Perú
Keiko Fujimori: La hija que renegó de su padre para conquistar el poder
EL PERFIL. Keiko Fujimori / Líder de Fuerza Popular
Amor y odio. Ésa es la relación de los peruanos con Keiko Sofía Fujimori, la aspirante a la presidencia que ha forjado su precoz carrera política condicionada por su padre, Alberto Fujimori, el autócrata condenado a 25 años de prisión por la corrupción y crímenes durante su mandato (1990-2000). La ganadora de la primera vuelta presidencial ha moldeado su discurso frente al legado fujimorista según el momento. Ahora distanciándose.
La noche del 5 de abril de 1992, cuando su padre proclama un «autogolpe», Keiko estaba a punto de cumplir 17 años y de terminar la secundaria. Esa noche la pasó escondida en el Cuartel General del Ejército (Pentagonito) junto a su madre y sus tres hermanos. Dos años más tarde, tras al divorcio de sus padres, asumió el cargo de Primera Dama, la más joven de América Latina, cuando aún estudiaba en la Universidad de Nueva York.
Al comienzo con un perfil bajo, cumpliendo las típicas funciones asociadas al cargo de representación en obras sociales, Keiko adoptó una postura política con el correr de los años. Cuando en noviembre del 2000 su padre renuncia a la Presidencia con un fax desde Japón, la joven permanece en el país para colaborar con las autoridades en las investigaciones por enriquecimiento ilícito. No se encontró responsabilidad penal, pero las acusaciones por corrupción la han acompañado siempre.
Tras unos años dedicada a familia (madre de dos hijas) y los negocios, Fujimori se vuelve a cruzar en su camino en 2006, cuando su padre es detenido en un viaje de Santiago de Chile a Tokio. Un hecho que empuja a Keiko, por amor al padre, a volverse a involucrar en política. Ese mismo año sale escogida en las elecciones como la congresista más votada. Un escaño que ocupó mientras aún cursaba sus estudios en Estados Unidos.
Durante esa etapa, presentó varios proyectos de ley para ampliar la pena de muerte a ciertos crímenes y para combatir la delincuencia organizada. Una lucha que le ha generado un rédito político en un país donde la inseguridad se ha disparado y figura entre las mayores preocupaciones de la población. No por casualidad, en Twitter su última promesa es aumentar la presencia policial en las calles.
Impenetrable y fría, desde entonces Keiko lidera el movimiento fujimorista y renueva el partido para formar, Fuerza Popular, con el que se presenta a las elecciones de 2011, que pierde en segunda vuelta por un estrecho margen frente al actual presidente, Ollanta Humala. A partir de esa derrota inicia su distanciamiento de la herencia de su padre. Mientras que en 2009 clamaba por la puesta en liberta de su padre, en 2013 aseguraba que ésta «no sólo depende de la familia sino del pueblo peruano». Un giro que culminó con el apartamiento del partido de algunos de los miembros del sector más duro del fujimorismo y la promesa de «respetar la no reelección presidencial» que establece la Constitución, a diferencia de lo que hizo su padre.
Un cambio de rumbo que le ha permitido ampliar su base electoral, pero que ha generado reticencias entre otra gran parte de la población. La líder derechista levanta pasiones entre los sectores populares, que atribuyen a Alberto Fujimori el final de Sendero Luminoso, la pesadilla terrorista durante los noventa y la recuperación económica. Pero se enfrenta a una férrea oposición –cuatro protestas durante la campaña– de quienes todavía recuerdan el pasado autoritario y criminal de su padre que le ha llevado a prisión. A sus 40 años y con una larga trayectoria política, por momentos forzada, Keiko se presenta ahora como un rostro renovado, tanto para conciliarse con los anti fujimoristas como para aglutinar el hastío social frente al sistema político. Una muestra de la destreza ganada con los años, y a su vez de la necesidad de adaptarse a un destino marcado a fuego por un apellido: Fujimori, generador de seguidores y detractores con la misma intensidad.
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