
Opinión
¿Es posible una Siria pro-Occidente?
Convendría que se consolidara la ruptura de Damasco con Moscú y Teherán

Difícilmente Siria va a convertirse en un país aceptable para todos sus habitantes, incluso en una democracia al estilo occidental. Sería, asimismo, sorprendente que no haya algunos ajustes de cuentas, como está ocurriendo. No obstante, si los occidentales son hábiles, ese país puede serles más amigable.
A principios de diciembre cayó Asad y su cruel dictadura a manos de varios movimientos armados de oposición, siendo el principal Hayat Tahrir al-Sham (HTS), uno islamista dirigido por un ex del terrorista Estado Islámico reconvertido no se sabe aún bien a qué, Al-Jolani de nombre guerrillero, y que, ahora, se llama Ahmed al Sharaa. Su cabeza tenía precio: 10 millones de dólares ofrecidos por Washington, recompensa ya eliminada.
Refugiado Asad en Moscú, podrían suprimirse otros dos males. Uno el ruso. Rusia podría perder dos importantes bases militares. Una aérea y otra naval, apoyo fundamental para su presencia militar en el Mediterráneo. Moscú intenta que no le desahucien y el nuevo casero ha empezado exigiendo la extradición de Asad y compensaciones económicas, algunas del peculio del dictador sirio en bancos rusos. La pelota ahora en el Kremlin. Israel, sin embargo, prefiere que se queden como contrapeso a Turquía.
El otro mal era el avituallamiento terrestre de Irán por Siria al terrorismo de Hezbolá, tan antioccidental como Hamás, deseando ambos la eliminación del Estado judío que, obligado a defenderse, ha concitado, por sus excesos, la enemistad de parte del mundo occidental que al echarse en manos palestinas no deja de arrimarse a Hamás y Hezbolá.
Hezbolá se rindió y aceptó a finales de noviembre pasado un alto el fuego con Israel ilegalizando de nuevo su presencia en el sur del Líbano, obligación anterior violada en las propias narices de la ONU (UNIFIL) para bombardear Israel. Hamás resiste más, condenando a su población. Unos 47.000 muertos, según Hamás, aunque entre ellos hay, precisa Israel, 20.000 milicianos de Hamás. Más sencillo sería que Hamás hubiera liberado ya a todos los rehenes y reconocido su fracaso. ¿Qué ha ganado? ¿Qué ha pagado?
Para poder reconstruir un Oriente Próximo más estable convendría que se consolidara una ruptura de Damasco con Moscú y Teherán. Con un «no» a las alianzas con Rusia e Irán el mundo occidental podría construir una relación satisfactoria con los que mandan ahora en Damasco. Turquía tiene las mejores cartas por su apoyo estos años pasados a los nuevos mandamases sirios. La UE, EE UU y otros países occidentales, entre ellos España, también hablan con el nuevo régimen que dice que tardará cuatro años en poder ofrecer una nueva Constitución. Recientemente Sharaa ha visitado Arabia Saudí y Turquía, países alejados de Irán. Pero Siria sigue en pie de guerra en las zonas alauíes favorables a Asad donde se han producido matanzas recientemente.
Se oyen voces en contra de un régimen islamista que anule a las mujeres. Lo mismo se exigió en Afganistán y con los talibanes la igualdad de género fue suprimida. Muchos criticaron la acción occidental en Afganistán y ahora critican a los Talibanes. Ciertas sociedades no están siempre condicionadas para asumir las concepciones políticas, religiosas y sociales occidentales, si bien en Siria había igualdad de género con los Asad, dictadura de presentación progresista. Igual el nuevo régimen va hacia un islamismo moderado. En las negociaciones de los occidentales con los nuevos gobernantes sirios, que incluyen el levantamiento de sanciones y ayudas económicas para la reconstrucción de un país destruido y, quizás, ayudas militares, los occidentales habrán de tener cuidado y evitar que con demandas exageradas o temporalmente inoportunas no tenga la nueva Siria la tentación de volver hacia viejos demonios o de consolidarse como un Estado fallido.
Siria es un mosaico religioso, de distribución esencialmente territorial, con claro predominio musulmán. Hay suníes, chiíes, alauitas, ismaelitas, drusos, católicos de rito armenio, de seguimiento papal, ortodoxos, maronitas, judíos, etc., a los que hay que sumar los kurdos sirios (suníes). Esa variedad, generalmente discrepante entre ellos mismos, debe ser respetada.
Será necesario un entendimiento con Israel que establezca una frontera estable y segura para ambos (como con Egipto o Jordania). Ante la debilidad de Siria, Israel, principal aliado en el Oriente Próximo de los occidentales, ensancha su parcela ocupada en el Golán aduciendo motivos de seguridad.
Los occidentales habrán de realizar una diplomacia equilibrista exigiendo lo posible y esencial y no todo de golpe e incondicionalmente para conseguir que el cambio en Siria consolide ese país como uno que pueda llevarse bien con sus vecinos, Israel incluida, y mantenga su alejamiento político de Moscú y Teherán, sin caer tampoco en Beijing. Asimismo, firmeza. Por ahora, Estados Unidos tiene en el este sirio, junto a Irak, a unos 2.000 efectivos para controlar eventualmente a los del Estado Islámico en Siria. Veremos qué hace Trump.
✕
Accede a tu cuenta para comentar