Agitación civil
Nicaragua cumple tres meses de protestas con cuatro muertos diarios
OEA, ONU y EU presionan al Gobierno de Ortega y califican de «genocidio» la situación en el país.
OEA, ONU y EU presionan al Gobierno de Ortega y califican de «genocidio» la situación en el país.
El 19 de julio de 1979 Daniel Ortega era un héroe al frente de la insurrección que derrocó la dictadura de Anastasio Somoza, pero 39 años después gobierna Nicaragua junto a su esposa, Rosario Murillo, con mano de hierro, en medio de protestas que reclaman su salida. Poco queda de aquel líder revolucionario que ilusionó al continente cuatro décadas atrás. Hoy la comunidad internacional lo señala como responsable de una feroz represión contra quienes quieren sacarlo del poder. Ya son 368 los muertos.
Ayer el aniversario era doble: tres meses de protestas –cuatro víctimas diarias de media– y el triunfo de la revolución sandinista. Sin embargo el ex guerrillero –hoy con 72 años–, admirador del Che Guevara, pasó de tener altos índices de popularidad a un rechazo de 63%, según un estudio de CID Gallup. El país se encuentra hundido económicamente. Los jóvenes, empresarios y la Iglesia se han unido contra él. La resistencia se encuentra mermada pero todavía podría ser capaz de rearmarse. El diálogo con la oposición parece roto, estancado. Ortega se niega a adelantar elecciones y abandonar el control total de todos los estamentos.
En la víspera cayó uno los principales feudos opositores. La Policía tomó el control del aguerrido barrio indígena de Monimbó de Masaya, al sur del país, tras fuertes enfrentamientos con manifestantes que dejaron al menos cuatro muertos. La estrategia del régimen parece clara: seguir hasta las últimas consecuencias. Es lo que la oposición denomina «una limpieza». Tras varias horas de combate y un uso «desmedido de la fuerza» contra los manifestantes, los antimotines y paramilitares tomaron el control de la ciudad, dijo el dirigente de la Asociación Nicaragüense de Derechos Humanos (ANPDH), Álvaro Leiva. «Usaron armas de alto calibre y una cantidad desproporcionada de fuerzas sobre un pueblo desarmado, que sólo respondía con hondas, piedras y morteros [bombas caseras]», agregó Leiva, tras comentar que la mayoría de manifestantes tuvo que replegarse hacia refugios o escapar hacia otras comunidades vecinas.
Monimbó es un barrio histórico de Masaya que participó activamente en la insurrección que los sandinistas encabezaron contra la dictadura de Somoza, que gobernó casi medio siglo hasta que fue derrotado con una revolución en 1979. Hace 92 días, los monimboseños levantaron las primeras barricadas en las calles de su barrio para defenderse de las incursiones de policías y antimotines. Tras varios intentos, finalmente el régimen logró despejar las vías. Según la Asociación Pro Derechos Humanos, el ataque se prolongó durante más de ocho horas.
Las revueltas dieron comienzo el 18 de abril tras la entrada en vigor de las reformas de la Ley de Seguridad Social, que aumentaba la cuota patronal y laboral, además de establecer una cotización perpetua. El día 20, ya hubo 22 fallecidos y el presidente Ortega derogó las reformas al día siguiente. El 30 de mayo, con 20 víctimas, y el 8 de julio, con otras 20, fueron otras dos jornadas negras, pero la protesta prosigue.
Tras la escalada de violencia, Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y la ONU condenaron los ataques. La portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert, exigió «parar la violencia y poner fin al derramamiento de sangre. Estados Unidos está observando y hará rendir cuentas a los responsables de la campaña de violencia y represión».
Además la OEA celebró ayer en Washington un nuevo consejo permanente extraordinario para abordar la situación en el país. La organización pidió a Ortega que «apoye un calendario electoral» pero evitó señalarle como culpable por la violencia en su país.
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