Francia
Macron: "He escuchado la cólera de los franceses"
El presidente francés intenta dar carpetazo a la crisis con una batería de promesas sociales
Un discurso de quince minutos televisado con un lenguaje más directo y menos barroco que en otras ocasiones basado en la ecología, educación y un cúmulo de proyectos que se abren en el horizonte para ilusionar a los franceses como la esperada reapertura de Notre Dame tras años de reparación antes de los Juegos Olímpicos de 2024. Es la estrategia que ha elegido Macron para dirigirse a los franceses tras tres meses de conflicto social y una vez que la polémica reforma de las pensiones ya ha sido avalada por el Consejo Constitucional y promulgada por el propio presidente a las pocas horas acortando al máximo el procedimiento. Este lunes por la noche Macron tenía una difícil tarea, la de dar la misión por cumplida y escenificar el paso de página, el mirar para adelante, el transmitir a los franceses ilusión por otros asuntos que llegan en agenda intentando dar carpetazo a su impopular reforma, rechazada por el 70% de los ciudadanos que entrará ya en vigor el 1 de septiembre. La gran pregunta es si este ejercicio de comunicación en modo huída para adelante va a tener efecto porque esta crisis parece no estar ni mucho menos cerrada aún con la ley ya promulgada y estampada en el Boletín Oficial.
Macron ha asumido de inicio que la reforma “en evidencia” no ha sido aceptada por buena parte de los franceses pero ha vuelto a justificar su deber de dar una solución al déficit del sistema dado el envejecimiento de la población. Y dicho esto, una lista de promesas para calmar el descontento: mejoras salariales para profesores, desatacar los servicios de urgencia de los hospitales o avanzar en la economía verde y sostenible. Ni vuelta al capítulo de las pensiones. Mientras el presidente se dirigía a los franceses, cientos de manifestantes se concentraban en caceroladas frente a muchos ayuntamientos del país.
En un intento de calmar los ánimos, el discurso televisado de este lunes por la noche debería ir acompañado de otra potente imagen este martes por la mañana: el de una representación de la intersindical invitada al Elíseo para restablecer el diálogo con el presidente. Pero la propuesta de Macron recibió el portazo sindical este pasado fin de semana y los principales líderes sindicales ya se concentran en su próximo objetivo: una movilización de récord histórico en las calles de Francia en la simbólica fecha del primero de mayo.
Los medios de comunicación franceses especulan con la posibilidad de un recambio de la primera ministra, Elisabeth Borne, en los próximos días apuntando al favoritismo de Gérald Darmanin, el titular de Interior, para sustituirla. Sería algo representativo para cerrar capítulo pero una fuente importante del gobierno francés, titular de un sillón en el consejo de Ministros, ha manifestado a LA RAZON que Borne "tiene todas las papeletas para continuar de momento" y Macron no va a arriesgar justo ahora un perfil duro como Darmanin. En lo inmediato, Macron habría encargado a Borne buscar acuerdos puntuales con diputados de la derecha y la izquierda dispuestos a negociar leyes con el Gobierno y poder abrir así esta nueva etapa. La otra opción que estaría explorando la propia primera ministra es la de una verdadera coalición con Los Republicanos para todo lo que queda de segundo quinquenio, pero en ese caso sí que tendría que hacer un relevo de jefe de gobierno y buscar una figura autónoma.
Con todo, lo cierto es que la popularidad de Macron está en caída entorno al 28% pero no ha tocado su peor momento, dos puntos aún peor en la crisis de los chalecos amarillos. De hecho sus antecesores, Hollande y Sarkozy, llegaron a tener cotas mucho más bajas. Esto da cierto oxígeno al Elíseo en su estrategia que siempre pasó por hacer la más impopular de las reformas durante el primer año tras la reelección. Macron, además, podrá decir con la perspectiva del tiempo que no habrá sido como otros antecesores suyos, que se dejaron intimidar por la calle o los sondeos. No será un nuevo Jacques Chirac, a quien su sucesor, Nicolas Sarkozy, llamaba “el rey holgazán” por la reticencia a hacer reformas. La cuestión a partir de ahora es saber si puede cerrar la crisis desactivando la calle mirando al futuro o la cólera social va a arrastrar definitivamente su segundo mandato hasta el final.
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