Berlín
Merkel aboga por crear empleo para combatir el populismo en la UE
La canciller apuesta por Juncker, pero admite que habrá que negociar en la reunión de hoy del Consejo
Si nos atenemos al lenguaje corporal, la canciller Angela Merkel era ayer el fiel reflejo de la preocupación y del dilema que a partir de ahora se le viene encima. Ni rastro de su habitual picardía ni de la energía de la que hizo gala hasta el último minuto durante la campaña electoral. Había motivos para ello. Los 34 escaños que se anotaron los conservadores de la CDU/CSU esconden el peor resultado del partido en unos comicios europeos. Un «sólido resultado», como dijo la canciller, pero que supone una victoria amarga, así como un sinfín de interrogantes que, por encima de las felicitaciones, se reflejaban en el sentir de la jefa del Gobierno alemán. No en vano, Merkel se enfrenta a partir de ahora a una serie de problemas y preocupaciones que pasan por la elección del presidente de la Comisión o frenar el ascenso de los partidos euroescépticos. Sobre lo primero, Merkel alabó «la buena campaña» del candidato del Partido Popular Europeo (PPE), Jean-Claude Juncker, aunque añadió que «tiene que haber conversaciones» para decidir quién sucederá a José Manuel Barroso. En esta línea, la canciller dejó claro que su candidato a la CE es Juncker, aunque recalcó que la decisión no depende de ella «sola», dado que ni los conservadores ni los socialdemócratas consiguieron una clara mayoría en el Parlamento Europeo.
Más segura se mostró en definir como «lamentable» el auge que han experimentado los partidos de extrema derecha y los euroescépticos. En este aspecto, Merkel aseguró que no colaborará con Alternativa para Alemania, el partido anti euro alemán, que con tan sólo un año de existencia dio la sorpresa el domingo al conseguir siete eurodiputados. Un avance que, según la canciller, abre la necesidad de abordar los problemas que han llevado a los votantes a decantarse por esa decisión. «Es sorprendente y lamentable» el avance de los euroescépticos y los nacionalistas, «pero ahora se trata de volver a conquistar esos electores», declaró Merkel, quien cree que la mejor respuesta para poner freno a ese fenómeno es la implementación de «una política de competitividad, de crecimiento y de empleo».
A su juicio, los europeos deben «seguir trabajando» para volver a atraer a los votantes que, «decepcionados», han abandonado a los partidos tradicionales . En cualquier caso, los comicios dejan patente que a Merkel se le avecina un duro recorrido plagado de interrogantes o incluso plantearse «una puesta a cero», como apuntó el diario «Die Zeit», que escribió que «después de estas elecciones los líderes europeos deben cambiar radicalmente sus políticas o serán todavía más castigados por los electores».
Los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintiocho se reúnen hoy en Bruselas para analizar los resultados de los comicios del pasado domingo. El plan del presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, es abrir el debate de la futura elección del presidente de la Comisión Europea sin hablar de nombres, lo que podría interpretarse como un cuestionamiento de Juncker, quien pese a haber ganado las elecciones podría no poder reunir los votos necesarios en la Eurocámara, pero también sufrir el veto de algún país como Reino Unido o Hungría. En realidad, el aspirante necesita el apoyo sólo de la mayoría de Estados miembros, pero hasta ahora los aspirantes han sido por consenso.
Los líderes, que por primera vez tienen que tener en cuenta –porque así lo indica el Tratado de Lisboa desde 2009– los resultados de los comicios para esta decisión, han optado además por innovar en otro aspecto que puede ser interpretado como un nuevo intento de no perder el control sobre el Ejecutivo comunitario. Aprobarán un programa de gobierno para el futuro presidente de la CE, sea quien sea. Ese plan de trabajo recogerá de hecho algunas de las preocupaciones expresadas en las urnas, tales como el respeto de la subsidariedad de los Estados, es decir, de sus competencias nacionales, la necesidad de legislar mejor y ejercer las competencias comunitarias de manera proporcional o la necesidad de crear empleo.
Pese a ello, Juncker parecía ayer determinado a sustituir al saliente Barroso. «He hecho campaña para ser presidente de la Comisión y no para otra presidencia. Quizá otros quieran que cambie de opinión, pero no lo haré», dijo en una rueda de prensa donde recalcó que buscará el apoyo de socialistas, liberales y verdes para la mayoría de votos que necesita del hemiciclo. No obstante, como ex primer ministro que es señaló que no empezará a negociar con el resto de partidos hasta que haya sido propuesto formalmente por los líderes.
Por su parte, los socialdemócratas alemanes pidieron a Juncker no pactar con populistas y extremistas, entre los que incluyeron a la Forza Italia de Silvio Berlusconi y a Fidesz, el partido del primer ministro húngaro, Viktor Orban, ambos actualmente dentro del PPE. Asimismo recordaron la tozudez de las cifras, pues sin los socialdemócratas Juncker no podrá ser elegido en el Parlamento Europeo.
El candidato socialista, Martin Schulz, indicó que él también tratará de buscar una mayoría para ser investido presidente de la Comisión. «No sé si un partido que ha perdido 60 escaños puede decir que tiene derecho a presidir la Comisión», dijo. En medio de la marejada, el candidato liberal, el belga Guy Verhofstadt, recordó que su grupo es imprescindible para crear una «mayoría estable» en la Eurocámara, por lo que se postuló como presidente alternativo. Pero el juego no sólo está entre las manos del nuevo hemiciclo, sino también de los líderes, que podrían optar por intentar resolver el entuerto agregando al nombramiento del presidente del Ejecutivo otros cargos como la presidencia del Consejo Europeo, del PE, la cabeza visible de la diplomacia europea o incluso la presidencia estable del Eurogrupo, a la que aspira Luis de Guindos.