Testimonio

Duwa Lashi La: "La Junta militar de Birmania está perdiendo la guerra civil"

El líder revolucionario birmano, Duwa Lashi La, se ha convertido en la cara visible de la resistencia democrática

Myanmar's military chief Min Aung Hlaing (C) saluting Russian Navy personnel ahead of joint maritime exercises at Thilawa Port in Yangon.
Myanmar's military chief Min Aung Hlaing (C) saluting Russian Navy personnel ahead of joint maritime exercises at Thilawa Port in Yangon.MYANMAR MILITARY INFORMATION TEAM AFP

La resistencia en Birmania se tejía en la clandestinidad hasta hace unos meses, ahora se trenza desde zonas liberadas. En una de ellas está Duwa Lashi La, presidente en funciones del Gobierno de Unidad Nacional (NUG) y símbolo de la lucha contra la junta militar en el poder. «No pararé hasta que no tengamos paz y una democracia federal», nos avisa. A sus 73 años, ocupa la cúspide jerárquica de las fuerzas revolucionarias. Se muestra «optimista» en la lucha contra el sanguinario general, Min Aung Hlaing, artífice del golpe de Estado de 2021 y sobre el que pesan diversas acusaciones por crímenes contra la humanidad.

Desde que el militar se autoproclamó presidente del país hace tres años, comenzó una cruenta guerra civil que ha logrado asociar a una amalgama de grupos insurgentes de diferentes etnias que ahora operan bajo el paraguas del NUG y de su brazo armado, la Fuerza de Defensa del Pueblo (PDF). Esta unificación ha surtido efecto.

En octubre del año pasado comenzó la Operación 1027, una acción conjunta y simultánea contra objetivos militares que ha puesto contra las cuerdas al Tatmadaw, como se conoce al Ejército. Desde entonces, los rebeldes han recuperado puestos clave y los golpistas están sufriendo bajas y deserciones masivas. El líder intelectual de la resistencia explica a LA RAZÓN que la Junta Militar se está debilitando a marchas forzadas. La evidencia, dice, es la implantación de la ley de reclutamiento en la que todos los civiles varones de entre 18 y 35 años y las mujeres de entre 18 y 27 años deben elegir entre alistarse o pasar hasta un lustro en la cárcel.

«Refleja la realidad de lo que sucede en Birmania y que Min Aung Hlaing está perdiendo la guerra. Ahora quiere arrastrar a todo el mundo hacia este conflicto sangriento, especialmente a la gente joven. Esta ley no provocará el fin de la revolución o de la resistencia, tendrá un efecto contrario. Se están preparando para su final», argumenta.

Duwa Lashi La confiesa un mayor interés de jóvenes que quieren formar parte de la resistencia. «Nos estamos preparando para recibirlos», esgrime. También están gestionando la incorporación de los desertores que se pasan al bando revolucionario. Hasta enero han desertado alrededor de 18.000 soldados, según datos del NUG. La junta vive su peor momento en tres años y urgen efectivos: civiles jóvenes instruidos. Para ellos, las opciones son reducidas ya que las alternativas a formar parte de la brutal maquinaria militar o la cárcel pasan por el exilio o la clandestinidad.

Las filas en la Embajada de Tailandia, en la ciudad de Yangon, son enormes y están compuestas por una multitud que busca solicitar visas para viajar al país vecino. Jewel pertenece a un comité antijunta y está en el rango de edad para ser reclutada por los militares. «Esta ley me enfada», nos confiesa, «estamos en el punto de mira». Desvela que ella optará por la clandestinidad. «El ejército de un país debe proteger a sus ciudadanos, pero el de Birmania tiene individuos ávidos de poder que se aprovechan de los recursos del país para su propio beneficio». Jewel sostiene que hay milicias apoyadas por la junta que están reclutando a personas de todas las edades, incluidos menores de edad. «Es habitual verlos en el frente», sentencia.

La Junta Militar ha acabado con la vida de alrededor de 4.600 civiles y hay más de un millón y medio de desplazados. Sus cárceles aún cuentan con más de 20.000 presos políticos y cerca de 170 birmanos están en el corredor de la muerte. Los bombardeos contra aldeas son constantes, y minorías étnicas como los Rohinyás, que ni siquiera son considerados ciudadanos birmanos, son asesinados si no aceptan alistarse.

La resistencia se lamenta ante esta realidad, ya que la guerra civil en Birmania está siendo eclipsada por otros conflictos. Por eso, a Duwa Lashi La no le tiembla la voz para pedir apoyo a la comunidad internacional. «Está muy bien que Naciones Unidas haya creado la Declaración de los Derechos Humanos, pero la aplicación ha sido muy laxa», señala el presidente en funciones. «Queremos que se implementen las resoluciones. La ONU no debería ser indiferente al sufrimiento de la gente de Birmania», apunta.

El secretario general de la ONU, António Guterres, subrayó en febrero la urgencia de una transición hacia un gobierno democrático y el restablecimiento del gobierno civil. «La campaña militar de violencia contra la población y la represión política deben terminar. Los responsables han de rendir cuentas», declaró. Pero Duwa Lashi La pide más: «una misión de mantenimiento de la paz» y que se aplique el principio de responsabilidad para proteger a las poblaciones de genocidios y de crímenes de guerra. Mientras sus ruegos llegan -o no- a los oídos apropiados, sostiene que seguirá liderando la resistencia con un claro compromiso: «que la guerra acabe lo antes posible».