Somalia
Las mujeres de Somalia luchan contra la ablación
En Somalia se practica la ablación más brutal y consiste en la extirpación de los labios mayores y menores y del clítoris.
Las dos niñas corretean entre la ropa tendida y los platos sucios del desayuno. Risas. Carreras. Alboroto. Habibo Suso sale del interior de la chabola en la que vive. Las dos pequeñas se quedan inmóviles mirando a su madre. La mujer frunce el ceño y mira con severidad a las niñas. Una de ellas no puede aguantar la risa y suelta una pequeña carcajada a la que la otra, la más pequeña, responde con más risas. Al final, Habibo relaja las facciones y después de dar dos pequeños azotes a cada una de sus hijas las besa la frente para continuar con las tareas del hogar.
Habibo tiene 25 años y siete hijos (cuatro hembras y tres varones) y vive en el campo de desplazados de Al-Cadaala, a las afueras de Mogadiscio- capital de Somalia. Como la mayoría de las mujeres de Somalia fue circuncidada cuando era muy joven. Recuerda aquel día como uno de los peores de su vida. “Me pusieron un cuchillo ardiendo entre las piernas para comenzar a cortarme. Luego me untaron con ungüentos lo que me provocó una terrible infección”, recuerda haciendo una pequeña pausa para tratar de reprimir las lágrimas. “Cuando me casé (tenía 14 años) en mi noche de bodas mi marido tuvo que abrirme la vagina con un cuchillo porque la tenía totalmente cerrada. Y cuando di a luz (con 15 años) los dolores fueron terribles...”, afirma.
Aquel primer bebé fue una niña. Una de las dos niñas que correteaba, minutos antes, delante de la tienda de plástico que Habibo llama hogar. Trató de impedir que su hija pasara por la misma tortura a la que ella fue sometida pero la presión de su familia y de sus vecinos pesaron más que sus deseos y accedió a someterla a la circuncisión faraónica. “¿Qué otra cosa podía hacer? Lo hice porque es tradición. Lo hice como lo hace toda madre somalí”, relata.
Habibo Suso estuve presente mientras su hija era mutilada y mientras escuchaba los alaridos de dolor de su hija juró que ninguna de sus otras hijas sería jamás sometida a semejante tortura. “Es una práctica inhumana y quiero que mis hijas tengan una vida plena”, afirma esta madre que se ha convertido en una de las más fervientes luchadoras contra la mutilación genital en el campo de Al-Cadaala.
Circuncisión Faraónica
En Somalia se practica la ablación conocida popularmente como ‘Circuncisión Faraónica’, la más brutal de todas. “Es la forma más agresiva de Mutilación Genital Femenina (MGF) y consiste en la extirpación de los labios mayores y menores y del clítoris. Después se cose ambos lados de la vulva hasta que está prácticamente cerrada dejando un único orificio. Es una práctica inhumana y brutal que causa cientos de muertos al año en Somalia”, denuncia Sagal Sheid Ali, trabajadora social en Somali Women Development Center (SWDC).
Entre 100 y 130 millones de mujeres han sufrido algún tipo de MGF. Es un ‘tradición’ que pasa de generación en generación y que está presente en 28 países de África, pero que también ha comenzado a desembarcar en Europa, Oriente Medio y Europa. El 95% de las somalíes están circuncidadas- es el país del mundo donde más se realiza esta práctica, según un informe de Save the Children. “No es una cuestión religiosa porque va en contra del Islam. Es algo cultural y que pasa de generación en generación y se ha convertido en algo habitual entre las mujeres de Somalia”, denuncia Sagal.
Los primeros pasos para erradicar esta técnica fueron dados por el gobierno de Somalia que prohibió, en la nueva Constitución, la Mutilación Genital Femenina, donde se considera está práctica como una “tortura” para las mujeres. “La circuncisión de las niñas es una práctica tradicional cruel y degradante, y equivale a la tortura. La circuncisión de las niñas está prohibida”, señala el artículo 15 (4) de la Constitución del país africano. Pero la realidad es que no hay ninguna ley específica y la práctica se mantiene tanto en áreas rurales como urbanas de Somalia.
La concienciación.
Los habitantes del campo de desplazados de Maslah se van acercando entorno a una mujer que cubre su cabello con un largo velo rosa. Los hombres a un lado y las mujeres a otro. Algunos se sientan sobre la arena caliente, otros se resguardan bajo la sombra de unos endebles árboles y el resto aguanta con estoicismo bajo el intenso calor que castiga Mogadiscio. La mujer habla con pausa. El silencio es absoluto. Todos la miran y la escuchan con respeto. “No debéis someter a vuestras hijas a la circuncisión porque esto la acarreará graves problemas en el futuro, afectará a su salud...”, la mujer alza la voz para que todos la puedan escuchar. Los trabajadores de la Organización No Gubernamental Somali Women Development Center (SWDC) acuden, una vez al mes, a este campo para tratar de concienciar a sus habitantes de que dejen de circuncidar a sus hijas.
“La Circuncisión va contra el Islam y contra las mujeres. No debemos someter a nuestras hijas a esta práctica inmoral y antireligiosa”, clama una mujer entre los asistentes. Todos se giran para mirarla. “En nuestros tiempos, donde no teníamos educación, la ablación era una práctica normal. Pero ahora los tiempos han cambiado. Nuestros hijos tienen más educación y más conocimiento que nosotros así que no debemos someterlos a prácticas ancestrales”, afirma con firmeza Maryah Habeeb Haydar.
Esta oronda mujer que cubre su cabeza con un larguísimo velo blanco es la esposa de uno de los líderes religiosos más importantes del campo de desplazados. A sus 58 años es madre y abuela y lucha con fiereza contra la MGF. “Las mujeres somalíes nos encontramos indefensas y en una situación terrible. Somos nosotras las que imponemos tradiciones sin sentido a nuestras hijas sin recordar lo que sufrimos”, denuncia. Maryah hace memoria y se traslada 44 años atrás cuando fue sometida a la circuncisión faraónica. “Fue terrible. Recuerdo que en mi primera menstruación sufrí fuertes dolores, al igual que la primera vez que tuve relaciones sexuales con mi marido o cuando di a luz que tuvieron que intervenirme quirúrgicamente para que mi bebé pudiera salir”.
Maryah es consciente de su autoridad entre las mujeres del campo y la utiliza para tratar de cambiar conciencias y evitar que más niñas continúen sufriendo de manera innecesaria. Son actitudes como la de esta mujer la que están consiguiendo que el número de ablaciones disminuya en Mogadiscio.
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