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Profesión: ser letal

Chris Kyle posee el récord de muertes por disparo de largo alcance del Ejército estadounidense (160). «Simplemente protegía a mis compañeros», asegura.

Chris Kyle
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Chris Kyle, de 37 años, sabe si va a dar en su objetivo casi inmediatamente después de haber apretado el gatillo. Es un hombre tranquilo y parece que sonríe cuando se le pregunta cuántos años tenía cuando empezó a disparar. Habla entonces de su infancia en una familia de Texas, cuando salía a cazar venados, pavos o avestruces.

Chris, que es el francotirador con el mayor récord de muertes en la historia de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, traga saliva y tarda cuatro segundos en responder cuando se le pregunta por su primer objetivo. «Fue una mujer», dice Kyle, cuatro veces desplegado en Irak con los SEAL Team 3 (Oriente Medio). Fue una mujer iraquí, que se aproximó con una granada en la mano hacia un grupo de marines. Kyle, que había superado uno de los entrenamientos más difíciles del mundo en los SEAL, no quería disparar, pero cuando la mujer siguió acercándose con la granada a los militares estadounidenses, supo cuál era su destino. No tenía elección: la mataba él o lo iba a hacer otro. Y fue él quien recibió la orden de hacerlo.

En la ciudad de Ramadi, a más de 100 kilómetros al oeste de Bagdad, era conocido entre los insurgentes como «Al-Shaitan Ramadi» (El diablo de Ramadi). Pusieron precio a su cabeza: 80.000 dólares. Kyle, que posee un récord oficial de 160 muertes, y 255 sin confirmar, acaba de publicar un libro, «American Sniper: The Autobiography of the Most Lethal Sniper in US Military History» (Francotirador Americano: La autobiografía del francotirador más letal en la historia de Estados Unidos), que edita la casa de libros HarperCollins. A pesar de este título tan llamativo, y del récord, Kyle se describe como «una persona normal. Simplemente he estado en el lugar correcto en el momento indicado. Simplemente protegía a mis compañeros».

Las Fuerzas Armadas tienen un protocolo a la hora de reconocer que uno de sus francotiradores ha matado a una persona: se debe rellenar un informe y en el momento del disparo debe de haber, al menos, un testigo. Con este número, supera a Adelbert Waldron, que hasta ahora era el disparador más letal en la historia de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos con 109 muertes en Vietnam.

La tranquilidad de Chris desaparece cuando se le interroga por la imagen del Ejército de Estados Unidos alrededor del mundo. Disgustado con algunos periodistas por sus artículos en contra de las misiones militares que se ordenan desde el despacho oval de Washington, ofrece su otra visión de lo que hacen los estadounidenses en el exterior: «La mayoría de las cosas que la gente dice de la guerra son malas. El soldado que mató a dieciséis personas en Afganistán, la quema de los coranes. Pero nadie escribe sobre las escuelas o los hospitales que se construyen. Hay muy buenos programas para la gente de los pueblos (en Irak o en Afganistán). También cuando los soldados salvan niños. En cambio, todo el mundo pide ahora la pena de muerte para el sargento que mató a aquellas dieciséis personas. ¿Dónde está el estupor público contra el comandante Hasan que todavía no ha sido acusado, que mató a bastantes miembros de nuestras tropas aquí en casa (en Fort Hood de Texas)? Hay un trato diferente», reivindica sobre los casos de estos dos soldados, que se cree actuaron como consecuencia del estrés postraumático sufrido por los veteranos de guerra.

Kyle ha visto la guerra, ha matado en la guerra. ¿Tiene pesadillas? «Creo que cualquier persona que haya estado en una zona de combate tiene estrés. Pero, eso no es PTSD», cita por sus siglas en inglés la enfermedad de estrés postraumático, la cual es un estigma todavía dentro de las filas estadounidenses. Sobre todo entre los comandos de las Fuerzas Especiales, presionados por ser la élite de la élite del que se supone es el mejor ejército del mundo. «Pero, sí tengo pesadillas a veces. No con la gente que he matado, sino con las personas que no pude salvar. Sobre todo con mis amigos».

