Estados Unidos
«Los Garantes del Juramento» toman la calle en Ferguson
Hombres blancos, armados y vestidos de paramilitares dicen proteger la urbe
No cesan los disturbios en Ferguson desde las manifestaciones convocadas en el aniversario por la muerte del joven Michael Brown. Brown falleció en agosto de 2014 por los disparos de un policía, Darren Wilson, que afirmó haber actuado en defensa propia. No existen grabaciones de lo sucedido. Los testigos ofrecieron testimonios dispares, incluso antagónicos. Los informes periciales tampoco iluminaron el caso. Más allá, claro, de que concluir que las balas que mataron a Brown fueron disparadas por Wilson. Tanto el Gran Jurado como el FBI, en una investigación paralela, no hallaron indicios suficientes para certificar la comisión de un delito.
A lo largo del martes, decenas de personas han sido arrestadas en Ferguson por arrestadas por manifestarse. La mayoría, acusadas de actos desobediencia pública y de bloquear carreteras. Pero nunca se alcanzó el drama del fin de semana, con cargas policiales, disparos y heridos, entre ellos uno, Tyron Harris, en estado crítico después de ser tiroteado por varios agentes de paisano. Las autoridades afirman que Harris disparó primero contra los policías. El padre del chico, que por cierto conocía a Michael Brown, responde que no: su hijo quedó atrapado en mitad de un tiroteo entre dos bandas de delincuentes y sólo pretendía huir.
Más allá de que durante el martes la tensión amainaba, a falta de lo que ocurriera durante la noche, hubo quien arrojó botellas con agua congelada contra los antidisturbios. El concejal de Ferguson Wesley Bell, en declaraciones a CNN, aseguró que «los alborotadores tienen su propia agenda. Estos sujetos medrarían entre los manifestantes pacíficos, buscan la confrontación, hacen uso del anonimato, y eso dificulta sobremanera el trabajo policial». A la calma ha contribuido que siguiera vigente el estado de emergencia, decretado por el gobernador de Misuri, aunque también pudieron verse escenas esperpénticas. Como la de esos hombres blancos, armados con fusiles de asalto y uniformes paramilitares, que autocalificados como «Los Garantes del Juramento», paseaban entre los manifestantes y comentaban a la Prensa que una conspiración gubernamental amenaza su estilo de vida. Pero Ferguson multiplica su impacto porque ayer mismo se cumplían 50 años de Watts, los explosivos incidentes de Los Ángeles, cuando las manifestaciones por el apaleamiento de un negro a manos de la Policía desembocó en una semana de pánico, hectáreas de ciudad calcinadas, 34 muertos por disparos y una resaca nacional de órdago, con declaraciones políticas apesadumbradas y promesas para reformar los modos de un Departamento, el de L.A., acusado de racista. Jeanne Theoharis, en las páginas del «New York Times», afirma que «medio siglo después todavía no hemos aprendido de Watts». Ferguson está muy lejos de aquella América segregada de los 60, aunque los activistas por los derechos civiles, los reverendos baptistas y numerosos abogados subrayan que la ciudad aún nutre hasta el 16% de su presupuesto a base de multas, el 96% impuestas a los negros. De no satisfacerse pueden acabar con el infractor encarcelado, 2.300 personas en 2015, por ofensas como permitir que los hierbajos del jardín invadan la vía pública o cruzar la calzada donde no hay semáforo. Todo esto cambiará, dicen, en el futuro inmediato.
El nuevo jefe de Policía, Andre Anderson, negro, cree que a partir de ahora sus agentes patrullarán sin buscar la enemistad del vecindario. Entretanto, el Estado de Misuri aprobó recientemente una ley que limitará la cantidad de dinero que puede recaudar una ciudad a base de multas. Una iniciativa en sintonía con el informe del Departamento de Estado y el FBI, que tras estudiar la actuación policial en Ferguson concluyó que no respeta los derechos constitucionales de sus vecinos, de mayoría negra. John Belmar, al mando de la Policía del condado, dijo que los paramilitares de «Los Garantes del Juramento» y la desconfianza de muchos afroamericanos hacia los uniformados complican todavía más la labor policial.
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