Opinión
Hamás y el Estado Islámico
El ataque terrorista contra Israel debe ser repelido antes de que el mundo pueda desarrollar una nueva estrategia frente a la crisis de Oriente Medio
El ataque terrorista contra Israel debe ser repelido antes de que el mundo pueda desarrollar una nueva estrategia frente a la crisis de Oriente Medio, pero algunas reflexiones podrían -y deberían- hacerse ya. En los últimos días hemos asistido a la acción de un verdadero Estado terrorista -no se trataba de un mítico Estado Islámico presuntamente existente en Siria e Irak: se trataba de una estructura cuasi-estatal reconocida por138 naciones soberanas que atacó Israel en nombre de la Yihad exterminando a más de 1.000 civiles inocentes. Este «Estado» ha contado con la ayuda de numerosos gobiernos y organizaciones no gubernamentales de todo el mundo, y no sabría decir a quién habría que condenar más: Irán y Qatar, que lo hicieron por razones (geo)políticas, o las autoridades liberales europeas que financiaron sus estructuras por fines «humanitarios». Fuesen quienes fuesen, el resultado parece obvio: dos millones de personas alimentadas y financiadas sin hacer nada útil durante al menos dos generaciones.
El «Estado» palestino es algo que varios expertos llaman no un Estado sino una «entidad caótica ingobernable», un Estado creado sin «tener en cuenta los prerrequisitos mínimos para su gobernabilidad», y «reconocido como soberano pero que paradójicamente sigue necesitando ayuda internacional para sobrevivir» como escribe Oswaldo de Rivero en «El mito del desarrollo. Las economías no viables del siglo XXI». Tales entidades existen en muchas partes del mundo, pero rara vez hay un contraste y una disparidad tan grandes entre ellas y sus vecinos prósperos (el PIB de Israel es 130 veces mayor que el de Gaza mientras que el país está seis veces menos poblado). En ningún caso se ha logrado una transformación a sociedades estables y en desarrollo. Por lo tanto, el caso de la Franja de Gaza debería tomarse como una señal de alarma para muchas sociedades atrasadas que no pueden avanzar por sí solas. Es un gran error creer que los palestinos prosperarán si se les permite crear su Estado «funcional» en sus tierras «históricas». Todo el mundo puede ver cómo los judíos tuvieron éxito en esta empresa, y cómo fracasaron los palestinos. Después de 80 años luchando y sin funcionar, cualquier esperanza de cambio parece una quimera.
La intención de continuar con la ayuda a la Franja de Gaza, ya expresada por los gobiernos de España y Francia, es engañosa. Dicha asistencia sólo podría prestarse bajo las condiciones de un desarme total de este enclave, la erradicación de todos los grupos militantes ahora presentes en él y el desmantelamiento de su soberanía. La comunidad mundial de naciones debe recurrir a la Carta de las Naciones Unidas, más precisamente a los artículos del 73 al 91 que tratan de los «territorios no autónomos» y argumentar sobre el sistema de Administración Fiduciaria. La Franja de Gaza debería ser el primer territorio bajo mandato de la Organización de Naciones Unidas durante un periodo de tiempo -al menos durante un par de décadas- para restablecer su economía, educar y formar a sus niños, devolver a su patria a los miles de refugiados palestinos que hay en el exterior y convertir este pedazo de tierra en el hogar de una sociedad ordenada y funcional.
La comunidad internacional no puede seguir pretendiendo que las tierras palestinas se conviertan en un «Estado», ya que los poderes de su «presidente» expiraron hace diez años; como la mayor parte de su presupuesto procede de la caridad que llega de distintas partes del mundo en el extranjero, ya que dentro de sus fronteras no hay nada que hacer, salvo entrenarse para matar a transeúntes inocentes al otro lado de la frontera. Lo mejor que se puede hacer estos días en relación con la sociedad palestina es crear una amplia coalición internacional capaz de financiar y gobernar esta tierra por el bien de su pueblo, invirtiendo en su infraestructura y desarrollo.
La sociedad palestina nunca ha existido: nació como una especie de organización militar destinada a destruir Israel, cosa que ha intentado hacer desde entonces. Si los dirigentes de las tribus y clanes palestinos no tienen otras ideas para dirigirlos, el mundo civilizado debería intervenir.
La revocación de la soberanía palestina y la reconstrucción de esta tierra bajo el control internacional parece la única salida existente no sólo para salvar millones de de vidas, sino de trazar un camino totalmente nuevo para las proto-naciones que ahora están cayendo en el caos étnico y civil.
Entiendo perfectamente como los europeos y americanos quieren deshacerse de esa «carga del hombre blanco» que llevan durante siglos y tienen buenas razones para pedir perdón pero parece que ha llegado el momento, con toda la moral y los valores del siglo XXI, de hacer otro intento civilizador. El error cometido por los estadounidenses en Irak y Afganistán con sendas guerras no debería repetirse ahora en Oriente Medio: la misión de la diplomacia internacional no debería ser construir naciones en lugares donde nunca han existido. Debería ser organizar una vida decente allí donde nunca se ha organizado. Un Estado soberano no es la única forma de sociedad humana. El mundo puede llevar la paz a las tierras de la antigua Judea, y para entregar una vida decente a quienes ahora la habitan.