y ayudar a otras personas en mi misma situación». Así que se postuló para seguir estudiando. «Fue muy difícil el acceso a la universidad para extranjeros, me tomó un año entero prepararme para ello», reconoce. Cuando por fin llegó a la facultad de Fisioterapia, «estaba deseando estudiar».
«Sólo perdí un año, porque se me rompió la prótesis y tuve que arreglarla y no pude ir a clase», admite. Finalmente, el año pasado se licenció y al mes siguiente de acabar sus estudios, dio la casualidad de que había una vacante en Fisioterapia, precisamente en su centro de prótesis en Reyhanli, Hatay. Hoy, ya lleva siete meses trabajando aquí y recibiendo pacientes sirios que perdieron sus extremidades en la guerra. «Era mi sueño y lo he logrado», confiesa orgullosa, con una tímida sonrisa.
«Cuando sufrí el accidente, me sentía tan vulnerable y frágil, pero con el tiempo y el apoyo de mis padres comencé a sentirme mejor. También sufrí mucho la pérdida de mi hermano, necesité mucho respaldo de mi familia», rememora. Pero desde que «empecé a hacer cosas por mí misma, me he dado cuenta de que soy más capaz de lidiar con todo tipo de situaciones duras».
Su actual hogar no resultó dañado por el terremoto del 6 de febrero de 7,8 grados en la escala richter, pero 9,1 millones de habitantes del sur de Turquía se han visto gravemente afectados por el devastador seísmo. Miles de personas, al igual que ella, han perdido sus extremidades. «De momento, en el centro, hemos recibido a turcos con lesiones nerviosas, pero aún no personas sin miembros. Tienen que pasar seis meses hasta que se curan y cicatrizan bien las heridas tras la amputación», explica. Pero Hakim está lista para el siguiente reto y dar el mejor de los tratamientos a sus futuros pacientes. «Su vida prosperará también si aprenden a usar sus manos y piernas de forma más eficiente gracias a la Fisioterapia», concluye con seguridad, pero sobre todo, con mucha empatía.