Cuando Chris Kyle tenía un mal día en el trabajo en Irak, significaba que en esa jornada podía haber muerto un marine o un soldado o quizá un amigo. «Y ese día no puedes hacer nada. Tienes que estar ahí fuera (de la base)», explica el ex SEAL.

Empezó a disparar cuando tenía entre tres y cuatro años. «En mi familia siempre hemos sido grandes cazadores. Era algo que hacíamos. Estar juntos y cazar. Solíamos atrapar venados, perdices, faisanes, pavos», recuerda de los años antes de meterse en la Marina estadounidense. Entonces, tenía 24 años. Y pronto pasó a ser uno de los miembros del equipo de élite de los SEAL Team 3, cuya numeración se distingue por las zonas de despliegue. Por ejemplo, la región de Kyle corresponde a la de Oriente Medio. Los SEAL Team 1 intervienen en el sudeste asiático, los SEAL Team 2 en Europa del Norte, los SEAL Team 4 en América del Sur, los SEAL Team 5 en Corea y los SEAL Team 6 que fueron los que mataron a Osama Bin Laden supuestamente no existen. Los SEAL Team 7 y 10 en todo el mundo y los SEAL Team 8 en África.

Estos comandos siempre se han mantenido a la sombra de la luz pública. Pero fue la operación del líder de Al Qaeda la que hizo, en contra de la opinión de muchos altos mando militares, que el público empezase a hablar de ellos. Incluso, al día siguiente de la operación de Pakistán, Walt Disney intentó registrar sin éxito la marca «SEAL Team 6» posiblemente para hacer una película.

Aun así, este militar retirado, que ahora tiene su propia empresa de entrenamiento para misiones de riesgo, repite que «no creo que sea mejor. De verdad, me gradué en la escuela de francotiradores por la mitad del pelotón. No fui el mejor de mi curso». Habla de su trabajo como si fuese un empleo normal: «Simplemente intentaba cuidar a los chicos que estaban sobre el terreno. Intentaba ponerme en la situación del enemigo y pensar que "bueno, si voy a atacar a los americanos qué haría y dónde estaría". Y entonces desde ahí ver cómo podía intervenir. Siempre me ponía enfermo cuando uno de mis chicos era disparado si yo no hacía bien mi trabajo», recuerda. Fue en 2008, en los alrededor de Sadr City, cuando logró su disparo más largo a 2.100 yardas (1,92 kilómetros). Su objetivo fue un insurgente que estaba con un lanzador de cohetes cerca de un convoy del Ejército estadounidense. Le alcanzó con un rifle 338 Lapua Magnum.

Con este misma arma, el soldado británico Craig Harrison mató a dos talibanes con sendas ametralladoras a una distancia de 2.700 yardas (2,46 kilómetros), ostentando el récord de disparo a más distancia. Sin embargo, el récord mundial de muertos de un francotirador todavía lo conserva Simo Häyhä, con 542 soldados soviéticos abatidos confirmados durante la invasión rusa de Finlandia en la Segunda Guerra Mundial. De las batallas de este enfrentamiento en Europa salió otro récord, pero entre los soldados soviéticos. Fue el de Lyudmila Pavlichenko, con 309 objetivos alcanzados. Es todavía la mejor mujer con armas de largo alcance en la historia.

Kyle también fue alcanzado durante sus cuatro despliegues en Irak en dos ocasiones y herido en seis explosiones diferentes de bombas caseras. Explica que decidió dejar las Fuerzas Armadas porque tiene «una esposa y dos hijos pequeños. Y uno tiene a su país y a su familia.

Pero, una de esas dos cosas va primero». Y después de servir desde 1999, su prioridad ahora parece clara. Evita dar detalles sobre las armas que tiene en su casa, pero no deja de reconocer que tiene «unas cuantas».

Con tres Estrellas de Plata y cinco de Bronce, insiste una y otra vez en que, para él, eso no significa nada: «Mi país me pidió que hiciese una cosa, y lo hice. Mis amigos saben quién soy, y ahora mucha gente también sabe quién soy. La gente quiere conocerme. Sobre todo por las entrevistas y verme en televisión. Pero soy un tío normal». No tan normal: es el más famoso de su pueblo en Texas, donde empezó a ganarse la vida como jinete en los rodeos.