Reino Unido
La nueva extrema derecha británica que nadie vio venir
Los disturbios muestran que no tiene un líder, está compuesta por jóvenes y se organiza a partir de internet
Nadie se esperaba que estallaran unos disturbios en Reino Unido este verano y mucho menos que fueran provocados por la extrema derecha porque estaba como desaparecida, fraccionada, dispersa. En Reino Unido siempre ha habido un grupo de extrema derecha grande que era el que movía a la gente: el BUF en los años treinta, el Frente Nacional en los años sesenta y setenta, el BNP en los noventa y dos mil, pero desde hacía años que no había un referente claro.
“Desde el 2010 que no hay una voz que mueva a la extrema derecha, que ahora no es homogénea y se organiza a partir de internet”, cuenta a LA RAZÓN el profesor Matthew Feldman, experto en extrema derecha que da clases en la Universidad de York. Una de las particularidades de estos disturbios ha sido que se ha difundido desinformación en redes sociales sobre el asesinato de las tres niñas de Southport el 29 de julio, el chispazo que incendió las calles inglesas, en especial sobre el origen del atacante. Hicieron circular el bulo de que había llegado en patera y era un solicitante de asilo.
Bulos como este fueron propagados por los llamados influencers de extrema derecha y provocaron estos disturbios que han acabado con centenares de policías heridos, vehículos y biblioteca en llamas, mezquitas atacadas, hoteles de inmigrantes asaltados, cerca de 800 detenidos, 150 encausados y 30 encarcelados. Feldman diferencia tres grupos de personas que participaron en la violencia. El primero es el de los influencers, “que han aprovechado que en las plataformas no hay guardianes y pueden propagar desinformación y organizar convocatorias callejeras”.
El segundo es el de “los oportunistas que desarrollan actividades criminales” que son los que estaban detrás de los gritos racistas, de los pillajes y del desorden violento, la mayoría de los que han entrado en la cárcel. El tercer grupo y más grande es el de los que no pertenecen a ningún partido de la extrema derecha, pero simpatizan con muchos de sus argumentos. “A estos no se les puede ignorar, hay que escucharlos, teniendo en cuenta que esto no significa estar de acuerdo -razona Feldman-. Es muy peligroso para una democracia liberal ignorar lo que dice el catorce por ciento de la población (el porcentaje de voto de Reform, el partido de Farage, populista de derecha, no extrema derecha, que comparte algunas ideas) y decir vuestros puntos de vista son inaceptables. La pregunta es cómo hablar con ellos”.
En Reino Unido hay una larga tradición de grupos de extrema derecha que se remonta a un siglo atrás. La primera organización fascista en Reino Unido fue British Fascisti, fundada en 1923 por una mujer, Rotha Lintorn-Orman, inspirada en el partido de Musolini en Italia, pero sin algunos rasgos característicos del fascismo: no estaba militarizado ni abogaba por la limpieza étnica ni por la revolución. El primer gran partido movimiento pronazi fue la Liga Imperial Fascista fundada en 1929 por el antisemita y racista Arnold Leese.
Las camisas grises de Mosley
Los años treinta estuvieron dominados por la Unión Británica de Fascistas (BUF) del carismático Oswald Mosley, que llegó a tener 40.000 seguidores y creó una facción paramilitar y apoyaba la “preferencia imperial”, que consistía en dar preferencia impositiva a los productos de las colonias antes que a los extranjeros. Su declive se produjo en 1936 después de intentar marchar, como Musolini por Roma, por Whitechapel, este de Londres, entonces suburbios en las afueras, para amedrentar a los judíos con venia policial y fueron frenados por comunistas, socialistas, anarquistas, judíos e irlandeses que, por una vez, se unieron en la llamada batalla de Cable Street.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Mosley, Leese y otros fascistas fueron encerrados para que no colaboran con los nazis. Algunos ayudaron a Hitler y acabaron ahorcados por traición. Después de la guerra, el fascismo se debilitó. Resurgió en los años cincuenta con la llegada de trabajadores afrocaribeños, indios, pakistaníes y bengalíes para reconstruir el país.
Se crearon múltiples pequeños grupos que confluyeron en 1969 en el Frente Nacional de A.K. Chesterton, relevado en 1972 por el fascista John Tyndall, cuya popularidad creció por la protesta por la llegada de los treinta mil indios expulsados de Uganda. El partido perdió peso con la llegada de Thatcher en 1979 por sus duras políticas migratorias. En 1982 Tyndall fundó el Partido Nacional Británico (BNP), que se hizo grande en los noventa.
El hooligan fugado a Chipre
En 2009 Stephen Yaxley-Lennon, alias Tommy Robinson, un hooligan del club de futbol del Luton Town, fundó la Liga de Defensa de Inglesa (EDL), a partir de firmas de hooligans rivales, como movimiento ciudadano contra el extremismo islámico de su ciudad, Luton. EFL fue disuelto hace diez años. Se considera que los principales influencers de estas protestas son Robinson, que escribe en X desde Chipre, donde está no se sabe del cierto si fugado de la justicia, y su mano derecha, Danny Tommo, desde Inglaterra. Ellos convocaron las protestas, aunque sin pedir la violencia para no ser detenidos.
Detrás de estas protestas también están el actor Laurence Fox, fundador del partido Reclaim, que se desmarcan de la violencia, pero dice que los alborotadores tienen parte de razón. O Matthew Hankinson, exconvicto de Acción Nacional, el único grupo de extrema derecha prohibido en Reino Unido considerado terrorista y que fue visto en Southport. Y miembros de la organización neonazi Alternativa Patriótica, muy dinámica pero minoritaria. No hay un líder.
“Todos ellos tienen en común que comparten una nostalgia naif del Imperio Británico y buscan homogeneizar el país, que todos hablen igual, sin diferencias culturales y se oponen a la globalización”, dice Feldman, que no cree que se trate solo de nacionalismo inglés porque también hubo una Liga de Defensa escocesa y otra galesa y protestaban juntos. Tampoco cree que se deba vincular al Brexit porque en estas protestas había mayoría de jóvenes, que no votaron en el Brexit. Ningún partido político ha dado apoyo a la extrema derecha para no ser asociados con la violencia.