Secuestro de periodistas
Más sensibles al dolor ajeno
Trabajar en zonas de conflicto siempre obliga a asumir altos riesgos. Aunque parezca que hoy en día todo es más peligroso que hace 30 años. Cuando yo empecé en El Salvador, lo primero que me enseñaron fue una lista de periodistas amenazados de muerte. «Si estás en esta lista tienes grandes posibilidades de que te maten», me dijeron. Eso pasaba en 1984, cuando también se producían secuestros en Líbano. En Irak y en Siria, desde hace una década, se han incrementado las posibilidad de ser secuestrado y convertido en una pieza utilizable para grupos armados. En junio de 2013 empezaron los secuestros masivos en Siria. Cualquiera que entrara en el país como periodista tenía altas posibilidades de ser retenido. Yo siempre he sido enemigo de esa excusa de no mandar a alguien a cubrir el conflicto por la peligrosidad, pero tengo que reconocer que tras los secuestros de los últimos tres años, evidentemente he llegado a la conclusión de que la cobertura en Siria se ha hecho casi imposible.
Soy poco dado a mitificar esta especialidad del periodismo. Me desagradan los periodistas que hablan más de lo que les pasa a ellos que de lo que sucede sobre el terreno. Hay que cubrir las zonas oscuras del mundo porque una guerra sin cobertura es aún más brutal para los civiles. Lo que han hecho los tres periodistas liberados ahora es ir a una zona oculta para dar luz, un acto de responsabilidad, asumiendo riesgos, pero sintiendo una inclinación moral y ética.
Fui portavoz de los familiares de Javier Espinosa, Marc Marginedas y Ricardo García Vilanova durante los seis meses que duró el secuestro y sé qué pensaban ellos cuando estaban secuestrados y lo que sintieron cuando fueron liberados. Cuando te secuestran, piensas en tu familia, en lo que sufrirán. Mucha gente cree que los periodistas van a la guerra porque hay algo que les falta en casa, pero no es cierto. Para mí, el peor momento de una cobertura es cuando le doy al «0» en el ascensor de casa. Yo tengo mujer e hijos, no se me ha perdido nada en la guerra, no tengo motivos personales para irme a un lugar lejano, coger autobús, tren y dos aviones, cargando con 80 kilos...
Si has estado secuestrado, comprenderás que el día de la liberación es el mejor, mil veces mejor de todo lo pasado y lo que vendrá. Te liberas de las cosas que han pasado y te sientes arropado por la familia y los amigos. Eso es insuperable, una sensación similar a cuando acaba una guerra. La capacidad que tiene el ser humano de enfrentarse a la violencia está por encima de todo, te fortalece y te permite afrontar los momentos duros que vienen después de la liberación: emociones, preguntas sin respuestas, dudas sobre qué hacer a partir de ahora, reincorporarse o marcharse a otra zona del mundo... Es importante evaluarlo todo, pero seguir haciendo las mismas cosas, intentar volver a la normalidad lo más rápido posible.
Me gustaría decirles a José Manuel, Antonio y Ángel que la pesadilla ha acabado y hoy es el primer día de una nueva etapa. Estoy seguro de que muy pronto volverán a trabajar en lo que siempre han creído. Han aprendido mucho de esta experiencia. Ahora son más fuerte y más sensible al dolor ajeno.
*Fotógrafo y periodista especializado en conflictos armados